Abordar la desigualdad en las tareas domésticas es más que dividir quehaceres. Rachel Drapper, creadora de una app que ofrece consultoría directa a parejas, se refiere a la distribución equitativa de tareas en el hogar, desafiando estereotipos y brindando herramientas para mejorar las relaciones.
Cuando decidió fundar una empresa para ayudar a las parejas a compartir de forma más equitativa las tareas del hogar, Rachel Drapper no esperaba que fuera tan difícil.
“Este tema puede parecer una simple ‘pelea de pareja común’, pero es mucho más complejo”, dice Drapper a BBC News Brasil.
“Aunque en todas las familias hay desigualdad, las personas tienen ideas muy diferentes sobre lo que significa una división justa del trabajo”.
Drapper es la fundadora y presidenta de Fairshare, que empezó ofreciendo consultoría directa a más de 500 parejas en al menos 25 países, en todos los continentes.
Hoy el método se ha convertido en una app y Drapper llevó esta experiencia a la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, para que se haga una investigación al respecto.
Drapper dice que detrás de la avalancha de estadísticas recientes sobre la diferencia en el tiempo dedicado por mujeres y hombres a tareas no remuneradas -e incluso trabajos ganadores del Nobel sobre desigualdad de género- son muchos los que aún creen que es mejor dejar todo como está de puertas para adentro.
“La gente, incluso cuando está insatisfecha, tolera mucha desigualdad por miedo a conflictos con sus parejas”, afirma.
“A menudo escucho: ‘¿Quieres ayudar a las parejas a ser más felices o más equitativas?’. Como si una cosa excluyera a la otra… Es posible hacer que la relación sea más equitativa para que sea mejor, y no peor”.
BBC News Brasil conversó con Drapper sobre su iniciativa, y el tema de la división de tareas en el hogar. Compartimos contigo los extractos más importantes de la conversación.
¿Qué te hizo querer ayudar a las parejas a organizar las tareas del hogar?
El chiste que hago es que quise trabajar en esto al mudarme con mi pareja. La razón es que vi el modelo que tenían mis padres, cómo dividían las tareas del hogar y vi lo problemático que resultó.
Seguían roles de género muy tradicionales: él, sostén de la familia; ella, ama de casa. El modelo de mis padres tenía su propio equilibrio, pero con sus problemas. Cuando se separaron, ninguno de los dos podía administrar un hogar de modo individual.
Mi pareja y yo, al mudarnos, quisimos hacer las cosas de manera diferente y más equitativa. Pero, al tratar de evitar los roles de género en casa, nos dimos cuenta de lo fácil que es caer en ellos sin querer. En mi vida estuve con hombres y mujeres y no supe lo fuertes que eran estos roles dentro del hogar hasta ese momento.
Busqué consejos para evitarlos, pero no vi recursos útiles. No hay herramientas que ayuden a las parejas a dar sus primeros pasos. Entonces decidí crear Fairshare.
Cuando se habla de roles de género, ¿cuáles son?
Hay algunas formas de dividir el trabajo doméstico por género. Uno es con la división de tareas, como pasa en las empresas y el mercado en general.
Cocinar, limpiar y lavar la ropa se consideran generalmente tareas femeninas. Tienen mayor frecuencia y no se pueden posponer, consumen mucho tiempo y producen una mayor carga mental. Por ejemplo, cocinar requiere planificar las compras y la preparación.
Tareas consideradas masculinas son sacar la basura, pagar las cuentas, cortar el césped y hacer reparaciones, cosas que son más puntuales, que requieren menos tiempo y que, si se posponen, no supone un problema. Algunas producen carga mental, pero, en general, su demanda cognitiva es menor.
Otro modo de ver la división de género es la absoluta desigualdad en la carga de trabajo. Sé que suena obvio, pero no lo es.
En promedio, las mujeres dedican tres veces más tiempo que los hombres al trabajo doméstico no remunerado. Varía según el país, pero no hay ninguno donde sea igual o los hombres hagan más.
En Reino Unido, la división es del 64 % (mujeres) y del 36 % (hombres). Parece más igualitario, pero en perspectiva, significa dos años y medio de trabajo para ellos y cinco años y medio para ellas.
¿Qué aprendiste al hablar con parejas?
Lo principal fue que en todas las parejas con las que hablamos había desigualdad. En las parejas heterosexuales esto se debe en gran medida al género, pero no quieren admitirlo. Hay una negación.
“Es su tipo de personalidad” o “a él le gustan más estas tareas y a mí no” son algunos de los argumentos que encuentro.
