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Privilegio cis Yo opino

Privilegio cis

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Desde una perspectiva sociológica, el privilegio se define como un tipo de ventaja que obtienen ciertas personas por el simple hecho de pertenecer a un grupo social con poder. El privilegio no es cualquier ventaja, sólo incluye aquellas que se otorgan de forma fácil, sin esfuerzo individual de por medio; y de manera sistemática, sin importar donde la persona esté o con quien se relacione. Hay muchos tipos de privilegios – de clase, de género, racial, por capacidad funcional, etc. – porque hay muchas formas de distribuir de manera desigual reconocimientos, oportunidades y recursos en la sociedad. A propósito de una reciente investigación que publicamos entre Fundación SOL y OTD (gracias al financiamiento de la Fundación Heinrich Boell – Oficina Cono Sur), en esta columna nos centramos en explicar cómo opera el privilegio de las personas cisgénero en el mercado laboral. Antes, eso sí, aclaramos algunos conceptos relevantes.

Las personas cisgénero son aquellas que se reconocen con la identidad de género y el sexo que les asignaron al nacer. Por ejemplo, al nacer, si a un bebé se le categoriza como mujer y con el paso del tiempo considera que sigue perteneciendo a esa categoría, entonces es una persona cisgénero. Lo peculiar de este acto de categorización es que se asume que hay sólo dos grupos de personas -hombres y mujeres- que tienen características físicas innatas, inmutables y estables a lo largo de sus vidas. Dicho de otra forma, se asume que una persona nace mujer (u hombre), vive como mujer (u hombre) y muere como mujer (u hombre). El problema es que la realidad es mucho más compleja que este binarismo.

[cita tipo=”destaque”] Según un estudio realizado por Fundación Sol, personas cisgénero acusan a las personas trans de ser un engaño, y, como consecuencia, deciden no contratarlas por el mero hecho de que su nombre legal no coincide con su nombre social. Otras veces, personas cisgénero hacen uso de la autoridad de su privilegio para exigirle a las personas trans cambiar su forma de vestir. En otras formas más violentas, personas cisgénero recurren a golpes y ataques verbales contra las personas trans cuando ellas deciden usar el baño de una empresa. Por si fuera poco, cuando las personas trans denuncian tratos discriminatorios de clientes, colegas y supervisores, las personas cisgénero las acusan de exageradas. [/cita]

Por ejemplo, hay personas que deciden transitar de  género porque no se identifican con las categorías que la comunidad médica les asignó al nacer. Entonces, un hombre trans es aquella persona que fue identificada como mujer al nacer, y vive su vida como hombre. Una mujer trans, en tanto, es una persona que fue identificada como hombre al nacer, y  se siente y vive como mujer. Finalmente hay personas trans que no se identifican con las categorías de hombre y mujer, y se entienden a sí mismas como no binarias.

Pese a la diversidad y riqueza de formas de vivir y sentir el mundo, en nuestra sociedad se persiste una y otra vez con la idea de que las personas cisgénero son el estándar de lo que es frecuente, normal y deseable. Como consecuencia, cualquier desviación a esta cisnorma es considerada una aberración. Esta manera jerarquizante de entender el mundo se sostiene gracias a mecanismos específicos que les otorgan ventajas sistemáticas e inmerecidas a las personas cisgénero; o lo que en esta columna hemos denominado como privilegio cis.

El privilegio cis opera de forma invisible porque se asume que es el estado natural de las cosas. Se toma como algo obvio y garantizado de antemano. Entonces, cuando personas trans acceden a espacios dominados por personas cisgénero, su sola presencia les exige a las personas cisgénero hacerse preguntas sobre sus propias vidas, sobre lo que dan por descontado, y sobre sus ventajas automáticas. Con esto, las personas cisgénero sienten sus vidas interrumpidas y amenazadas, y muchas veces esta perturbación se traduce en violencia y rechazo hacia las personas trans.

En nuestro estudio constatamos diversas formas como se manifiestan estas sensaciones de amenaza y perturbación. Por ejemplo, personas cisgénero acusan a las personas trans de ser un engaño (por estar expresando un “género equivocado”) y como consecuencia deciden no contratarlas por el mero hecho de que su nombre legal no coincide con su nombre social. Otras veces, personas cisgénero hacen uso de la autoridad de su privilegio para exigirle a las personas trans cambiar su forma de vestir y así restaurar el orden de lo que se considera adecuado para un hombre o una mujer. En otras formas más violentas, personas cisgénero recurren a golpes y ataques verbales contra las personas trans cuando ellas deciden usar el baño de una empresa. Por si fuera poco, cuando las personas trans denuncian tratos discriminatorios de clientes, colegas y supervisores, las personas cisgénero  las terminan acusando de que su percepción de la realidad está equivocada, que están exagerando y que simplemente le “dan mucho color” a los hechos.

Con estos ejemplos lo que queremos mostrar es que las personas cisgénero no afrontan un acoso diario de preguntas sobre sus genitales ni deben dar explicaciones constantes para aclarar si se es “hombre o mujer”. Nadie les niega un empleo por lo que dice su cédula de identidad y no reciben golpes por entrar al baño de su lugar de trabajo. Estos ejemplos también nos muestran cómo personas cisgénero tienen la autoridad para definir qué es un hecho equivocado y anormal, y con ello tienen inmunidad para reproducir prácticas que excluyen y violentan a las personas trans.

El privilegio cis tiene efectos directos y sistemáticos en la forma como se distribuyen ventajas y desventajas en el mercado laboral. De hecho, en Uruguay, sólo un 23% de las personas trans tiene un trabajo formal; cifra que disminuye a un 10% en Argentina; y a un 5% en El Salvador (Comisión Interamericana de Derechos Humanos, 2020). Si bien en Chile no contamos con estadísticas, a partir de las entrevistas que hicimos para este estudio, observamos que las personas trans son segregadas a trabajar en empleos de mala calidad, con bajos sueldos y en extremo precarios o peligrosos. Además, en estos empleos reciben agresiones físicas y verbales de forma constante lo que se vuelve en una fuente de estrés sistemática que tiene un impacto directo en su salud física y mental. Al mismo tiempo, constatamos que, para hacer frente a esta violencia, personas trans construyen redes con pares en trabajos informales y autogestionados, y de esa forma resisten y crean comunidad para vivir su identidad trans en plenitud.

El privilegio cis descansa en una relación social: las ventajas estructurales de un grupo (personas cisgénero) se obtienen a costa de la opresión estructural de otro grupo (personas trans). Ante esto, silencio es complicidad. El mero acto de seguir invisibilizando y naturalizando en los lugares de trabajo, sindicatos, y en las políticas públicas las ventajas fáciles e inmerecidas que las personas cisgénero tienen en comparación a las personas trans, reproduce ficticias jerarquías sociales que no hacen más que dividir al mundo en dos: entre seres humanos superiores e inferiores.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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