
Ana Luz Ormazábal, directora y actriz: “Creo que asociarse entre mujeres es súper importante porque el patriarcado nunca va a dejar de estar”
Ana Luz es actriz de la Universidad Católica y Magíster en Performance Practice and Research en The Royal Central School of Speech and Drama de Londres. Es directora del Antimétodo, una compañía de teatro y práctica de investigación y creación escénica. El grupo está conformado desde 2012 y trabaja principalmente desde la performance y el sonido como generadores de una experiencia escénica. “Me acuerdo cuando estaba en la escuela y miraba la cartelera y yo no veía tantas directoras mujeres, había pocas. Ahora hay muchas más y yo hago clases en la escuela y las estudiantes mujeres están dirigiendo y tomando las batutas de sus proyectos o haciéndolo de forma horizontal. Hay millones de formas y pienso que en el fondo tenemos menos miedo, porque hay temas que son fundamentales que se están hablando crudamente, entonces no tenemos que soltar esa discusión”, comenta en conversación con El Mostrador Braga, Ana Luz Ormazábal.
Fue directora de «Tarde de Verano» (2016), texto ganador de la categoría emergente en la XVII Muestra de Dramaturgia Nacional, escrito por Ana Corbalán. Colabora como asistente creativa en “Éxodo” (2017) proyecto dirigido por Manuela Infante y fue participante del Edinburg Fringe Festival (2017) como parte de la comitiva chilena del CNCA.
Colabora con artistas y es docente en varias escuelas de teatro del país.
Su investigación como directora surge a partir del deseo por experimentar en el potencial del sonido como generador de lenguajes escénicos. Esta tesis derivó en su primer proyecto “Concierto” (2012), una puesta en escena donde indaga el cuerpo como instrumento musical.
En esta oportunidad, Ana Luz conversó con El Mostrador Braga a raíz de su última obra “Este teatro no está vacío”, una obra postpandemia, donde se reviven los fantasmas y las historias que guarda el teatro y las actrices. Se habla del oficio teatral, su importancia, su inutilidad y la necesidad de hacer arte en tiempos adversos. Tres actrices vuelven a habitar un escenario, invocando lo sucedido en obras de otros tiempos y confundiendo sus propios deseos de actuar y vivir, con los de las voces y textos que las encarnan. Con extractos dramatúrgicos de distintas piezas emblemáticas del teatro chileno, este espectáculo encarna el descomunal impulso de hacer aparecer eso que ya estuvo ahí en el escenario.
—Cuéntame un poco cómo ha sido volver a los escenarios postpandemia, ¿cómo fue el proceso de adaptación en confinamiento, y ahora adaptarse nuevamente a la presencialidad?
—La verdad es que fue súper genial porque a mí me invitaron del teatro para hacer una obra que al principio se supone que iba a ser híbrida, pero por suerte se abrió la presencialidad un poco más y pudimos hacerla así. Yo durante el confinamiento no hice nada por Zoom, sí hice clases de teatro en formato híbrido, pero la verdad es que como que me detuve, para mí fue súper importante volver a dirigir después de dos años, porque justo cuando fue el estallido social, nosotros estábamos estrenando con Antimétodo el “Al Pacino”, un montaje que se canceló por las movilizaciones y que luego lo íbamos a presentar durante el 2020 y también se canceló. Entonces para mí fue retomar ese músculo de la dirección, retomar preguntas de investigación y mi quehacer, que estaba súper activo, se está activando cada vez más desde hace años. Más encima esta es una obra que tenía que reflexionar sobre eso mismo, sobre las políticas culturales, los vacíos, la falta de apoyo del Gobierno, entonces había mucha rabia acumulada de parte de todas las creadoras del equipo. Estamos, por un lado, con un privilegio muy grande de hacer una obra en un teatro así, y, por otro lado, haciéndonos cargo de la rabia que sentíamos, no solamente haciendo una reflexión romántica sobre volver a la presencialidad, sino que la pregunta que hace la obra es ¿cómo volvemos?, y creo que todavía estamos en varios problemas en términos de cómo se apoyan las artes en Chile, o sea, estamos cada vez peor. Al igual que ahora, que se habla de una “postpandemia”, pero leí por ahí que hablar de postpandemia es negacionista, porque seguimos en pandemia, entonces, sí creo que todavía es contingente y es actual de alguna manera.
—¿Crees que los meses de confinamiento empeoró la situación de los y las artistas?
