“Fabricar instrumentos es muy parecido a gestar, es un tiempo en el que se va construyendo parte a parte, primero las tapas, a eso le pones sus partes internas que serían en este caso los órganos, después el fondo, el mástil y su personalidad, porque cada instrumento tiene personalidad propia. Yo lo relaciono con los seres humanos, a contraluz somos todos iguales, pero si nos acercamos ninguno es igual a otro”, dice sobre el proceso de confección de un instrumento la luthier chilena.
La luthier chilena Ximena Malla es tal vez la única de la que se tiene registro en el ambiente musical actual. En esta entrevista con El Mostrador Braga, habló sobre el antiguo oficio de la confección de instrumentos desde una perspectiva de género. “Para la mujer, en todos los ámbitos, sobre todo en lo artístico, cuesta más que su trabajo sea visible, tiene menos protagonismo a la hora de compararse con un hombre, además, el trabajo de luthier es bien ingrato, una siempre está un poco tras bambalinas”, comenta.
En este oficio, el aprendizaje más básico es el uso herramientas de cortar y la elección de maderas, un ámbito muy masculinizado, en el que Ximena ha tenido que aprender a poner límites al machismo, “muchas veces quise aprender a cortar madera y mis amigos terminaban haciéndolo por mí ‘te puedes cortar la mano y tú tan bonita qué vas a hacer sin una mano’, me decían. Y lo agradezco, y aprendí, pero tuve que empezar a discernir entre cuando era una actitud machista, sobreprotectora o cuando realmente una persona te quiere cuidar, no por un asunto de género”, señala.
La artista se define “hija del rigor y la porfía”, gracias a lo que ha logrado forjar una carrera de veinte años de trayectoria en la fabricación de instrumentos de cuerda y han visitado tu taller artistas destacadas artistas del folclor latinoamericano de la talla de Elizabeth Morris y Magdalena Matthey.
Yo fabrico principalmente cuatros, tiples, bandolas llaneras provenientes de Venezuela y parte del Llano de Colombia y ahora estoy comenzando con guitarras, poco a poco porque me enfoco en la confección de instrumentos de alta gama y si bien la guitarra es universal, hay que responder a ciertos estándares.
– Se habla poco de la luthería, es un tema muy común para las personas de ambientes de música, pero en general no es un oficio que esté muy visibilizado. Cuéntame de los orígenes de este oficio y cómo se vincula a las mujeres.
– Hasta donde yo tengo conocimiento las mujeres siempre han estado presentes en la luthería, pero desde otro lugar como la esposa de, la ayudante de, pero desde hace un tiempo las mujeres trabajan de luthieres como maestras, en Europa sobre todo hay una cantidad impresionante de mujeres incluso de tercera edad que se dedican a este oficio y actualmente hay un movimiento de mujeres super potente en el oficio.
Bueno y en Latinoamérica tenemos menos tiempo de historia, pero acá hay un interesante mundo de instrumentos de viento y percusión con una amplia gama de registros que se fabrican. Ahora, todos los instrumentos de cuerda frotada o pulsada vino de Europa y acá tomaron vida propia a partir de la creación de instrumentos como la vihuela o guitarra renacentista, el cuatro, la jarana, el charango.
– ¿Cómo te iniciaste en este oficio tan desconocido?
– Yo llegué por casualidad a la luthería, nunca quise ser luthier, siempre digo que el oficio me encontró a mí. Fue por un taller de cuatro venezolano que se dio en la UMCE (Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación) y para finalizar el taller el profesor propuso terminar el proceso con la construcción del instrumento.
Así que así comenzó todo, hicimos una sala en una bodega, me empecé a familiarizar con las herramientas, me enamoré de una manera impresionante de la madera, en esa época cantaba mucho y empecé a dejar de cantar y mi paupérrima economía de entonces, se volvió peor porque descubrí que me sentía más cómoda detrás del escenario que sobre el escenario, me empecé a enamorar de esa capacidad de tomar algo y que mis manos no solamente fueran vehículo de transformación, sino que, de nacimiento, de gestar algo.
– ¿Podrías explicar el proceso de confeccionar instrumentos desde la perspectiva de ser mujer?
