Hace algunas semanas recibimos la noticia de los Premios Nobel 2022. Todos sin duda contribuciones brillantes que abren nuevas dimensiones a la comprensión de nuestro mundo y aportan al conocimiento de las ciencias, la cultura y la esencia del ser humano. Sin embargo, también dejan de manifiesto una vez más nuestros sesgos de género e invisibilización de los aportes de las mujeres al avance científico y a la construcción de una sociedad más consciente y justa.
De las 12 personas galardonadas este año, solo 2 son mujeres (o disidencias), lo que corresponde a un 16% del total de premios entregados. Y ante esto, parece válido preguntarse ¿cómo es posible que la elite intelectual a nivel mundial no intervenga en revertir la inequidad e invisibilización que significa que de un total de 954 personas que han recibido el Premio Nobel entre 1901 y 2022, solamente 61 (6,4%) han sido mujeres?
[cita tipo=»destaque»] De las 12 personas galardonadas este año, solo 2 son mujeres (o disidencias), lo que corresponde a un 16% del total de premios entregados.[/cita]
En su última voluntad y testamento, Alfred Nobel designó las instituciones responsables de los premios. Obviamente, no dejó indicaciones de paridad de género ni para la conformación de los comités que eligen a los galardonados, ni para la entrega de los premios. De los 29 miembros de comités que se dedican a evaluar y en algunos casos, entregar los premios Nobel anualmente, únicamente 7 son mujeres, 24%.
De esta forma, vemos que en Fisiología o Medicina solo 12 galardones (5,3%) han sido entregados a mujeres, mientras que en Química este número llega apenas a 8 (4,2%). En tanto, el Premio Nobel de Física ha sido otorgado a cuatro mujeres (1,8%) y el Premio Nobel de Economía, solo a dos (2,1%). La participación de mujeres en los premios de Literatura (14%) y de la Paz (13%) si bien es más alta, está muy lejos de acercarse al 50% al que deberíamos aspirar.
Son precisamente los líderes intelectuales, en todas las áreas, quienes están llamados a introducir cambios concretos y tangibles, que permitan derribar mitos y estereotipos, promuevan la participación de mujeres en espacios de toma de decisiones y fomenten la real valorización del rol de la mujer en ciencias, artes y humanidades. Probablemente, si los comités que deciden y eligen a los galardonados, en este y en otras premiaciones, tuvieran en cuenta una representación correcta de la sociedad, los resultados de las premiaciones serían distintos. Con ese primer paso se podría avanzar hacia toma de decisiones trascendentales – como la entrega de este premio tan significativo a nivel mundial- que apunten de forma concreta a visibilizar y resaltar la real contribución de las mujeres en todos y cada uno de los ámbitos que conforman la sociedad. Y tal vez así, no pase de nuevo.