A la gente no le gusta enfrentarse a la desigualdad en su hogar, darse cuenta de que creen en la igualdad entre hombres y mujeres, pero en su casa no se viven estos valores.
¿Y cómo pensar en esas parejas donde el hombre es quien cocina? ¿O en el que algunas de estas tareas “de género” no son realizadas por quienes se esperaría de ellas?
Se produce un verdadero cambio cuando, en una pareja heterosexual, el hombre cocina la mayor parte del tiempo. Porque cocinar es la tarea que requiere más tiempo y planificación.
Pero incluso cuando las tareas no están divididas por género, terminamos notando desigualdad cuando preguntamos a las personas sobre su trabajo cognitivo o “carga mental”.
Hablaba con una pareja sobre lo genial y equilibrada que era su división de tareas y llegamos a preguntas clave: quién lleva a los niños al médico, quién gestiona sus horarios, quién sabe su talla de zapatos, quién está en el grupo de WhatsApp del colegio… Y entonces apareció la diferencia.
La responsabilidad de este tipo de tareas, que requieren mucho trabajo cognitivo, rara vez se comparte por igual. Y sigue estando muy dividido por género, incluso en familias donde el trabajo físico es más equitativo.
¿Qué suele pasar en las parejas del mismo sexo cuando se trata de la división del trabajo doméstico?
En casa, una pareja homosexual puede tener los mismos desafíos que una pareja heterosexual, en la que uno hace más tareas físicas, uno tiene más carga mental que el otro. Pero no hay tanta presión para que asuman ciertos roles y tareas como en las parejas heterosexuales.
La división del trabajo tiende a ser más intencional, basada en preferencias personales, se conversa más. Por tanto, ocurre con menos frecuencia que una de las partes esté muy descontenta con esta división.
Algunos sostienen que esta “especialización” del trabajo es más eficiente e incluso natural. ¿Cómo ves esto?
Hay un estudio que dice que la especialización es un modelo económico atractivo porque las personas se vuelven expertas en sus áreas y producen más.
Pero hay que considerar otras situaciones, como que ocurra una separación o la muerte de la pareja o, menos extremas, como la necesidad de que una de las partes o las dos trabajen fuera de casa.
La especialización trae problemas porque significa que uno de los dos no sabe hacer un tipo de tarea en la casa.
Podemos pensar así: ¿prefieres un hogar eficiente o un hogar feliz? ¿Un hogar eficiente o una relación en la que ambas personas se sientan valoradas? ¿Un hogar eficiente o un hogar en el que los eventuales hijos vean a ambos padres como modelo de conducta?
Por supuesto, hay hogares donde la gente elige especializarse y es feliz de esa manera. Pero lo importante es ser consciente de estas elecciones y evitar que esta especialización se produzca simplemente porque parece lo más “natural”.
¿Y exactamente cómo es posible ayudar a las parejas a cambiar esta dinámica?
Trabajamos con un método basado en cuatro pilares: percibir, planificar, practicar y aplaudir.
“Percibir” significa ver y comprender la cantidad total de trabajo, incluido el trabajo invisible, que implica administrar un hogar.
“Planificar” es establecer objetivos sobre cómo quieren que se comparta el trabajo. Muchas parejas empiezan diciendo 50/50, pero… ¿50/50 en relación con qué? ¿Tiempo? ¿Esfuerzo requerido para la tarea? ¿O ambos? Esto hay que decidirlo. No importa cuál sea la respuesta, la pareja debe decidir qué buscan. Generalmente, no es una medida absoluta, es más subjetiva, es un sentimiento.
La “práctica” es construir las herramientas para que la gente pueda apegarse a este plan, ya que hay muchas presiones sociales que pueden impedir que logremos una división más justa.
Y ” aplaudir” o elogiar, es reconocer el esfuerzo del otro. Los elogios son una motivación poderosa para cambiar el comportamiento y son muy importantes en este caso, donde hay una tendencia a culpar y criticar a los demás por no hacer lo suficiente o no hacerlo bien.
Hay mucha tensión en torno a este tema. Puede parecer trivial hablar de “a quién le toca lavar los platos”, pero es un tema muy delicado. Y rápidamente se convierte en mucho más que platos sucios. Se trata de cómo se sienten las personas en la relación, de si se sienten valoradas, de cómo son las dinámicas de poder en la pareja.
Si queremos lograr un cambio, podemos avergonzar a la gente, usar el garrote. Este enfoque tiene su eficiencia inicial, pero tiene un límite. La gente solo hace las cosas cuando se siente bien. De modo que el enfoque de la zanahoria, de valorar y elogiar demuestra ser más eficiente.
