A diez años de su debut con el libro de cuentos “Reinos”, la escritora conversa con El Mostrador Braga sobre los cambios de la escena literaria nacional, de su interés escritural y del contexto socia, donde, señala, “el patriarcado y el machismo siguen muy sanos, actuales y sensatos para la gente”.
“Para mí la escena literaria de entonces y de ahora es tremendamente distinta”, cuenta Romina Reyes, periodista y escritora quien acaba de relanzar, luego de una década, su primer libro, Reinos. Esta vez, bajo el sello Ediciones Overol, el libro viene a dialogar con su contexto de producción y con la actualidad.
“Hace diez años las editoriales independientes tenían un pasillo dentro de la FILSA y ahora tienen su propio circuito que convive con la Cámara Chilena del Libro”, sitúa la autora, quien este intertanto, además, publicó la novela Ríos y provincias (2019) y el libro de poesía Frágil, expuesta (2022). Lo que se suma a una serie de fanzines editados bajo Hambre.
En los relatos de Reinos hay casas con parientes indeseados, partos difíciles, un campus lleno de perros, pololas que toman sol como lagartijas antes de entrar a clases, larvas que reaparecen en los baños, fiestas con la ex que terminan mal. Así, temas como la misoginia, el machismo, la contradictoria vida universitaria y la experiencia de las mujeres en ese ambiente situaron a la periodista y escritora como uno de los principales referentes de una nueva generación de autoras chilenas que se abrían paso en el panorama narrativo nacional.
“Es motivo de orgullo y gran alegría para mí poder contar con esta nueva edición de Reinos. Le dimos una nueva vida a un libro que era muy buscado por lectores y lectoras, y poder revisitarlo nos reafirmó que es un libro necesario”, señala.
En 2013, Reinos obtuvo el premio Mejores Obras Literarias, categoría cuento inédito, y su primera edición fue publicada al año siguiente, con gran acogida de la crítica: «Los cuentos de Romina Reyes abordan con una prosa sumamente clara algunas situaciones oscuras en las vidas de varios veinteañeros (…) Reinos es un conjunto de seis historias breves pero contundentes, que dan para apreciar, de manera bastante veloz, varias cualidades del género: soltura en el manejo de la voz que narra (sea femenina o masculina), seguridad en la estructura y acierto en el desenlace», afirmó el crítico de La Tercera, Juan Manuel Vial.
Por su parte, la crítica de Las Últimas Noticias, Patricia Espinosa, destacó: «La austeridad en los diálogos, los monólogos secos, la acechanza de un vacío que se asume sin rencor, la presencia de tiempos muertos y de constantes jóvenes envejecidos, agotados, descascarados por un orden mayor, exitista ―por decir lo menos― caracteriza la escritura de Romina Reyes. (…) Reinos es un libro oscuro y necesario».
Incluso, el cuento que da título al libro llegó al cine, dirigido por Pelayo Lira, con participación de la autora en el guion, la película se estrenó el 2017 en Bafici. La película está disponible en la plataforma OndaMedia.
Para llegar a esta nueva versión desarrollaste una revisión del libro con tu nueva casa editorial. ¿Cómo fue ese proceso?
Fue un proceso de releer y ajustar algunos términos del habla chilena que desarrollo en Reinos. Fue interesante verlo así, pues con el tiempo hay mayores referentes de escrituras que replican el habla cotidiana informal como una marca de clase, o una forma de situar el discurso en este territorio.
Entonces siento que algo que, en mi contexto de escritura, estaba emergiendo, y por ser así escapaba de las normas de la ortografía, ahora se ha estandarizado. Revisarlo así con diez años de distancia me permitió verlo en términos estéticos, y siento que tuvimos esa relectura con la editorial. Revisando si la terminología era la adecuada, y cuando no lo era, si el término correcto estaba incluido en el habla del personaje, siempre coincidiendo en que el objetivo era lograr la verosimilitud.
Por otro lado, Overol tiene una identidad gráfica super marcada y también fue interesante el proceso de elegir portada. En general mis libros no han sido conceptuales, y he estado super metida en estos procesos, pero ahora fue bacán dejar que Overol reinterpretara el texto y lo pusiera a dialogar con su propio catálogo. Al final, las identidades autorales se construyen en conjunto con la identidad de la editorial.
Han pasado 10 años. Fuiste de las primeras escritoras de esta gran camada de autoras mujeres jóvenes. ¿Te sientes propulsora de esta misma generación?
De las cosas que más me ha costado reconocerme a mí misma es la valentía que significó ser una mujer de 25 años, sin familia perteneciente al mundo ni del libro ni de la cultura, publicando un libro. Siento que eso significó mucho para las escritoras que en ese momento no habían publicado, pero que sin duda escribían.
