Durante un año, la BBC rastreó a los hombres detrás de tres sitios web que producen y venden miles de videos de este tipo.
Muchas mujeres que sufren la traumática experiencia de ser toqueteadas en trenes en el este de Asia se enfrentan a la aterradora idea de que su abuso sexual sea filmado y subido a un sitio pornográfico.
BBC Eye, la unidad de investigación del Servicio Mundial de la BBC, pasó un año investigando el problema y logró infiltrarse en el negocio y desenmascarar a los hombres que le sacan provecho a la violencia sexual.
Era la hora pico de la mañana en Tokio, la ajetreada capital de Japón. El tren estaba lleno y se movía mucho.
Takako (su nombre real ha sido cambiado para proteger su identidad) iba a la escuela. Para evitar caerse, la joven de 15 años trató de agarrarse de una barra de apoyo.
De repente, sintió una mano apretando su trasero. Pensó que alguien se había tropezado con ella por accidente.
Pero entonces la mano empezó a toquetearla.
“Allí fue cuando finalmente me di cuenta: estaba siendo víctima de abuso sexual”, recuerda Takako.
La mano desapareció rápidamente entre la multitud. “No pude hacer nada al respecto”. Aquel día, Takako llegó a la escuela llorando.
Fue su primera agresión sexual en un medio de transporte público, pero no la última. Casi todos los días la acosaban mientras iba a la escuela. En innumerables ocasiones, terminaba en su cama llorando al acabar el día.
“Sentía que no tenía esperanza en mi vida”, cuenta.
Muchas mujeres como Takako son blanco de depredadores sexuales en la calle. Pero en algunos casos, se enfrentan a otra violación: la agresión es filmada y los videos son vendidos en internet.
La mayoría de los videos siguen el mismo patrón: un hombre filma en secreto a una mujer por detrás y la sigue hasta el tren. Segundos después, abusa sexualmente de ella.
Los hombres actúan con discreción y a veces sus víctimas pueden parecer totalmente inconscientes de lo que está pasando. Los videos luego son vendidos en sitios web.
Durante un año, la BBC rastreó a los hombres detrás de tres sitios web que producen y venden miles de videos de este tipo.
Tras ser víctima de abusos sexuales casi todos los días, Takako era incapaz de decir algo cuando la atacaban debido al miedo y la vergüenza.
Todas las noches se cubría la boca con una toalla y practicaba frente al espejo cómo poner en evidencia a un acosador: “¡Esta persona es un ‘chikan’!”.
“Chikan” es un término japonés para describir una agresión sexual en público, específicamente el manoseo en el transporte público. También se les llama así a los propios delincuentes.
Los perpetradores generalmente se aprovechan de las multitudes y del miedo de las víctimas a montar una escena.
En Japón, hablar directa y abiertamente puede considerarse de mala educación.
Cada año se realizan miles de arrestos por actos relacionados con el chikan, pero son muchos más los que pasan desapercibidos y quedan impunes.
Saito Akiyoshi, profesional de la salud mental y autor de un libro sobre el chikan, dice que solo alrededor del 10% de las víctimas denuncian el delito.
La policía japonesa anima a las víctimas y a los testigos presenciales a hablar, pero el crimen está lejos de ser erradicado.
El problema está tan extendido que incluso los gobiernos de Reino Unido y Canadá advierten a los viajeros a Japón al respecto.
El chikan se ha normalizado por su prominencia en la industria pornográfica de Japón. Uno de los tipos de pornografía más populares en el país, la categoría chikan, se ha extendido a otros países asiáticos.
Un sitio web en chino que tiene por nombre DingBuZhu (que se traduce como “no puedo aguantarlo”) llamó nuestra atención inmediatamente.
Es un mercado de videos del tipo chikan, filmados en secreto con teléfonos móviles en lugares públicos llenos de gente, como trenes y autobuses.
Se filman en todo el este de Asia, en países como Japón, Corea del Sur, Taiwán, y tanto en Hong Kong como en China continental.
Algunos videos cuestan menos de un dólar. En el pasado, el sitio incluso les permitía a los usuarios ordenar videos de abuso hechos a medida.
También encontramos enlaces en DingBuZhu a otros dos sitios web, Chihan y Jieshe, con el mismo tipo de contenido.
Hay incluso un grupo de Telegram, en el que 4.000 miembros comparten consejos sobre cómo abusar sexualmente de las mujeres.
Un nombre aparecía constantemente en los sitios web chikan: “Uncle Qi” o Tío Qi, en español.
Era aclamado como el gurú de esta comunidad. Decenas de videos de abusos estaban etiquetados como su trabajo. En Twitter, subía adelantos de los videos de los sitios web a sus 80.000 seguidores. ¿Pero quién era realmente este hombre?
El grupo de Telegram que habíamos estado monitoreando reveló una pista. Un día, un administrador afirmó en una serie de mensajes que había abusado de una mujer con Tío Qi.
