Las investigaciones también muestran una relación entre la violencia de pareja y la falta de recursos personales y sociales para resolver conflictos: la autoestima, la empatía y la asertividad están relacionadas de manera inversa con la violencia.
La adolescencia es la etapa del ciclo vital en la que la pareja pasa a ser una de las figuras de socialización y apoyo fundamentales. Cuando se basa en la reciprocidad, el compañerismo, la igualdad y el afecto, son una fuente de beneficios para el desarrollo psicosocial. Pero cuando estas relaciones amorosas se basan en la violencia, tienen graves consecuencias en la salud mental y son un predictor de violencia dentro de las relaciones de pareja en la edad adulta.
Las cifras de prevalencia a nivel nacional e internacional de este tipo de violencia son preocupantes. Por ejemplo, los porcentajes en estudios llevados a cabo en España y Colombia confirman cifras de alrededor del 90 % en violencia de pareja en la adolescencia. Los datos indican que estas elevadas cifras corresponden con violencia de tipo verbal–emocional, de escasa severidad y bidireccional.
De hecho, algunos estudios destacan que la falta de experiencia que los adolescentes y las adolescentes tienen sobre cómo expresar amor a la pareja lleva a la utilización de dinámicas de cortejo relacionadas con la violencia. De este modo, suelen utilizar dinámicas agresivas basadas en menosprecios, amenazas y control como muestras de amor
El uso de las tecnologías de la información y comunicación entre las parejas adolescentes presenta múltiples ventajas que afectan directamente a la emocionalidad y bienestar del menor: permiten que las parejas estén en comunicación constante, obtengan apoyo y soporte emocional, y se conozcan más (expresando sus gustos, encontrando conexiones, compartiendo historias y vivencias, o incluso, revelando fantasías).
Pero por desgracia las tecnologías también han aumentado las oportunidades delictivas entre las parejas adolescentes. Los dispositivos electrónicos permiten trasladar la violencia ejercida de forma tradicional dentro de las relaciones de noviazgo a la esfera digital.
Pese a que no existe una única definición, la ciberviolencia de pareja hace referencia a todas aquellas conductas de control y agresión que los adolescentes ejercen hacia sus parejas a través de internet y las redes sociales. Datos actuales muestran la existencia de una prevalencia más elevada en las conductas de cibercontrol respecto a las conductas de ciberagresión en menores entre los 12 y 17 años.
Esto puede estar relacionado con las altas cifras de violencia verbal-emocional en el mundo físico expuestas anteriormente. Por tanto, la expresión de amor hacia la pareja en el mundo virtual se establece a través de dinámicas de control bidireccionales, en las que son las chicas las más victimizadas.
Las propias características del mundo digital confieren al agresor ventajas para ejercer más daño a su víctima. Las redes permiten utilizar el anonimato y extender las agresiones ad infinitum, reflejando el poder y la impunidad del agresor sobre la víctima. El agresor puede humillar y amenazar a su pareja de manera privada o pública durante las 24 horas del día, los 365 días del año. Todo esto hace que la víctima de estas agresiones no sepa cómo escapar y sus sentimientos de indefensión se multipliquen.
Los jóvenes que se relacionan en pareja desde estas dinámicas de control pueden llegar a confundir la dependencia, los celos y la necesidad de control con una muestra de afecto y preocupación por su pareja. A largo plazo, las relaciones tóxicas provocan un cambio en el estilo comunicativo de los miembros y los dispositivos electrónicos se emplean como un medio de control y monitorización de la pareja. Estas acciones dañinas van desde las amenazas y los insultos a la difusión de secretos o contenidos íntimos a través de la red, el cibercontrol e incluso el robo y uso de contraseñas.
Para los adolescentes que las ejercen o soportan, estas conductas se consideran una prueba de amor, por ello no son capaces de identificarlas como peligrosas. De hecho, estudios recientes ponen de manifiesto que gran parte de los adolescentes normalizan estas conductas abusivas como una forma más de relacionarse con su pareja.
Cabe tener en cuenta que quien es víctima de violencia en el mundo real suele ser víctima también en el mundo virtual. Este contínuum puede ser devastador.
Es frecuente que la idea de amor en la adolescencia esté relacionada con los mitos del amor romántico. Las ideas de que el amor es sinónimo de sufrimiento, y que el control y los celos son una muestra de amor están extendidas. Son las que llevan a tolerar en las relaciones de pareja esas conductas moderadas y bidireccionales relacionadas con el control y la violencia verbal–emocional en internet y en la vida real.
Las investigaciones también muestran una relación entre la violencia de pareja y la falta de recursos personales y sociales para resolver conflictos: la autoestima, la empatía y la asertividad están relacionadas de manera inversa con la violencia.
Conocer en profundidad los factores que desencadenan estos primeros signos de violencia e intervenir sobre ellos puede ayudarnos a prevenir la violencia de género, ya que las chicas son las más victimizadas y las relaciones de pareja juveniles siguen estando impregnadas por estereotipos de género.
De hecho, los datos sobre violencia sexual ya en la adolescencia cuentan con diferencias en función del sexo.
Los programas y estrategias de prevención de la violencia de pareja tanto en línea como en persona deben contar con cinco líneas principales de actuación.
La colaboración de las escuelas junto con una óptima educación afectivo–sexual es uno de los métodos de prevención que se deben potenciar para la erradicación de la violencia de pareja en adolescentes.