Labores de cuidado, presiones sociales, estereotipos y violencia de género son algunos de los factores que inciden en que las mujeres sean más propensas a tener enfermedades de salud mental.
El género es uno de los tantos factores que puede afectar la salud mental, así como también la genética, aspectos sociales, culturales o económicos. Las mujeres viven circunstancias determinadas por su género que condicionan la forma en la que se desenvuelven en su día a día.
Una de ellas es el trabajo. Históricamente, las mujeres han asumido las labores de cuidado, no solo en el hogar o la familia, sino también en el espacio público. “Si uno piensa en quiénes ejercen en los hospitales, un 75% son mujeres”, manifestó la directora de Investigación de la Facultad de Psicología UDP, Elisa Ansoleaga.
“Otro tipo de empleo que conlleva riesgos para la salud mental es el de enseñanza. La mayoría de las profesoras, especialmente en espacios vulnerables, son mujeres. Asimismo, en el sector de servicios, la atención al público suele estar a cargo de mujeres, lo que implica una relación estresante con los clientes. Todos estos espacios demandan mucho a nivel emocional”, añadió.
Esto respecto al ámbito laboral productivo. Pero, ¿qué ocurre con el trabajo en el hogar? Esta problemática ha generado discusiones recientes y ha incentivado la creación de un Sistema Nacional de Cuidados.
Según información del Ministerio de Desarrollo Social, el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado en el hogar está mayormente asociado a las mujeres, incluso representan el 68,4% de quienes realizan este trabajo. Es decir, además de cumplir dichas labores en el hogar, también participan en el mercado laboral.
“El año pasado, un 67% de las enfermedades profesionales fueron enfermedades de salud mental. Dentro de ese porcentaje, un 67% correspondió a mujeres y un 33% a hombres. Esto no se explica por diferencias biológicas, sino por el tipo de ocupaciones entre hombres y mujeres”, declaró Ansoleaga.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión es la primera causa mundial de discapacidad y afecta aproximadamente un 50% más a las mujeres que a los hombres. Además, las mujeres son dos veces más propensas a desarrollar trastorno de estrés postraumático (TEPT).
Esto se relaciona claramente con las tasas de violencia contra la mujer en todo el mundo. Solo en Estados Unidos representan el 91% de las víctimas de abuso sexual y otros asaltos sexuales, sin considerar la violencia psicológica, el ciberacoso y otros tipos de agresión.
“El abuso, sin duda, puede afectar la salud mental de las mujeres”, confirmó la directora del Centro de Psicología Aplicada de la Universidad de Talca, Nadia Ramos. “Cuando ocurre un caso, no necesariamente hay testigos. Entonces, cuando las personas denuncian, puede ocurrir que no les crean porque nadie lo vio, lo que genera una doble traumatización”, agregó.
Los estereotipos y roles de género son factores que no pueden dejarse de lado al hablar de salud mental. En este sentido, los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) también son especialmente probables entre las mujeres. Según datos de la Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia (ACAB), ellas representan el 90% de las personas que sufren un TCA.
“La presión social ejercida sobre las mujeres y las niñas es un factor de riesgo con una influencia evidente en el desarrollo y mantenimiento de los trastornos de la conducta alimentaria. Es necesario y urgente cambiar el modelo de belleza femenino actual, excesivamente delgado, por un modelo que fomente la salud y el respeto por la diversidad corporal”, señaló la asociación.
La presión constante para cumplir con estándares de belleza y comportamiento puede generar un entorno estresante que impacta negativamente en la autoestima e identidad de las mujeres. Las expectativas sociales y restricciones sobre el rol de la mujer, tanto en el ámbito personal como profesional, pueden provocar sentimientos de ansiedad, además de una lucha constante por alcanzar una imagen idealizada y cumplir con expectativas poco realistas.
Por su parte, la académica de la Universidad de Talca agregó: “Los estereotipos afectan, pero no de manera directa, a la salud mental. Más bien, es a través de estos mandatos o imágenes de lo que debería ser una mujer y cómo debería comportarse, lo que genera una opresión respecto a cómo la persona se identifica o se ve y cómo debería cumplir ese estándar”.
La creciente conciencia sobre los factores que impactan la salud mental de las mujeres evidencian la necesidad de un enfoque colaborativo para abordar estos desafíos. Si bien las mujeres son más propensas a vivir con enfermedades de salud mental, cada vez más organizaciones y entidades están abordando esta problemática a través de la implementación de diferentes iniciativas que buscan crear un entorno propicio que promueva el bienestar emocional y psicológico de las mujeres.