Hace diez años no veía a autoras sub 30 visibilizadas o concitando interés dentro del campo. Por supuesto que las mujeres siempre han estado presentes pero en ese momento no las sentía cercanas, por edad, por clase social, porque no las había leído y las conocí cuando publiqué. No tenía referentes para saber qué pasaba después de publicar y tuve mucha exposición que me permitió tener una experiencia que luego pude compartir. Más de alguna vez escritoras me han dicho que fui o soy un referente para ellas, que no habían pensado en publicar o no se atrevían.
El grupo de escritores y editores donde partí era de hombres y puede ser muy solitario y desalentador sentirse una minoría. Y siento que socialmente te llamaban a sentirte halagada por poder integrar un grupo de hombres, así lo sentí en un comienzo donde había cierta sorpresa por ser una mujer escritora que escribía bien.
Como feministas sabemos que hablar con un discurso propio y que cuestione la mirada masculina es una lucha, y una expresión concreta de esto es una mujer que escribe, y eso genera comunidad. Y hoy veo el campo más cercano a la paridad. Por supuesto, no soy solo yo o las escritoras. El 2017 fue el #MeToo, 2018 y 2019 hubo una expansión y profundización de la lucha feminista, estamos viviendo actualmente una cuarta ola, protagonizándola, y creo que eso también ha fortalecido a las escritoras que, en muchos casos, están escribiendo sobre las vidas de las mujeres.
Reinos fue tu primer libro. Tienes ahora además una novela, un libro de poesía y unos fanzines. ¿Cómo describirías en vista de estas publicaciones, tu trayectoria literaria?
Lo veo como el desarrollo de una voz femenina que ha avanzado hacia la consolidación de un discurso disidente y/o feminista. Hace diez años las historias de disidencias, las afectividades no normadas eran un tema de interés personal, pero ni yo misma salía del closet y pensaba que solo era una afinidad política o un interés por escribir historias que creía que no estaban. Ahora veo que nadie me las había enseñado ni relevado, y las tuve que salir a buscar. Hay cierta literatura que te la dan a cucharadas, y esa no es la literatura de mujeres.
He transitado por el mundo editorial independiente, por elección y oportunidades, y esa trayectoria también ha sido de un encuentro con una audiencia que también es queer, que son mujeres en su mayoría, gays, lesbianas, trans, que creo que valoran lo que yo hago y habitan esos circuitos quizás por la poca visibilidad o presencia que tienen en el circuito tradicional del libro.
Ha sido una trayectoria intuitiva. He publicado lo que siento, que quiero o debo hacer en su momento, y la diversidad de formatos al final hace que una llegue a distintos públicos. No he publicado mis trabajos periodísticos en un libro pero es también una veta que para mí es súper relevante, que ha sido otra salida a mis intereses, que tiene una voz que da espacio a que hablen otros y que también me gustaría compartir en un futuro próximo. Entonces, hacia el futuro quisiera ser una escritora que transita por distintos registros y formatos.
Las microviolencias y las violencias atraviesan los cuentos de Reinos en distintos planos, incluyendo el género. El silencio, también. ¿Cuánto ha cambiado eso hoy en el imaginario social?
Creo que mucho y poco a la vez. Mucho porque veo referentes actuales no solo en la literatura que se han empoderado, no sé, desde ver a mujeres humoristas en el Festival de Viña a poner en discusión la paridad o las labores de cuidado. Yo no crecí con esos referentes. Cuando yo era niña era una talla super común que las mujeres manejaban mal, o que respetar a parejas mujeres y/o madres era ser sometido (y respetar a los hombres era solo lo esperado), o leer a puros hombres en los planes de lectura escolares.
Supongo y espero que sea más amable ser una niña y adolescente ahora, o que salir del clóset no requiera tanta valentía. Y a la vez no, porque creo que la equidad de género sigue siendo un discurso minoritario, o de nicho. La politización de muchas ha tornado al feminismo y se ha articulado mejor la denuncia a esas violencias y silencios. ¿Eso ha cambiado? Puede que sí, pero las luchas tienen respuesta. Y el patriarcado y el machismo siguen muy sanos, actuales y sensatos para la gente. Es cosa de ver la arremetida ultraderechista misógina, o la respuesta a las funas que han derivado en que muchas víctimas figuren como victimarias a la luz de querellas por injurias y calumnias.
Quizá ahora, en particular en la literatura, tenemos más referentes y trabajos tipo Cataloga Colectiva, La mujer rota, Banda propia, que se articulan en torno a la visibilizacion de voces femeninas, pero la lucha sigue actual porque el imaginario social sigue siendo patriarcal. Por eso aún tiene sentido y urgencia ser feminista, y más aún, lesbofeminista en mi caso particular.