—Creo que toda la gente que trabaja con público y el gremio de la actuación, del teatro, que pone el cuerpo, y que en la pandemia no se podía juntar un cuerpo con otro, se vio en crisis. Me parece que estuvo bien la gente que hizo teatro a través de Zoom para poner la creatividad, para mover la plata también, para trabajar. Bueno, yo hice clases por Zoom, que tampoco está tan lejos de eso, y lo que pasa en este país es que las artes no se ven como un derecho ciudadano, no se conciben como parte de los derechos fundamentales. Acá se le da importancia a que la ciudadanía acceda a arte extranjero, y no a experiencias que son hechas por sus propios conciudadanos y eso es terrible, porque en el fondo, el sentido de la identidad, con el humor de acá, con las políticas internas que no se dejan permear por el arte, y creo que el Gobierno actual lo tiene mucho más claro y es mucho más cercano a eso y vemos al presidente yendo el teatro y todas esas cosas que para mí, igual son gestos que dicen cosas, pero hace falta que se entienda el ocio como una necesidad y no solamente Netflix, la tele y el cine, sino que los espacios de reunión, las asambleas, el teatro, son cosas que en Chile post dictadura o antes, han sido cercenadas.
—Y con respecto a eso mismo de la deuda histórica que existe, ¿cuáles consideras que son las políticas públicas que se deberían implementar para incentivar al ocio?
—Mira ahora yo fui a hacer dos residencias, una con la Carla Zúñiga a Quilaco, y otra a Trashumantes en Temuco y fue súper interesante ir. Hace tiempo que no iba para allá, también por la pandemia, y me doy cuenta de que el teatro o las artes escénicas, más allá de las obras, son una necesidad de los territorios de hacerlo, sus propias maneras, sus propias problemáticas, reunirse con los amigos, con los vecinos, con las actrices profesionales que hay ahí, poner sus deseos en escena, y esa práctica, que tal como el fútbol o el ajedrez, millones de prácticas, son prácticas sociales de ocio, de placer, de voces y de pensamiento, y el teatro es una más, y yo estoy segura de que si hubiese más clases de teatro en todos los colegios, en los territorios, la gente haría teatro, porque es una práctica de reunión, de pensamiento, de compartir, de discusión. El teatro es un juego, parte de la idea de juego y todo el mundo siempre cuando es chico quiere jugar, y los adultos también. Más allá de la obra de los artistas, es una práctica social. Por ejemplo, en Buenos Aires tu ves que la gente va al teatro, o sea, yo vi obras de gente que trabaja en el banco y en la tarde iba al taller y luego a hacer una obra, y se les llenaba la sala, porque el teatro está pensado como una actividad ciudadana. Entonces, claro, hay gente que estudia, y hay gente que investiga que está haciendo un teatro súper específico, y otra gente que hace un teatro que no es tan específico, quizás un teatro que no está pensando en los formatos, pero un teatro también que es increíble, que es ciudadano, eso es una actividad ciudadana y que en el fondo acá en Chile está ligado solamente a las academias. La gente que no va a la academia, siente que no tiene las herramientas para hacerlo, entonces no lo hace, pero mucha gente lo quiere hacer, y eso es lo que a mí me dan ganas de que entre en las políticas públicas como una actividad ciudadana.
—Y volviendo un poco ahora Santiago A Mil con específicamente Teatro A Mil, donde se está presentando tu obra “Este teatro no está vacío”, pero que ya se estrenó el año pasado en teatro UC ¿no?
—Sí, se estrenó el 2021, justo como cuando pasamos a la fase 3, creo.
—¿Y cuál fue tu inspiración tras “Este teatro no está vacío”?, ya me hablaste un poco que tiene que ver con esto de la pandemia, pero en específico, ¿qué sentimientos quieres evocar con esta obra?