Es difícil, esto es un compromiso de amor, de amor al arte, pero lo que se invierte es mucho, los materiales, las herramientas son carísimas, entonces dedicarte a este oficio es por amor a lo que haces. Estar gestando permanentemente y dando vida a instrumentos que no son meramente objetos (…) para mí son puentes del alma, porque se conectan con esa profundidad, con esa parte que uno no muestra, pero que aflora y se conecta con esa inspiración que después se traduce en música, en armonía, melodía, letras.
– ¿Qué cosas hay que saber hacer para fabricar un instrumento?
Son muchas cosas, partamos por algo que después de veinte años puedo decir con seguridad y es que “mientras más sé menos sé”. Cada instrumento es un mundo y tienen requerimientos distintos. Ahora, tienes que saber cómo se utiliza un cepillo, eso es fundamental, las herramientas manuales más que las máquinas.
Yo tuve la suerte de pasar por un vía crucis en mis primeros años como aprendiz, que fue hacer todo manualmente y si bien es cuesta arriba porque todo lo haces a mano, es una tremenda escuela. Hay que pasar muchas horas cepillando, horas cortando con serrucho, pero afinas tu motricidad y cuando llegas a las máquinas -como la sierra- tu capacidad motriz y tu ojo está sumamente desarrollado.
Entonces, lo básico es saber cortar con herramientas manuales, serrucho, formones, gubias, cepillos, saber que estas herramientas se tienen que amolar en algún momento, es decir, afilar; por lo tanto, hay que aprender a afilar herramientas y hacer mantenciones.
Otra cosa es saber elegir maderas, conocerlas, saber cuál es su mejor ángulo de corte, ir a la barraca y escoger un palo que te sirva, una madera que esté seca, hay un montón de cosas.
Y el conocimiento teórico que es muy importante y eso se aprende estudiando y generalmente a través de un maestro. Yo nunca tuve un maestro oficial, soy más bien hija del rigor y la porfía.
– Me indicabas que llevas más de veinte años en este oficio y desde ahí hasta entonces la sociedad ha cambiado mucho. En todo este tiempo, ¿has tenido que luchar contra algún estereotipo por ser mujer y estar en medio del mundo del mansplaining de las herramientas, el típico “mijita así se hace”?
¡Pues uh! Todavía llegan personas que me quieren enseñar y entiendo que no hay ninguna mala intención detrás de eso, pero está tan arraigado eso de que las mujeres siempre necesitamos que nos guíen, que nos dirijan.
– Sobre todo con esas cosas, las herramientas…
Claro y hay que estar validándose constantemente y es súper cansón. Tengo amigos que yo quiero mucho, pero sé que eso no va a cambiar, finalmente una termina guardando silencio y escuchando, es lo que toca. Hay gente que después de muchos años de verte haciendo cosas que pueden resultarles super increíbles, ahí se genera el momento de entender que no necesito instrucciones y eso me ha pasado toda la vida. Ahora en esta etapa de mi carrera me pasa menos, bastante menos, hay muchos compañeros que me tratan con mucho respeto, pero no falta alguien que te recuerda que el patriarcado es terrible y que esa arrogancia masculina de alguna manera siempre quiere salir a relucir, que sin nosotros no pueden.
– Al inicio de esta entrevista me decías que hay un movimiento de mujeres luthier en América ¿Cuál es a tu parecer la principal herramienta de visibilización de este oficio?
Creo que la mejor carta de presentación de las personas que nos dedicamos al arte es el resultado de lo que hacemos, seas mujer u hombre y creo que para nosotras especialmente, existe la necesidad de no mostrarse bajo la sombra de nadie porque para mí como mujer estando en un ambiente en el que siempre sentí que luchaba contra la corriente no fue fácil demostrar que mi trabajo era tan valioso como el de un colega, aunque tuviera menos años que yo en el oficio.
En ese sentido, creo que mostrar lo que uno hace a través de las redes sociales o a través de exposiciones es súper importante, pero lo más relevante de todo es lograr que los artistas que tienen nuestros instrumentos hablen del oficio, “este instrumento me lo construyó tal luthier, con estas maderas y lo fabricó especialmente para mí”. Hablar de la luthería porque es una inversión humana de transmisión de energía, es un proceso muy largo y costoso, creo que sería muy valioso que las y los músicos tuvieran ese reconocimiento.