Como suele suceder con las adaptaciones de Walt Disney, las películas Frozen (2013) y Frozen II (2019), escritas y dirigidas por Chris Buck y Jennifer Lee, han superado con creces la popularidad de su fuente literaria, La Reina de las Nieves (1844), de Hans Christian Andersen (1805 – 1875), en la que se inspiran muy libremente.
Desde aquí queremos destacar el valor de conocer el cuento, que no solo enriquecerá el visionado de las películas, sino que también hará reflexionar sobre ese interés en adaptar y reescribir los cuentos populares. ¿Qué ganamos y qué perdemos cuando los adaptamos para un público actual?
En la obra de Andersen, la Reina de las Nieves es una mujer hermosa y perfecta como un copo de nieve, pero fría y peligrosa como un largo y duro invierno. La Reina atrae a un niño, Kay, hasta su palacio de hielo, lo retiene allí con sus besos, y hace que se olvide de todo. Además de ser una personificación de la estación más helada del año, esta Reina recuerda también a una mujer fatal y a la bruja secuestradora de niños de los cuentos tradicionales.
Disney, en cambio, ha optado por alejarse de representaciones misóginas de la mujer y ha transformado a la Reina de las Nieves en Elsa, una joven injustamente temida y rechazada, con quien el público puede empatizar, un personaje queer en el sentido de raro, diferente a los demás, que se sale de lo normativo.
Todo ello, sumado al hecho de que es una de las primeras princesas Disney que no se casa con un príncipe, ha llevado a algunos espectadores a especular con que Elsa podría ser queer también en el sentido sexual. Sus poderes mágicos podrían interpretarse como una metáfora de su homosexualidad y la canción “Suéltalo” como un himno gay.
Hubo incluso una petición para que Disney hiciera a Elsa explícitamente lesbiana, algo que no pudo verse en Frozen II, donde Elsa continúa sin mostrar interés romántico por ningún otro personaje, ni masculino ni femenino. Las películas, pues, han optado por el silencio y ni confirman ni desmienten los rumores sobre la orientación sexual de Elsa.
Curiosamente, el cuento de Andersen es más explícito en este aspecto. En su viaje para rescatar a Kay de la Reina de las Nieves, su amiga, la pequeña Gerda, se encuentra con una niña bandida que se encapricha con ella y le insiste en que duerman juntas en su cama. Por supuesto, esto podría ser simplemente una lectura hecha desde la mirada adulta contemporánea, pero lo que es innegable es que el texto de Andersen del siglo XIX contiene elementos que no se ven en una película de Disney del siglo XXI.
Así pues, dejando a un lado tales elementos transgresores del cuento clásico para su apuesta cinematográfica con Frozen, Disney finalmente apostó por desarrollar y potenciar una relación de amor entre dos hermanas, una fraternidad muy similar a la que une a Kay y Gerda en el cuento de Andersen, a pesar de no ser estos hermanos biológicos. El amor con lazos familiares sustituye a cualquier otra posible relación entre las protagonistas, reforzando por un lado los vínculos emocionales entre mujeres y preservando por otro los valores tradicionales.
Las dos protagonistas femeninas de la película han adoptado características de algunos personajes del cuento. En su viaje en Frozen, la joven princesa Anna no pierde la confianza en poder llegar hasta su hermana Elsa y convencerla para que todo vuelva a la “normalidad”. En el cuento, Gerda también mantiene una fe ciega en el final feliz de su propia historia. A pesar de las dificultades que encuentra en el camino, está convencida de que llegará hasta su amigo y lo traerá de vuelta a casa sano y salvo. Esta fuerza las impulsará a cumplir su propósito con éxito desde una actitud inocente (incluso algo naíf), una característica que claramente une a ambos personajes.
Por otro lado, Elsa no solo conserva rasgos de la Reina de las Nieves de Andersen, como su poder para congelarlo todo, sino que también retiene características de Kay. Ambos podrían considerarse víctimas de poderes mágicos, aunque Elsa lo sería de los propios y Kay de externos. Aunque comparten también el hecho de que los dos deberán ser rescatados por quienes más confían en ellos para poder regresar a sus hogares, Elsa es, en realidad, la única consciente de lo que le está ocurriendo.
A modo de conclusión, tras comparar las películas con su precedente literario, podemos decir que Frozen ofrece la oportunidad de revivir el cuento clásico de Andersen, con similitudes notables entre los personajes de sus respectivas historias pero también con diferencias destacables. Entre ellas, la película ofrece una visión menos transgresora y más políticamente correcta de las relaciones entre los protagonistas, a pesar de que no se trata de una historia de amor clásico típica de la compañía Disney, sino una relación de amor fraternal en la que la sororidad ha sido claramente reforzada en un intento de adaptarse a las necesidades y exigencias de las audiencias del siglo XXI.