—El llamado del teatro UC, de la Gabriela Aguilera, que es la directora, fue hacer esta obra que se llama “Este teatro no está vacío” y me dio unos textos que habían sido montados, era un marco súper general, pero también bastante específico, y luego con las actrices María Izquierdo, Camila González, Josefa Cavada, Aníbal Gutiérrez, asistente de dirección; Manuel Morgado, diseñador; José Manuel Gatica, músico; fue como primero ver qué resonaba con nosotros dentro de ese edificio que es tan icónico para el teatro nacional, el Teatro de la Católica es parte fundamental de la historia del teatro en Chile, junto con el de la Chile son fundantes en la creación de la teatralidad, entonces era mirar ese edificio que tiene mucha historia y que es muy importante, que es patrimonial, entonces, por un lado, estaba eso, esa historia que guarda ese lugar y, por otro lado, la biografía por ejemplo de la María Izquierdo y todo su repertorio como actriz, ella también es un patrimonio vivo, también el repertorio de la Cami González, que es más joven, o la Josefa, que no tiene repertorio quizás, pero tiene talento y que puede evocar a otras edades, entonces por ahí estaba: entre lo íntimo y lo biográfico. Por un lado, esta cosa como arquitectónica patrimonial, y tuvimos dos meses para hacerla, entonces fue bastante instintivo lo que iba saliendo, y la intención mía siempre fue que hubiera música, que hubiera canto, que a través del canto y algo que yo vengo trabajando hace ya diez años con el Antimétodo lo que es el sonido, como entrar en vibraciones más sensibles que hicieran este rito de ficcionar, que estamos haciendo aparecer estas fantasmagorías, entonces desde un lugar también bastante sensible, ritual y también crítico. Estaba esta mezcla de material crítico, sensible y sonoro biográfico.
—Volviendo al título de la obra, ¿qué importancia tiene la presencialidad del teatro, como puesta en escena, de qué forma crees que el público también se hace parte de la obra?
—A mí me encanta la presencialidad. Yo creo que el teatro es presencial y creo que siempre hay alguien que hace algo frente a otra persona, aunque sean puros robots, alguien pone play en algún momento y se mueve, porque tiene un botón, hay fuerzas, y yo creo en esas fuerzas, y en esta obra en el fondo lo que hicimos fue canto, cuerpo y vibraciones a mil. Uno se conmueve porque alguien hace algo, los cuerpos ejecutando la acción, y eso es lo que no vimos durante el confinamiento.
—¿Cuál crees que fue el mayor desafío al dirigir esta obra?
—Fue el poco tiempo que tuvimos, porque en el fondo fue producir material que fuera significante para todas, y yo desde la dirección hacer las preguntas, hacer las improvisaciones y las provocaciones para que saliera ese material de forma bastante fértil, así como estar alerta, salir del letargo de la pandemia y volverme muy alerta, también poner el cuerpo en la dirección nuevamente. Yo siempre dirijo con las sensaciones y con la fenomenología de lo que está pasando ahí y eso quizás también estaba un poco dormido. Entonces se fue activando en todo sentido para esta creación, porque esta creación hablaba de eso también, entonces se ponía el cuerpo en el trabajo de los ensayos luego de haber estado encerrada y despertar ese músculo y a la vez ser cuidadosas con la crítica y con lo sensible que era la pandemia también. En el fondo, lo que está pasando con la falta de fondos, con la precarización laboral, con las muertes, con el encierro, con la salud mental, no era menor. Creo que hay que saber dar nuestra opinión con todo el cuidado y con toda la rabia también, saber medir esas cosas, porque si te dan ese espacio para hacerlo, hay que hacerlo con seriedad.
—Hace un rato me hablabas del elenco que tiene esta obra, que si bien es equitativo, las actrices propiamente tal son mujeres, ¿qué destacas de trabajar con artistas mujeres en escenario? ¿Cómo —quizás— congenian mejor?
—Mira, sí, de todas maneras. Tampoco quiero caer en lo que creo que está cayendo mucha gente, que es pensar que, porque uno llama a mujeres, la obra inmediatamente es feminista, porque en eso no estoy de acuerdo. Creo que las prácticas son feministas, y sin duda me encanta trabajar con mujeres, pero hay que tener ojo con esos titulares como que el hecho de trabajar con mujeres es un acto feminista per se, Pero de todas formas sí, o sea, yo quería que fueran puras mujeres, también porque quería trabajar con amigas, abrirse íntimamente con ellas, para mí ese momento resultaba mucho más cómodo, pero también estaba el Jose Gática, el Aníbal Gutiérrez y el Manuel Morgado, entonces no puedo como decir que con ellos no pasó. Eso sí, creo que asociarse entre mujeres es súper importante porque el patriarcado nunca va a dejar de estar, lamentablemente. Entonces creo que sí es importante hacerlo, a mí me importa, lo hago con otras colegas también, y simplemente voy a seguir haciéndolo.
