La angustia, los pensamientos catastróficos y el temor al fracaso o a hacer el ridículo se apoderan de las mujeres cada vez que llega la impostora, pues piensan que no están a la altura de las expectativas de los demás. “Yo creo que la mejor universidad que hay para aprender a dudar de nosotras mismas es el patriarcado, esto lo tengo clarísimo”, asegura la autora, Emma Vallespinós.
La periodista y escritora Emma Vallespinós llevaba “más de media vida” escuchando una voz en su cabeza que le decía “no lo hagas, no te expongas, no lo vas a hacer bien” cada vez que tenía que enfrentarse a un reto, sin embargo, no fue hasta que un editor le comentó que una escritora a la que ella seguía mucho iba a sacar un gran libro pronto y que debido a eso había desarrollado un “tic nervioso en el ojo” que se dio cuenta que ya era hora de desentrañar ese problema.
“Le dije que a mí ese tema me interesaba mucho porque llevaba un tiempo con ese radar, localizando situaciones o viendo a mujeres que me decían una cosa y otra y veía que eran inseguridades muy similares a las que yo tenía. Me dijo que pensara en una propuesta y yo pensé que era una oportunidad propia para salir del armario en el que llevaba metida tantísimo tiempo y que me generaba tanto malestar, porque llega un momento en el que tú crees que es algo tuyo, una tara, algo de tu personalidad”, confiesa en una entrevista con Efeminista.
Fue así como se gestó “No lo haré bien” (Arpa, 2023), un libro en el que Vallespinós se introduce en las inseguridades que envuelven al síndrome de la impostora que afecta a tantas mujeres en el mundo y detecta que lejos de ser un problema puntual es el resultado del sistema patriarcal que desde siempre ha excluido a las mujeres del espacio público, las ha silenciado y cuestionado, ha invalidado sus puntos de vista y conocimientos y, como si no fuera suficiente, les ha hecho creer a ellas mismas que así es como debe ser.
“Cuando ya ves que es un problema global, que nos afecta a muchas mujeres independientemente de nuestra preparación, de nuestra edad, de nuestro cargo en una empresa, ya dices: ‘Aquí pasa algo’. Porque no me pasa solo a mí en mi experiencia, sino que también le pasa a tantísimas mujeres tan distintas a mí y que quizás no tenemos nada más en común que eso”, menciona la escritora.
Con “No lo haré bien”, Vallespinós intenta proponer un “abrir los ojos colectivo”. “Darnos cuenta de que lo aprendimos desde niñas, nos criamos con esa sensación de que había lugares en los que no se nos esperaba y en los que éramos meras invitadas”, afirma
Para demostrar que el síndrome de la impostora no es algo que solo perciben ciertas mujeres, Vallespinós recoge en su libro la “incapacidad” para dar discursos que dijo tener la escritora Ana María Matute cuando en 2011 recibió el Premio Cervantes.
“Tenía 85 años, una dilatada trayectoria literaria a sus espaldas, estaba acostumbrada a dar entrevistas, era una oradora culta, interesante y muy divertida. Pero, de haber podido escoger, entre trabajo y aplausos, entre el silencio de su escritorio y aquel momento de celebración, no hubiera dudado en elegir la fatiga de la escritura —¡tres novelas y veinticinco cuentos!— a esos dieciséis minutos y nueve segundos que duró su discurso”, escribe.
Michelle Obama, la poeta Amanda Gorman y muchas otras mujeres destacadas también se han sentido impostoras, explica la autora, cuando han tenido que enfrentarse al público.
“Hay algo en lo público que nos hace percibirlo como territorio enemigo. Podemos no dudar de nosotras en la intimidad, ser incluso plenamente conscientes de que estamos preparadas para la tarea que tenemos que acometer, pero en el momento de salir al mundo y alzar la voz, la inseguridad hace acto de presencia”, relata en el libro.
Escribir este título le ha permitido reflexionar sobre cómo la falta de referentes femeninos ha influido en el desarrollo de la confianza de las mujeres. “Al final, las personas que hacían cosas importantes siempre eran hombres, los que mandaban, los que dirigían países, los que tenían opiniones que realmente valía la pena escuchar. Nos cuesta vernos en otro papel y en otro rol”.