Los mensajes iban acompañados de fotos de una mujer parada en lo que parecía ser una plataforma de metro.
En cuestión de horas, encontramos una pista de la ubicación: era la estación de Ikebukuro en Tokio.
Había más pistas y todas llevaban a Japón.
Los sitios web incluían una cuenta de Paypal que recibía yenes japoneses y que estaba vinculada a una dirección de Gmail.
Cuando pasamos la dirección a través de Google Contacts, la foto de perfil que apareció era un hombre joven con un peinado elaborado y un maquillaje teatral.
Una búsqueda inversa de imágenes le dio un nombre a la cara: Noctis Zang, un cantante de 30 años nacido en China y que vive en Tokio. Era el líder de una banda de metal llamada The Versus.
Noctis tenía una glamorosa imagen pública, pero pronto encontramos algo escondido detrás de ella.
A principios de 2022, el fotógrafo de The Versus aseguró en la plataforma de redes sociales china Weibo que Noctis creaba “sitios web pornográficos” junto con otro miembro de la banda, Lupus Fu.
Había publicado fotos de un cuaderno, con algo de contabilidad y categorías de videos similares a las de los sitios web.
El fotógrafo también había publicado un video que parecía mostrar el historial de navegación de Noctis, con enlaces a Chihan, Jieshe y las páginas de administración de DingBuZhu.
¿Podría este cantante de rock ser Tío Qi?
Haciéndose pasar por un cazatalentos de la industria musical llamado Ian, nuestro periodista encubierto se encontró con Noctis en un elegante bar en lo más alto de un edificio de Tokio.
Primero hablaron de música, pero la charla pronto pasó al tema del sexo. Cuando Ian dijo que su compañía solía hacer películas porno, los ojos de Noctis se iluminaron.
Los dos se encontraron varias veces más, e incluso celebraron juntos el cumpleaños de Noctis.
Noctis le presentó a Ian a su compañero de banda Lupus Fu, cuyo nombre había sido mencionado por el fotógrafo de The Versus. Lupus, también de China, estudiaba Sociología en Japón.
Ian dijo que su compañía planeaba invertir en sitios pornográficos y preguntó si sabían algo sobre este negocio.
Noctis confesó que tenía “algo de exposición” a través de un amigo, “Maomi”, que había creado sus propios sitios pornográficos con contenido “en el metro”.
Ian mencionó casualmente el sitio DingBuZhu.
Lupus y Noctis se rieron: “¡Ese es el sitio web de Maomi!”
Revelaron que la persona detrás de los sitios web chikan era un hombre chino en Tokio conocido por su apodo, Maomi. Aseguraron que era solitario y paranoico.
Noctis y Lupus también admitieron que trabajaron en la administración de los sitios web.
Expusieron su modelo de negocio.
“En China, el sexo es lo más reprimido”, explicó Noctis. “Algunos hombres son muy pervertidos, solo quieren ver a las mujeres siendo…” Lupus terminó la frase: “Abusadas”.
Lupus afirmó que estaba a cargo de promover videos de abusos en Twitter.
Noctis reveló que había subido más de 5.000 videos a los sitios web, recibido pagos por el negocio y que se había quedado con el 30 % de los ingresos. El resto se lo transfería a Maomi.
Lupus también prometió que podría ayudar a Ian a conocer a Maomi.
En una tranquila calle secundaria del barrio rojo de Tokio, Yokohama, hay una tienda decorada como una estación de metro que llama la atención.
Un cartel explica el concepto de la tienda: “Trenes Chikan legales”.
En este sex club, llamado Rush Hour, los clientes pueden pagar para disfrutar de forma legal la experiencia chikan.
Su gerente, Hasuda Shuhei, nos da la bienvenida a bordo. “Dejamos que la gente haga cosas que no se pueden hacer afuera. Por eso la gente viene aquí”.
En el interior, un olor empalagoso a productos de limpieza impregna el aire.
Las habitaciones privadas están decoradas como vagones de tren y equipadas con un sistema de sonido que reproduce anuncios de trenes.
Incluso las tarjetas de membresía del club lucen exactamente igual a las tarjetas de transporte de Japón.
“Creo que es importante que los hombres puedan pagar para desahogarse en un lugar como este, para que no cometan violaciones ni otras formas de agresión sexual”, asegura Hasuda.
Según el profesional de salud mental Saito, el asunto no es tan sencillo como lo describe Hasuda.
Saito explica que la mayoría de los perpetradores de chikan se despiertan con la idea de la dominación y la humillación de sus víctimas.
“No tratan a sus víctimas como iguales, sino como objetos”.
Es una opinión que comparte con Takako.
Después de meses de agresiones sexuales, un día la joven se defendió.
Tras sentir una mano que tocaba su falda en un vagón de tren repleto, Takako gritó a todo pulmón y agarró al agresor por la muñeca.
