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«Yo perreo sola»: feminismo y reggaetón ¿reivindicación o contradicción? BRAGA Créditos: Foto Instagram Ivy Queen

«Yo perreo sola»: feminismo y reggaetón ¿reivindicación o contradicción?

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Antonia Sepúlveda
Por : Antonia Sepúlveda Periodista en El Mostrador Braga.
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“El feminismo debe ser capaz de ver al reggaetón como una herramienta política de transformación de mentalidades. La música es un producto cultural, por lo tanto tenemos que ser capaces de mirar con distancia y no clausurar espacios donde efectivamente las mujeres podemos encontrar estrategias de liberación, de soberanía corporal, de goce para conquistar nuestras vidas. Hoy las mujeres y disidencias son parte activa de esta cultura”, afirma la investigadora de juventudes populares y Licenciada en Filosofía PUC, Andrea Ocampo.


Odiado y amado por muchos, el reggaetón surgió durante los 2000 proveniente de los barrios bajos de Puerto Rico. Con un ritmo característicamente pegajoso, el dembow de este género de la música urbana llegó hace 20 años para quedarse. 

Sus orígenes se remontan en el reggae y el rap, pero durante los 80, cuando comenzó a sonar en radios y discotecas “Tu pum pum” y “Te ves buena” del panameño El General, se marcó un precedente en el género urbano. Sin embargo, no fue hasta el 2004 con “Gasolina” del Big Boss, Daddy Yankee, que el reggaetón se exportó de Puerto Rico al resto del mundo.

No obstante, existen posiciones divididas sobre este género urbano, debido a las letras que cosifican y sexualizan a las mujeres en la mayoría de las canciones, pero ¿es acaso la violencia de género una problemática exclusiva del reggaetón?

You better run for your life if you can, little girl, hide your head in the sand, little girl, catch you with another man, that’s the end ah, little girl. Well I’d rather see you dead, little girl, than to be with another man. 

“Mejor corre por tu vida si puedes, pequeña niña, esconde tu cabeza en la arena, pequeña, si te pillo con otro hombre, será el final, pequeña niña. Preferiría verte muerta, que con otro hombre”.

Esta no es una canción de reggaetón, resulta ser una de pop rock titulada Run for your life de los Beatles, de su álbum Rubber Soul de 1975.

¿Es entonces la violencia de género el argumento para impedir que se escuche reggaetón?, ¿por qué incomoda más la sexualidad y el placer, que la alusión a femicidios?

Según explica la investigadora de juventudes populares, cultura y estéticas urbanas y Licenciada en Filosofía PUC, Andrea Ocampo, “hay una lectura sexista que se puede hacer desde lo masculino y femenino. El sexismo no toma en consideración otras expresiones de género y sexuales que hay alrededor de ese binarismo. Si bien el reggaetón tiene una tradición sexista, también permite trascender ese binarismo mediante la misma práctica de la cultura reggaetonera a través del baile, los códigos de vestimenta, el lenguaje, los estereotipos que reafirma y modifica”.

“El estereotipo de estas letras excede el género e identidades, va más allá de una letra en particular. Estas letras nos enfrentan a una realidad que opera en el presente, el sexismo no va a desaparecer. Lo que nos molesta, es que estas canciones nos espejean un paradigma que es más grande. El reggaetón sirve como una lupa social que enfrentamos diariamente. Nos enfrenta a la cultura más perversa en el que las mujeres, comunidades y sexualidades están disponibles para un otro, porque existe aún una hegemonía masculina”, afirma la investigadora.

«Quítate tú pa ponerme yo»: de la caballota a la bichota

La caballota, como se conoce popularmente a la reggaetonera puertorriqueña, Ivy Queen, es considerada una de las predecesoras de las mujeres en este género urbano, transformando aquel espacio tendenciosamente masculinizado, en una oportunidad de reivindicar la sexualidad y el placer femenino. “Yo quiero bailar”, uno de sus éxitos más populares, rompe con el esquema 15 años antes de las tomas feministas del 2018, para venir a hablar sobre consentimiento: “yo quiero bailar, tú quieres sudar y pegarte a mí, el cuerpo rozar y yo te digo si tú me puedes provocar, eso no quiere decir que pa’la cama voy”.