“Una auténtica impostora nunca descansa. Es como un drugstore abierto 24/7. Una impostora anticipa el sufrimiento y padece preventivamente. Una impostora sufre antes, durante y después”, describe Vallespinós en el libro.
La angustia, los pensamientos catastróficos y el temor al fracaso o a hacer el ridículo se apoderan de las mujeres cada vez que llega la impostora, pues piensan que no están a la altura de las expectativas de los demás. “Yo creo que la mejor universidad que hay para aprender a dudar de nosotras mismas es el patriarcado, esto lo tengo clarísimo”, asegura la autora.
Y agrega que es el sistema patriarcal el que constantemente está diciéndole a las mujeres que no podrán y les pone una “lupa muy grande” para vigilar cuidadosamente cada paso que dan. “En el género del ensayo, por ejemplo, publican muchísimas menos mujeres que hombres porque realmente es un género en el que creemos que que se cuentan cosas, en el que somos la voz experta. Y entonces ahí cuesta más que una se sienta legitimada a ser la que la que sabe y la que está explicando al resto”, dice.
Ese autocuestionamiento y falta de legitimidad en el espacio público provoca que las mujeres prefieran rechazar las propuestas de escribir, hablar en tertulias, dar conferencias, aceptar ascensos o trabajos para los que sí están capacitadas.
“Cuando tú vas dejando de hacer cosas por la inseguridad eso no tiene fin, porque al final, cada vez cuesta más, te vas poniendo palos en las ruedas, te vas negando porque crees que no y al final llega un punto que es que estás ya muy alejada de poder hacerlo porque realmente el único mensaje que has tenido es ‘no voy a hacerlo, no voy a ser capaz’”, dice.
Por esta razón, afirma, ella misma se ha convertido en una activista del “sí”. “Si esperamos a que llegue el valor, a sentirnos cómodas para hacerlo, a creernos que somos capaces de hacerlo, no va a pasar. Lo que tenemos que hacer es antes de decir que no, porque es como un ‘no’ automático, lo tenemos siempre en la punta de la lengua, tenemos que pensar: ‘Si yo me sintiera capaz, si no sintiera esa inseguridad máxima que siento, ¿lo haría?’, si la respuesta es sí, hay que hacerlo”, recomienda.
Emma Vallespinós recuerda que cuando ella descubrió que lo que sentía tenía un nombre y que era un problema estructural fue “muy liberador”. Por eso cree en la importancia de que las mujeres conozcan de dónde surge esa inseguridad asfixiante y aprendan a actuar ante ella.
“Tenemos que darnos cuenta de que es una cosa aprendida, estructural y que tenemos que plantarle cara y también que le pasa a muchas mujeres que ni siquiera pensaríamos. Cada una está pensando que a la de al lado es inconcebible que le pase. Hay que perder el miedo a decir ‘a mí también me pasa’”, menciona.
Además, cree que es importante hacerlo sobre todo en una época en la que por medio de la violencia digital y la política se busca volver a silenciar a las mujeres.
“Hay muchos hombres que tienen los dedos cruzados pensando en que esto de que se nos escuche, se nos preste atención, que estemos publicando más, que estemos en más lugares y que estemos en tertulias y mesas redondas sea una moda, una moda que cuanto antes se acabe, mejor, para que se vuelva a la ‘normalidad’ porque perder los privilegios es droga dura y es muy doloroso”, señala.
Sin embargo, está segura de que las mujeres no permitirán ni un paso atrás más en los derechos conquistados y que esta lucha solo irá hacia adelante, pese a que haya quienes crean que “ya hemos conseguido mucho”.
“Algunos hombres se están poniendo nerviosísimos por eso. Al final han vivido muy bien y lo han tenido todo a favor los hombres blancos heterosexuales. ¿Quién quiere renunciar a eso? A todo ese privilegio, a toda esa atención, a todo ese protagonismo. El mundo les ha pertenecido durante siglos y siglos, toda la historia, y desprenderse de eso es doloroso, pero no vamos a hacerlo, no será fácil”.
“Yo creo que estamos en el principio de la escalera y habrá un momento en que incluso dejará de ser cómodo para algunas personas que ahora les parece que es simpático que estemos, pero no queremos ser simpáticas”, enfatiza.
La periodista confía en que las nuevas generaciones tendrán mejores herramientas para no dejarse engañar por la impostora. “Confío en que lo vivirán de otra manera”, concluye.