—Es súper interesante eso que dices tú de que no todas las obras hechas por mujeres y protagonizadas por mujeres son feministas, pero también es importante eso de destacar que todas somos víctimas del patriarcado, finalmente. ¿Cómo crees que las mujeres han sido desplazadas de las obras escénicas y el arte en general?
—Me acuerdo cuando yo estaba en la escuela y miraba la cartelera y yo no veía tantas directoras mujeres, había pocas. Ahora hay muchas más y yo hago clases en la escuela y las estudiantes mujeres están dirigiendo y tomando las batutas de sus proyectos o haciéndolo de forma horizontal. Hay millones de formas y yo pienso que en el fondo tenemos menos miedo, porque hay temas que son fundamentales que se están hablando crudamente, entonces no tenemos que soltar esa discusión, y en el fondo, el miedo es el miedo a que nos maten, el miedo que nos hagan bullying, a que nos acosen, a que nos pongan etiquetas, esos fantasmas todavía están, entonces yo veo que las chicas en la escuela están rompiendo con todo los estereotipos, pero tenemos que ser complejas para hablar de los feminismos, porque también cuando nos quedamos con ciertos titulares, nos pegamos un balazo en la pierna. Por eso es genial conversar y cuestionar también los mismos feminismos, entonces es un ejercicio que nunca se acaba, y me gusta conversarlo con amigas y amigos, con familiares, y también me interesa trabajar con gente que piensa distinto.
—Algo que tú has nombrado harto a lo largo de la entrevista es que realizaste clases por Zoom también, ¿qué es lo más interesante de enseñar sobre el teatro y las artes escénicas?
—En términos como del arte o como artista me interesa provocar espacios donde los alumnos sientan libertad creativa y no tengan miedo a poner sus deseos, que no sientan que hay que hacer las cosas de cierta forma. Por otro lado, me gusta hablar del rigor que requiere este trabajo, de que la frustración también es parte, que no es tan fácil, pero desde la ternura, desde el rigor, y desde defender ideas que están interesantes y que a mí me gustan, que podamos discutir. Creo que la academia o la escuela son lugares donde nosotros podemos pensar, sentir juntas, y que no haya miedo.
—¿Cuáles son las principales diferencias, que evidencias tú, entre ser actriz de la obra y ser directora?
—Creo que es muy distinto porque yo no pongo el cuerpo como directora. Yo miro, estoy afuera. Como actriz estoy en una dimensión que yo no conozco, que yo ya desconozco, pero que yo estudié, entonces tengo la experiencia, y eso es lo lindo del teatro. Creo que en el teatro latinoamericano en general, todos estudiamos actuación, todos pasamos por estar adentro, los dramaturgos, directores, diseñadores. Luego salimos, pero tenemos esa experiencia vivida y a mí me conmueve mucho porque en el fondo hay una exposición, hay una cosa muy frágil que requiere mucho cuidado, y, por otro lado, la dirección creo que tiene mucha responsabilidad, como en todo tipo de líder de un grupo. Si la obra sale mal, a veces la culpa es de la directora o director, como también el llevar el proyecto que es mucho trabajo y que muchas veces está muy precarizado. Creo que son dimensiones distintas, pero que se necesitan y que me encanta, yo necesito de las actrices. Es una relación de dependencia absoluta. Me interesa trabajar con gente que quiere actuar y que quiere desplegar su imaginario, su talento, y su deseo, entonces, yo tengo que generar las condiciones para que eso suceda, y por eso es un trabajo de mucha sensibilidad y de cuidado.
—¿De qué forma crees que el teatro se vincula con lo político?
—Yo creo que es una actividad donde pensamos y hacemos mundos utópicos. Para mí en el teatro hay mundos que se levantan, que se construyen, que son utopías, que son deseos. Es un espacio de libertad tan bonito, pero brutalmente político, no solamente porque se hable de temas de la contingencia, sino porque uno establece formas de hacer, y esas formas de hacer se despliegan y hablan de políticas e ideologías, entonces las formas de hacer, los formatos desde el teatro, desde la danza, desde las artes vivas, están ahí desplegados. Estamos desplegando maneras de vivir, de comportarnos. Eso sumamente político.
“Este teatro no está vacío” se estará presentando hasta el 18 de enero a las 20:00 hrs en la Sala 2 del Teatro UC, Ñuñoa. El precio de la entrada es de $10.000 con algunos descuentos disponibles en la página oficial de Teatro A Mil. Asimismo, recomiendan llegar aproximadamente 30 minutos antes de cada función.