Pero no es fácil, porque la gente se enoja cuando se trata de este tema.
Muchas mujeres se quejan de que los hombres son elogiados solo por hacer lo mínimo y que esto los vuelve infantiles en la relación. ¿Cómo podemos mostrar gratitud y valorar a los demás sin tratarlos como a un niño que está aprendiendo a realizar una tarea?
Es difícil pedirte que elogies a otra persona por hacer menos sin recibir ningún reconocimiento por lo que tú haces.
Pero lo que me hizo apreciar más esta técnica fue hablar con mi pareja sobre ella y comprender el concepto de “asumir que la otra persona tiene buenas intenciones”.
Después de hablar con cientos de parejas, entiendo que, por supuesto, hay situaciones malas y personas que no tienen buenas intenciones. Pero la mayoría de las veces, en las relaciones sanas y amorosas, una de las partes no quiere llenar a la otra con tareas domésticas, no quiere perjudicar al otro.
Así que, en realidad, no va de tratar al otro como a un niño, sino de hacerle consciente de algo malo que está haciendo sin querer. Probablemente en casa no tenía ejemplos de cómo hacerlo mejor.
Mi consejo no pasa por tener una paciencia infinita, sino pensar en la mejor manera de cambiar el comportamiento de tu pareja y ponerte en la piel de la persona que está intentando cambiar.
Pero la persona que hace menos también tiene que ponerse en el lugar del otro.
Las peores discusiones que tengo con mi pareja son cuando le pido que haga más y me dice algo como “ya hago más que la mayoría”. Esto es muy malo, porque nuestro punto de referencia es muy bajo si nos comparamos con lo que hicieron las generaciones anteriores.
¿Por dónde deberían empezar las parejas para igualar el trabajo doméstico?
Primero, con más comunicación. Suena a cliché, pero ayuda, porque hacemos muchas suposiciones sobre lo que la otra persona está haciendo o sintiendo.
Otra es hablar de esto lo antes posible. Empecé a ir a un curso para novios y vi una sala llena de parejas enamoradas que planean una vida juntos, con conversaciones llenas de intenciones. Pero nadie habla de las tareas del hogar.
Y es precisamente ahí cuando deben hacerlo, porque es cuando más dispuestos estamos a probar cosas diferentes, a entendernos, a cambiar lo que sea necesario.
Si la pareja no puede compartir tareas como hacer la cama y no encuentra la manera de hacerla funcionar, ¿cómo será a la hora de comprar regalos para los cumpleaños de los niños?
Estas diferencias se vuelven más difíciles de resolver con el tiempo, especialmente cuando tienes hijos, cuando el número de tareas aumenta tanto que la desigualdad se vuelve mucho más evidente y problemática.
También tiendo a animar a las personas a implementar, al menos inicialmente, algunas herramientas, como si fuera en el lugar de trabajo.
Algunos lo sienten vergonzoso, otros temen que ponga fin al romance, pero el uso de aplicaciones, hojas de cálculo, listas compartidas, calendarios y una cuenta de correo electrónico conjunta puede ayudar.
Después de todo, estás intentando mantener una miniorganización compleja con dos personas.
No digo que una aplicación resuelva todos los problemas. Solo digo que en otros ámbitos de la vida utilizamos soluciones tecnológicas para ayudarnos, pero nos negamos a hacerlo en casa. Y no tiene nada de malo.
Finalmente, la paciencia es esencial. La gente suele acudir a nosotros cuando está desesperada. Quieren una transformación total y rápida, quieren dejarle las tareas a su pareja porque no puede más. Y eso no es realista.
Es complicado esperar que una pareja que ni siquiera sabe exactamente lo que hay que hacer, de repente haga todo, se responsabilice de todo y lo haga de la misma manera que tú. Cambiar hábitos lleva tiempo y la gente comete errores.
¿Y qué se debe evitar en este proceso?
Es normal que las personas abrumadas se sientan frustradas, pero cuando sea posible, evite culpar al otro o hacer que se sienta mal.
Puede ser bueno dar a la otra persona un cierto “shock de realidad”, pero más allá de eso, no. Esto puede llevar a que una de las partes, o las dos, lleven un “contador de deudas”, de quién hace qué. Y eso tampoco es un hábito saludable.
Es más productivo pensar que “la otra persona hizo esto por mí y por la casa” a “yo hice esto, ahora voy a dejar esta otra cosa aquí hasta que él/ella lo haga”. Eso crea resentimiento.