La egresada de Literatura y Lingüística de la Universidad de Chile y creadora de contenido, Francisca Urriola, afirma que “la industria está cambiando con el ingreso de mujeres reggaetoneras. Sin embargo, no está equiparado, pensemos que Ivy Queen lleva 20 años haciendo música, y no tiene el mismo alcance que Bad Bunny, que explotó hace tres años”.

Ivy Queen abrió el camino para tantas otras artistas que conocemos hoy tales como la bichota, Karol G; Anitta, Becky G, Paloma Mami, Rosalía, Tomasa del Real, Tini, Tokischa, y muchas más.

La cantante chilena de género urbano y activista twerkera hace 10 años, Señorita Chu, afirma que “como profesora de twerk, cantante y activista feminista, las letras que escuchamos en general son sexistas, pero no todo el reggaetón es sexista, yo trato de hacer música no sexista, porque estoy harta de eso. He escuchado muchos estilos de reggaetón nuevos de mujeres y hombres que han evolucionado con sus letras, ahora hay menos letras machistas. No creo que sea una contradicción ser feminista y escuchar o bailar reggaetón, porque si una chica escucha a Karol G, que tiene muchas letras reivindicadoras de lo que son las mujeres en el género urbano, está siendo fiel a sus convicciones. Lo que una mujer o un disidente siente al escuchar reggaetón, libera energía sexual y sensual, porque es una danza que, tanto los sonidos como las letras, hablan de bailar, mover las caderas, sentirse atraído. Una mujer puede escuchar una canción que hable de sexo y sea sexista y no estar de acuerdo con la letra”.

Según Ocampo, “como feminista tienes derecho a escuchar cualquier tipo de música y ser capaz de tener un pensamiento crítico y un posicionamiento respecto de este. Una siendo feminista vive permanentemente contradicciones, que tiene que ver con la cultura, pero en el caso del reggaetón, el feminismo debe ser capaz de verlo como una herramienta política de transformación de mentalidades. La música es un producto cultural, por lo tanto tenemos que ser capaces de mirar con distancia y no clausurar espacios donde efectivamente las mujeres podemos encontrar estrategias de liberación, de soberanía corporal, de goce para conquistar nuestras vidas. Hoy las mujeres y disidencias son parte activa de esta cultura”.

La mayoría de las mujeres que hoy se están apoderando de la industria del reggaetón, se han encargado de hacer letras reivindicativas del placer y la sexualidad propia. Asimismo, este género se ha abierto a nuevas identidades a través de las diversidades sexuales con la llegada de cantantes como Villano Antillano, artista no binaria transfemenina, o Tokischa, quien prefiere no definirse, pero que en cada canción y videoclip da relevancia y protagonismo a la comunidad LGBTQIA+.

“Villano Antillano es una muestra totalmente anómala y marginal de lo que vendría siendo una cultura sexista en el reggaeton, también Arca, o acá con las Torta Golosa. Toda esta diversidad que se vuelca a hacer música urbana rompe ese binarismo”, afirma Andrea. “La industria cambia con figuras como Villano Antillano o Bad Bunny, que tienen corporalidades diferentes a las esperables”, agrega. 

«Porque ella es jefa patrona»: ¿Bad Bunny aliado feminista o purplewashing?

Bad Bunny llegó en 2016 a posicionarse dentro de los grandes íconos de la industria musical y desde “Diles” nadie ha podido destronarlo. Hace pocas semanas Apple Music lo galardonó con el reconocimiento al “Artista del Año”, anunciando a través de sus redes sociales que “Bad Bunny se ha convertido en un símbolo de la migración de la cultura latina al mainstream global, remodelando la apariencia, el sonido y la sensación del pop moderno simplemente siguiendo a su propia musa. La super estrella puertorriqueña es el artista del año de Apple Music”. 

Por otro lado, también se convirtió en el primer artista en conseguir una nominación a álbum del año con una grabación en español en los Grammys, con su último disco “Un verano sin ti” (2022).

