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Poetas chilena y mexicana se unen en libro sobre corporalidades gordas y lésbicas BRAGA

Poetas chilena y mexicana se unen en libro sobre corporalidades gordas y lésbicas

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Francisca Palma Arriagada
Por : Francisca Palma Arriagada Periodista de la U. de Chile.
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En “Geografías desobedientes” (FEA Editorial) la palabra e imagen convergen en los textos de la chilena Gabriela Contreras y de la mexicana Alejandra La Bala Rodríguez. La propuesta irrumpe con ambas creadoras en la naturaleza -la flora y el mar- como escenario expresivo y político.


Feminismo/ Estrías /Autogestión. Esa es la sigla que denomina a FEA Editorial, iniciativa literaria liderada por la poeta y activista Gabriela Contreras. El proyecto, cuenta Gabriela, “nace por la necesidad de tensionar la literatura oficial, donde las lesbianas, racializadas y empobrecidas, hemos sido borradas”. Con esto, agrega, “buscamos defender la narrativa de nuestras vidas, bajo nuestros propios términos”.

Objetivo que queda de manifiesto en su más reciente publicación: “Geografías desobedientes”, libro de fotografía y poesía gestado entre la editora y poeta y la creadora mexicana Alejandra La Bala Rodríguez. Ambas son poetas y activistas LGBTIQ+ por las corporalidades gordas y lésbicas. A ellas se suma Patricia Águila, habitante del Archipiélago de Chiloé y a cargo de las fotos.

Y este es otro de los sellos de FEA Editorial: “la publicación y circulación de proyectos escriturales en autoras/autores que habitan Abya Yala y la diáspora africana, además de disidencias sexuales, diversidades corporales, ancestrales, escritura situada en el territorio”; lo cual, complementa Gabriela Contreras, “nos posiciona políticamente como un proyecto que encarna un sueño colectivo anticolonial distante de la heteronorma”.

Ella junto a la también performer mexicana, realizaron un viaje por el Archipiélago de Chiloé, donde se fotografiaron desnudas en dicho territorio, además de unir sus poemas para conformar esta propuesta literaria y visual sobre la que conversaron con El Mostrador Braga.

 

¿Cómo funciona el diálogo entre imagen y palabra en este proyecto?

Bala: Las imágenes invocan presencias, fabulaciones cuerpos de animales antiguos. Hay una especie de ritual de iniciación hacia adentro. Hacia corporalidades y sexualidades ancestrales. La foto recoge elementos simples donde territorio y cuerpo es uno.

Gaby: Nosotras nos sentimos tocadas por del trabajo de la fotógrafa chicana, gorda y lesbiana Laura Aguilar, aprendimos de ella, que a pesar de que existe una mirada jerárquica colonial, que tiende a separar lo humano y lo no humano, en realidad no hay distancia entre nuestras carnes y las montañas. ¿Dónde se termina el mar y comienzan nuestros cuerpos?

En ese diálogo con el territorio, fuimos sumergiéndonos en una poética de animalas marinas, intentando conectar con las memorias corporales de nuestras ancestras, desde la humedad y la desmesura. Recordando las palabras de Gloria Anzaldúa, teníamos claridad, que no queríamos escribir “sobre” el cuerpo, ni “sobre” la gordura, que nuevamente delata cierta jerarquía, además hay varios textos sobre esas temáticas, nosotras queríamos escribir con el cuerpo, con las gordas, en un ejercicio que desdibujara la individualidad autoral y apelara a una colectividad.

¿Cuán preponderante o determinante fue el territorio del sur, de Chiloé, en los resultados de este volumen?

Bala: Chiloé nos trajo memorias y metáforas contundentes, mar y espinas. Más que islas, archipiélago un territorio con memoria de mar y cuerpos ancestrales. Una geografía desobediente.

Gaby: Una de las cosas que nos unen en esta complicidad con La Bala, es que en su caso viene de la costa y mi abuela materna, que me crió, creció también cerca del agua. Entonces cuando hace unos años comenzamos a escribir juntas, salían esas habladas de arrecife, esas acuosidades. Queríamos honrar las memorias de quienes nos criaron, evidenciando una genealogía sentimental del agua.

Llevo años pasando temporadas en Chiloé. Parte de nuestra comunidad habita el archipiélago y como este es un proyecto autogestionado, necesitábamos su apoyo para llevarlo a cabo. Ahí entra nuestra amiga, poeta y dramaturga chilota Patricia Águila, que nos recibió en su casa y tomó las fotografías. Nos preocupamos de no ser turistas que solo buscaban una estética, en eso fue primordial escuchar su voz que habita el territorio, pasar días con ella, conocer a otras compañeras, desde allí acuerpar nuestras aguas, ponerlas a conversar con ese viento salino, con la tierra pedregosa de esa playa y los espinillos en Ten Ten, que dieron una forma, un color y una intensidad situada a este fotolibro.

La gordofobia, ¿Cómo se enfrenta desde el arte?

Bala: Con la preocupación por hacer circular imágenes, representación de cuerpos desobedientes, experiencias corpóreas cómplices, que son más que el consenso occidental del cuerpo sano o hermoso, que tienen memorias de profundas raíces en estos territorios de Abya Yala. Recordándonos que ya estábamos aquí antes que el continente europeo instalará su mirada sobre nuestros cuerpos.

Gaby: Considero urgente hacer un cruce entre feminismo y gordofobia, así dejar al descubierto, las violencias omitidas en el cotidiano, explorando caminos de reparación, nosotras no tenemos las claves, pero durante estos años hemos aprendido que el origen de la gordofobia es el racismo, que la borradura de cuerpos y experiencias que siempre han existido, nos ha quitado parte importante de nuestra propia historia, siento que no solo desde el arte, es medular para reconstruir nuestra memoria, recuperar voces y saberes desechados, que la modernidad invisibiliza en favor de un proyecto blanco delgado y heterosexual.

¿Cómo la poesía -su poesía- contribuye a la visibilidad lésbica?

Gaby: La verdad me parece que la visibilidad no es el centro que nos mueve. Muchas veces se nos ofrece como moneda de cambio a las lesbianas o disidencias, pero finalmente termina siendo un triste premio de consuelo.

Somos varias poetas lesbianas, rurales, racializadas, que venimos cultivado durante nuestro andar, herramientas para inventar nuevas formas e incendiar las antiguas, se va divisando en un camino colectivo, que no es lineal, ni solo propio. Se construye a partir de las experiencias, que atraviesan nuestra trayectoria y con quienes se han atrevido a tomarnos la mano, para temblar juntas. En esta búsqueda por construir memoria contrahegemónica y dejar un registro de las agitaciones de nuestras carnes en el papel, para que otras, cuando encuentren nuestras letras, sepan que no están solas.

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