El Mostrador Braga, recuerda a Margot Loyola, una de las mujeres más destacadas e influyentes de la música chilena en el siglo XX. Su legado comprende publicaciones de libros, registros de danzas tradicionales, una amplia discografía y participaciones en radio y televisión. Además de ser la primera folclorista en recibir el Premio Nacional de Artes mención en música en 1994, junto a otros galardones que enfatizaron su labor como recopiladora, investigadora, divulgadora, música, cantante, compositora y académica en universidades del país.
Margot Loyola, nació en Linares el 15 de septiembre de 1918 y murió el 3 de agosto de 2015 a los 97 años. Con una carrera de más de setenta años dedicada a la música, se consagró como una de las más destacadas folcloristas del siglo XX. Al igual que Violeta Parra -y en épocas similares- Loyola fue recopiladora, investigadora y divulgadora, música, compositora, cantante, académica y ganadora de importantes premios por su labor en la mantención de las tradiciones chilenas.
“Yo nací con el folclore en el vientre mi madre y en el bailar la cueca de mi padre, ellos me guiaron por ese camino”, dijo la artista en una entrevista íntima con CNN en una de sus últimas apariciones públicas, para expresar que su relación con la música era un asunto de sangre. Loyola comenzó su educación musical a los ocho años con clases de guitarra, formación que continuó con grandes maestras en el piano y las artes de la voz, danza y composición.
Destacada y reconocida en vida, fue la primera mujer chilena en ser recibir el Premio Nacional de Artes mención en música en 1994. Fue condecorada por el gobierno de Chile con el Orden al Mérito Docente y Cultural Gabriela Mistral en 1996 y nombrada profesora Emérita de la Universidad Católica de Valparaíso en 1998, importantes galardones que evidenciaron su profundidad como artista y pusieron en valor su aporte a la investigación de las culturas latinoamericanas.
Es por eso que, en un nuevo Mujeres Inolvidables, el especial semanal en que destacamos importantes hazañas de mujeres chilenas de la historia y el presente visibilizamos la trayectoria de Margot Loyola, artífice de múltiples proyectos que relevaron el folclore nacional, la diversidad cultural, musical, artística y antropológica en nuestro país.
Su acercamiento en la infancia a instrumentos como la guitarra y la educación de su voz fueron sólo el comienzo de lo que sería una extensa indagación en torno a la música de raíz. Loyola abandonó la escuela normal en 1935 para dedicarse completamente al folclor. Este camino lo hizo de la mano de una tradición de maestras que la instruyeron en distintas disciplinas como su instrucción en piano en el Conservatorio Nacional de música con Rosita Renard y Elisa Gayán. Continuados por estudios de canto con Blanca Hauser y clases de danza con Cristina Ventura.
Esta multiplicidad de saberes adquiridos le permitieron desarrollar una carrera musical en distintos formatos. Según consigna Universidad de Chile, Loyola se desempeñó en la música como solista, como cantora de cuecas y tonadas en el dúo “Hermanas Loyola” junto a su hermana Estela y en conjunto con Osvaldo Cádiz en “Palomar”; proyectos con los que se presentó en diversos escenarios, teatros, universidades, chinganas y rodeos.
Además, según consigna el mismo medio, a partir de 1936 -y al igual que Violeta Parra- Loyola incursionó en la recopilación y recuperación de tradiciones de folcloristas nacionales, iniciando viajes alrededor de la región metropolitana, los que posteriormente se ampliaron a lo largo de todo Chile y territorio insular, para finalmente comprender otros países de Latinoamérica como Perú, Uruguay, Argentina, y finalmente, Europa.
Otra de las características que llevaron a Margot Loyola a ganar un espacio relevante en la historia de la música, fueron sus habilidades pedagógicas y su sentido de la didáctica en la transmisión de la tradición y su cercanía con la visión centrada en las cosmovisiones de culturas ancestrales, la naturaleza, el hombre y la musicología para llevar a cabo su investigación.
“Todo lo que yo describo está relacionado con el hombre. Por eso cuando voy al medio pasan dos cosas: primero vivo, no pienso. Vivo el paisaje, me emociono. Descubro al hombre y aprendo de él todo lo que pueda y quiera enseñarme. Gozo viendo caminar a una mujer. Me gusta oírlas, mirarlas, tocarlas, me gusta descubrir la dimensión humana. Así aprendo cosas que ni he pensado preguntar. La observación directa y el acercamiento personal son lo primero que experimento. Luego grabo y posteriormente estudio. Indago, veo parámetros musicales, rasgos estilísticos, etc.” (Testimonio brindado en el contexto de su labor como profesora de la Universidad de Chile desde 1972)
En este sentido y según consigna Memoria chilena, la prolífica artista llevó a cabo una de las primeras investigaciones que conectaron el folclor chileno y afroperuano, “fue investigadora de la cueca chilena, la resbalosa y marinera”, realizando estudios comparativos de estas expresiones en la región. En línea con esta investigación, se interesó en indagar sobre culturas indígenas, “estudió danzas ceremoniales del norte con Rogelia Pérez, fundadora de la agrupación Los Cuyacas y trabajó con Los Morenos de Cavancha en el norte de Chile”.
Y fue a partir de estos conocimientos que publicó dos libros; “Bailes de la tierra” (1980) y “El Cachimbo” (1994). A lo que sumó registros en video de danzas tradicionales de Chile.
En el ámbito musical, su discografía incluye 14 discos de larga duración, 6 cassettes, 7 CDs y otros trabajos en colaboración con artistas extranjeros.
Finalmente, y para coronar sus incursiones en todos los ámbitos del saber y artístico, Loyola también participó de instancias televisivas en programas con enfoque cultural que fueron transmitidos por televisión nacional, programas como “Recomiendo Chile” y “Chilenazo”, fueron algunos de los espacios en los que la artista contribuyó a la transmisión del folclore hasta los hogares de cientos de chilenas y chilenos.
Es por lo anterior y mucho más que Margot Loyola dejó un incalculable legado en torno al rescate y conservación de la diversidad cultural existente en nuestro país y de forma incipiente es también un ícono para las diversidades sexuales y feminismos contemporáneos.