Se te define como escritora de mujeres. En Reinos varios de los cuentos son protagonizados por hombres. ¿Han cambiado los hablantes/personajes de tu imaginario literario?
Han crecido, han encaminado su descontento, le han buscado el sentido para hacer sus vidas vivibles.
Me gusta trabajar personajes ambiguos sexualmente, rozando lo disidente sin querer categorizarlo. Reinos es un libro icónico por eso. Mucha disidencia se reconoció en ese margen. Eso estaba en mi escritura antes de que yo me reconociera a mí misma como tal. Primero pensé que era una postura política, y una apuesta por narrativas que me parecían interesantes.
En Reinos desarrollo personajes femeninos que son conscientes de las violencias que viven, que se activan y resisten a la despersonalización que generan esas violencias. Y masculinidades ambiguas, homoeróticas. No era un interés dirigido, siento que fue algo natural, las ideas que se me ocurrían, y ahora sí lo es, el trabajar voces femeninas, hablar de las experiencias de la vida de las mujeres y disidencias, trabajar una literatura LGBTIQ+ en ese sentido salir del clóset. No sé si durante toda mi carrera me encasille en eso, porque tampoco es evidente que una como lesbiana solo pueda escribir de ese tema, pero en este momento los proyectos que tengo inéditos sí se interesan en fortalecer y ampliar las historias de las identidades no hegemónicas.
Otro de los lugares en los que te has situado hoy es el activismo sexo disidente. ¿Cómo se inscribe o dialoga este aspecto con tu proyecto literario?
Cuando lancé Reinos y me vi con la posibilidad de hablar en público me dije que trataría de decir cosas relevantes. Creo que es un privilegio para una mujer tener la posibilidad de hablar de esta forma. Eso he tratado de hacer toda mi carrera. Con mi novela Ríos y Provincias y el poemario Frágil expuesta, que dan cuenta de un despertar feminista, me han invitado a hablar como escritora y lesbofeminista, pero me cuesta ver el activismo en la literatura. No significa que no pueda estar, pero no es el lugar desde donde lo he desarrollado, ni con las personas con quienes lo he desarrollado.
Un diálogo posible puede ser el adoptar voces femeninas disidentes como escritora, marcando un punto político, cuestionando el patriarcado y así colaborar con el imaginario lésbico que está por construirse. Puede que una cosa se proyecte en la otra, pero también eso excede la literatura.
Cuando me paro a hablar el 8M o en el Mes de la Visibilidad Lésbica, no lo hago como escritora. El activismo te pone en la calle, es un acuerparse colectivamente, entonces me cuestiono si ese activismo tiene cabida en ese mundo para mí. Admiro mucho a Gabriela Contreras que ha articulado ambas cosas con Fea Editorial y sus talleres; Cataloga Colectiva por su difusión de literatura feminista o Hambre con sus intervenciones es de Acción Gráfica Urgente. Es un desafío para mí acercar esos mundos, pero mi activismo dialoga con otras activistas lesbianas como Rae del Cerro o Isonauta, o la música de la Peluquería Records, más que con otras escritoras o escritores.
¿Cómo situarías el escenario editorial en estos dos momentos, considerando además que hoy Reinos sale por la reconocida editorial Overol?
Para mí la escena literaria de entonces y de ahora es tremendamente distinta. Hace diez años las editoriales independientes tenían un pasillo dentro de la FILSA y ahora tienen su propio circuito que convive con la Cámara Chilena del Libro.
Los fondos del libro aún se separaban en inédito y publicado, afianzando la idea de que ganaban los mismos de siempre, siento que era algo más cerrado. Desconozco todas las trayectorias literarias pero lo que sí veo es qué hay muchos talleres, llamados a publicar óperas primas, muchos circuitos del libro y es como si el mismo campo literario se hubiera vuelto más amigable para dar cabida al desarrollo de nuevas voces.
Esas editoriales nuevas aparecieron apostando por operas primas y hoy tienen amplios catálogos, como Overol, donde conviven neoclásicos y novedades. No olvido una nota en La Tercera hace diez años donde se hablaba de la literatura contemporánea, con los escritores relevantes, y había una ilustración de una mesa con escritores, y solo una mujer. Hoy percibo más circuitos, más diversidad en torno a quién tiene los medios para publicar libros. No creo que ahora haya una sola mesa, hay circuitos de talleres, o revistas tipo Origami. Se convive con distintas manifestaciones de la literatura, y creo que eso es muy positivo para la cultura.