Takako llevó al hombre a los tribunales, donde sólo obtuvo una sentencia suspendida, a pesar de que ya había sido acusado de delitos similares relacionados al chikan.
Decepcionada por el resultado de su caso, Takako comenzó una campaña contra el acoso, creando insignias coloridas en las que se lee: “¡Hacer chikan es un crimen!”.
Pueden servirle a la gente para mostrar que no se quedarán callados.
“Es un medio disuasivo para los delincuentes”, apunta Takako, que ahora tiene 24 años.
Hoy en día existe un concurso anual de diseño de insignias anti-chikan entre los estudiantes de secundaria en Japón.
Maomi significa “gatito” en chino. Pero Lupus explicó que su personalidad se parecía más a la de un hámster.
“Es inofensivo, pero cauteloso con todo y, a veces, reacciona de forma exagerada”, añadió.
Lupus tenía razón. Maomi se negó repetidamente a reunirse con Ian.
Pero en la víspera del Año Nuevo chino, la suerte de Ian cambió. Maomi accedió a una reunión en un bar de karaoke.
El aire estaba cargado de humo de cigarrillos y el sonido de vasos tintineando se mezclaba con canciones pop chinas.
La persona que apareció no era quien esperábamos.
Maomi era un joven flaco que usaba anteojos de media montura y una gabardina oscura. Parecía un estudiante universitario y dijo que tenía 27 años.
Mostrando interés en invertir en su negocio, Ian preguntó cuánto ganaba.
“Nuestra facturación diaria es de alrededor de 5.000-10.000 yuanes chinos (US$700-US$1.400)”, detalló Maomi con orgullo, mostrando las transacciones en su teléfono.
“Son ingresos muy estables, ¿verdad?”, agregó.
Ian mostró asombro y mencionó el nombre del Tío Qi.
“Yo soy el tío Qi”. admitió Maomi.
Pero para nuestra sorpresa, nos dijo que Tío Qi no era solo una persona.
Era un equipo de 15 personas, incluidas 10 en China, que hacían videos con el mismo nombre. Maomi recibía mensualmente entre 30 y 100 videos de ellos.
Luego, los videos se vendían en los tres sitios web que Maomi confirmó que poseía. Los sitios tenían más de 10.000 miembros, en su mayoría hombres chinos.
“La clave es ser auténtico. Tiene que ser real”, afirmó Maomi. Más tarde nos dijo que sus sitios web incluso vendían videos de violaciones facilitadas por las drogas.
Maomi hablaba de su negocio como si fuera cualquier otro emprendimiento.
Describió a su equipo como “apasionado” y “valiente”. Incluso dijo casualmente que había estado entrenando a otros para que llevaran a cabo agresiones sexuales y las filmaran.
Pero hubo una cosa que nunca mencionó: las mujeres en sus videos. Era como si no le importaran en absoluto.
Queríamos saber la verdadera identidad de Maomi. En otra reunión con Ian, habló sobre cómo se metió en este negocio.
Como a muchos niños, a Maomi le gustaba Superman, el anime y los videojuegos. Pero cuando tenía 14 años, comenzó a ver videos de agresiones sexuales como los que vende ahora.
Sabía que su negocio no estaba libre de riesgos.
“Soy muy cauteloso”, nos dijo Maomi. “La seguridad es lo primero”.
Para evitar el escrutinio de las autoridades chinas, planeó naturalizarse como ciudadano japonés.
Sin embargo, a pesar de lo cauteloso que era Maomi, cometió un error.
Cuando Ian preguntó a dónde enviar los fondos de inversión, Maomi sacó su tarjeta bancaria y se la entregó a Ian.
La tarjeta reveló su verdadero nombre: Tang Zhuoran.
Más tarde, confrontamos a Maomi con nuestras acusaciones.
Cuando nos acercamos, trató de cubrirse la cara y se alejó. Y de repente golpeó a nuestra cámara y equipo.
Al día siguiente, por coincidencia, vimos a Maomi en el aeropuerto. Se iba de Japón.
La cuenta de Twitter de Tío Qi, donde promociona abiertamente los videos de abuso, sigue activa.
Twitter no respondió a nuestra solicitud de comentarios. En cambio, nos envió un emoji de caca, una respuesta automática a cualquier consulta dirigida a su correo electrónico de prensa desde marzo.
También enviamos nuestras denuncias a Noctis y Lupus. No respondieron. Desde entonces hemos averiguado que ya no trabajan con Maomi.
Un día de primavera, nos encontramos con Takako para hablarle de nuestra investigación. Consternada, dijo: “Nosotras, las mujeres, solo somos contenido en sus videos. Nos ven como objetos. No creen que tengamos corazón”.
Takako aboga por leyes más estrictas contra estos delitos.
Japón ha estado trabajando para reformar sus leyes de agresión sexual. Sin embargo, los activistas aseguran que los cambios no van lo suficientemente lejos.
Pero Takako no se dará por vencida. “No lloraremos hasta quedarnos dormidas”.