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Mujeres en las universidades desafiando el poder simbólico BRAGA

Mujeres en las universidades desafiando el poder simbólico

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Elizabeth Guerrero
Por : Elizabeth Guerrero Asesora en Género y Gobernabilidad PNUD Chile
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Estos días hemos conocido de la elección de la primera mujer rectora de la Universidad de La Serena, la Dra. Luperfina Rojas. Hace unos meses asumía Rosa Devés Alessandri como la primera rectora de la Universidad de Chile, la universidad más antigua del país con 180 años de existencia. Con ellas, son ya cinco las Universidades pertenecientes al Consejo de Rectores que han elegido a una mujer como rectora en los últimos años.

Estas elecciones dan cuenta de los acelerados cambios que ocurridos en nuestro país en términos de igualdad de género. Si bien ellas representan aún un bajo porcentaje (16%) del total de rectores del CRUCH, dan cuenta de un aumento considerable con respecto a lo que evidenciaba el Mapa del Poder y Género del PNUD, lanzado en 2018. Ese año, solo una Universidad del Consejo tenía a una mujer rectora, la Universidad de Aysén, creada el año 2015.

[cita tipo=»destaque»] Para lograrlo, se requiere de una efectiva transversalización de la igualdad de género, que revise procedimientos, políticas, protocolos y servicios, pero también el marco curricular, el modelo de enseñanza y las prácticas en las aulas. [/cita]

Las universidades son parte de las instituciones que el PNUD cataloga como poder simbólico, ámbito de poder que considera a quienes tienen cargos de responsabilidad y toma de decisiones en los principales centros educativos y de investigación, junto a otras organizaciones de las artes y cultura, confesiones religiosas y medios de comunicación. Estas instituciones tienen la capacidad de formar y transformar visiones de mundo, así como transmitir valores y representaciones sociales que influyen en los modos de pensar y juzgar en sociedad (PNUD, 2018).

De ahí la importancia de contar con más mujeres en altos cargos en estas instituciones, aún más si estas están comprometidas con la igualdad de género —como lo han declarado varias de las rectoras electas—, ya que ellas toman decisiones en ámbitos que favorecen a la definición y valoración de lo femenino y lo masculino, contribuyendo a la transformación de los estereotipos de género, pudiendo acelerar la reducción de las brechas aún presentes en las universidades e instituciones de educación superior.

Si bien en el país las mujeres superan a los hombres en el ingreso a las universidades y tienen mejor rendimiento y mejores tasas de retención y titulación, persisten estereotipos y prejuicios de género que inciden en su experiencia universitaria, su exposición a situaciones de violencia, sus opciones vocacionales, acceso a post grados, especialmente doctorados, así como a la posterior trayectoria laboral y retorno de sus niveles educativos.  Son precisamente estas últimas brechas para lograr la igualdad de género en educación las más difícil de abordar y cerrar.

Para lograrlo, se requiere de una efectiva transversalización de la igualdad de género, que revise procedimientos, políticas, protocolos y servicios, pero también el marco curricular, el modelo de enseñanza y las prácticas en las aulas. La experiencia del PNUD en este sentido, a partir de los Sellos de Igualdad de Género, ha mostrado que todo ello requiere de un fuerte, claro y decidido liderazgo, como el que pueden ejercer estas rectoras. A través de su compromiso y ejemplo, contribuyen a la innovación y a buscar nuevas y mejores maneras de actuar frente a las desigualdades entre hombres y mujeres. 

Junto a lo anterior, estas mujeres están también abriendo puertas a otras mujeres, que para llegar a estos cargos deben sortear una serie de barreras y obstáculos. Las universidades, en tanto organizaciones laborales, reproducen en su interior las desigualdades presentes en el conjunto de la sociedad. De ahí que para que más mujeres lleguen a estos puestos se requiere revisar las distintas oportunidades e inequidades de género existentes en la trayectoria académica: las mujeres están subrepresentadas en el cuerpo docente a jornada completa, enfrentan brechas en las remuneraciones, encuentran más dificultades para cumplir con los criterios de ascenso académico y la postulación a fondos de investigación, y constituyen un bajo porcentaje en cargos de decanatura. 

En este momento de ampliación de la presencia de mujeres en distintos ámbitos, los cambios en la educación superior, que partieron tímidamente en los noventa con los estudios de género, se han comenzado a instalar con fuerza luego de las movilizaciones de mujeres estudiantes por la igualdad de género del 2018. Sin duda el contar con más mujeres en los más altos cargos de las universidades acelerarán estos procesos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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