“Lo que sucede con Bad Bunny es casi la excepcionalidad vuelta regla. Un reponedor de supermercado, sin futuro, se hace un futuro cantando mal, pero con una lírica que hace sentido a una generación de adolescentes y adultos jóvenes que no habían encontrado un espacio para perrear y llorar al mismo tiempo. Lo que le permite al sujeto latinoamericano entregar una mirada de lo que sucede en el subdesarrollo”, afirma Ocampo.

Himnos como “Solo de mi”, “Yo perreo sola”, “Bichiyal” o “Andrea”, hablan precisamente de la reivindicación de las mujeres en el reggaetón y sobre la violencia de género en general. Esta última, trata sobre los femicidios consumados en Puerto Rico. En específico, esta canción se basa en Andrea Ruiz Costas de 35 años, una mujer puertorriqueña asesinada por su pareja, Miguel Ocasio, el 27 de abril del 2021. Sin embargo, las reiteradas fallas en el sistema judicial despertaron el repudio en Puerto Rico, generando una ola de manifestaciones por parte de feministas del país caribeño.

Por otra parte, el historial musical de Bad Bunny no se encuentra exento de sexismo y letras machistas, sin embargo, los tiempos han evolucionado lo suficiente para comenzar a mitigar de a poco aquellas letras violentas. 

Pero, ¿es acaso esta nueva era del reggaetón solo una estrategia de marketing para adecuarse a los tiempos que vivimos? El purplewashing es el término en inglés que se utiliza para hablar de un lavado de imagen “púrpura” en el contexto feminista. Se refiere a una variedad de estrategias políticas y comerciales que apelan a un falso compromiso con la igualdad de género. 

“Si nosotros queremos ser críticos y responsables respecto a nuestro cohabitar con estos sonidos y cultura, debemos criticar el efecto de esta música y movimientos culturales, más que la voluntad de los artistas. Cuál es el vínculo de esa producción cultural con el contexto. Quienes trabajamos con el reggaetón de forma sostenida, sabemos que la generalización es el enemigo de cualquier investigador. Así como existen canciones de alto contenido vulgar, patologizante, cosificante y violento, existen otras producciones estéticas e identidades que representan otra forma de pensar las subjetividades que están creando arte”, puntualiza Ocampo.

Hace unos meses Billboard publicó una nota titulada “Cómo es ser parte del equipo inclusivo de bailarines de Bad Bunny”. El puertorriqueño tiene un grupo definido de 10 bailarines, algunos de ellos lo han acompañado a lo largo de sus tres giras. La mitad se definen como mujeres, algunas de ellas queer, y la otra mitad está compuesta por bailarines de la comunidad LGBTQIA+ como hombres gay, personas de género fluido, entre otros. La inclusión de diversidades sexogenéricas no es lo único a destacar en este grupo de bailarines, sino además la diferencia de edades y la variedad de cuerpos que podemos ver, rompiendo así también con el estereotipo reggaetonero de solo mostrar cuerpos de mujeres cis, hipersexualizadas y estereotipadas. Cabe destacar que los artistas fueron escogidos personalmente por el cantante.

Por otro lado, en sus conciertos, Bad Bunny entrega unas pulseras luminosas que, además de iluminar el show, contienen un código QR que permite donar a diversas fundaciones de Puerto Rico, entre ellas, Taller Salud y Casa protegida Julia de Burgos, ambas fundaciones son organizaciones feministas dedicadas a combatir la violencia de género. 

“No dudo que hay artistas conscientes. No dudo que Bad Bunny tiene conciencia de los problemas sociales. Sin embargo, están dentro de la industria. Todo está maquetado. La “Bichota”, la “Bichiyal”, “Yo perreo sola”, todo ese empoderamiento de mujer independiente, casi de femme fatal urbana, totalmente empoderada de su sexualidad, creo que se hace concientemente para vender, porque llegas a un público que antes no abarcabas, y eso se traduce en ventas. Eso pasa con Taylor Swift, Selena Gomez, lo que está haciendo Shakira con su separación, está monetizando una situación personal. ¿Es totalmente negativo? No sería tan tajante de decirlo, porque ha ayudado a empoderar a muchas mujeres”, concluye Urriola.

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