Uno de los cambios más relevantes es la reducción de la tasa de fertilidad, que ha pasado de 2,6 hijos por mujer en 1990 a 1,5 en 2021. Este descenso apunta hacia una tendencia global de hogares más pequeños y nucleares.
Un reciente estudio realizado mediante datos de la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen), examina las evoluciones en los hogares chilenos desde la vuelta a la democracia en 1990 hasta 2022. Los hallazgos revelan tendencias que reflejan el impacto de la modernización y proyectan desafíos y oportunidades para el futuro del país.
El sondeo, realizado por el Laboratorio de Estudios y Análisis Socioeconómico (LEAS), revela que uno de los cambios más destacados es la reducción de la tasa de fertilidad, que ha pasado de 2,6 hijos por mujer en 1990 a 1,5 en 2021. Este descenso apunta hacia una tendencia global de hogares más pequeños y nucleares, como es en la actualidad.
En esta misma línea, según los datos del sondeo, los hogares unipersonales han triplicado su prevalencia en este período, pasando del 7% en 1990 al 19% en 2022, un incremento notable de 12 puntos porcentuales. Este fenómeno resalta una tendencia hacia la individualización y el cambio en las dinámicas familiares tradicionales.
El aumento de hogares unipersonales también está acompañado por cambios en la composición etaria de sus habitantes. Las personas mayores de 66 años, aunque siguen siendo el grupo más predominante, han reducido su participación en estos hogares del 36% en 1990 al 29% en 2022. Asimismo, el grupo de 56 a 65 años también ha disminuido, pasando del 22% al 17%.
Además, existe un revés en cuanto a mujeres y hombres que deciden asentar un hogar unipersonal, con cada vez mayor presencia masculina en este ítem (62%). Al respecto, el director de LEAS, Ricardo González, afirma que “es importante considerar que la inversión en la proporción de género en los hogares unipersonales puede ser multifactorial. Si bien la violencia de género es un asunto grave que podría influir en esta dinámica, otros factores como el avance hacia la igualdad de género también juegan un papel significativo”. Añade que este cambio se puede ver influenciado por la creciente participación femenina en el mercado laboral y su presencia en cargos de representación. “Sin embargo, es crucial abordar y condenar la violencia de género en todas sus formas, reconociendo su impacto negativo en la sociedad. También es importante considerar que pueden existir otros factores, posiblemente de naturaleza metodológica, que podrían estar influyendo en esta cifra, como se señala en el estudio”, puntualiza.
En contraste, los jóvenes adultos entre 26 y 35 años han incrementado su representación en los hogares unipersonales del 11% en 1990 al 17% en 2022. De manera similar, el grupo de 36 a 45 años ha crecido del 9% al 17% en el mismo período.
“Una de las revelaciones más significativas del estudio es el crecimiento de los hogares unipersonales, que casi se triplicaron en prevalencia desde 1990 hasta 2022. Este fenómeno no solo refleja un cambio en las preferencias residenciales, sino también transformaciones en los roles de género y las expectativas sociales, con un número creciente de jóvenes y adultos mayores eligiendo vivir solos”, afirma el director de LEAS.
Por otro lado, las familias extendidas han disminuido su presencia de manera significativa, cayendo del 23% en 1990 al 14% en 2022, lo que representa una caída de 9 puntos porcentuales. Esta tendencia apunta a una posible reducción en la convivencia de varias generaciones bajo el mismo techo.
Por el contrario, los hogares compuestos por familias nucleares, aunque siguen siendo mayoritarios, han experimentado una disminución en su participación, disminuyendo del 65% en 1990 al 58% en 2022. Esta reducción de 7 puntos porcentuales sugiere un cambio en las estructuras familiares predominantes en el país.
En 2022, se observó un cambio significativo en esta composición. Los hogares nucleares más frecuentes ahora están compuestos por dos personas, abarcando el 39% del total, seguidos por los hogares de tres personas, que aumentaron su importancia relativa al 31%. Los hogares nucleares con seis o más personas han disminuido drásticamente, pasando de representar el 10% del total en 1990 a apenas el 2% en 2022. Este cambio hacia hogares más pequeños refleja una tendencia clara hacia la modernización y la evolución en las dinámicas familiares en Chile.
“La tendencia hacia estructuras familiares nucleares más pequeñas sugiere varias hipótesis. Por un lado, el empoderamiento femenino y la expansión de oportunidades laborales para las mujeres han proporcionado alternativas a la maternidad tradicional. Muchas mujeres eligen posponer la maternidad o decidir no tener hijos, priorizando su desarrollo personal y profesional. Además, factores económicos como el incremento en el costo de vida y la necesidad de una mayor inversión en la crianza de los hijos pueden influir en la decisión de tener menos hijos. El acceso a la educación y la información también juega un papel crucial, permitiendo a las mujeres tomar decisiones informadas sobre la planificación familiar y la maternidad. Estos elementos, en conjunto, podrían explicar la reducción observada en las tasas de natalidad”, concluye González.
Otra variable importante en la evolución de los hogares nucleares es la edad del jefe de hogar, definida como la persona que aporta el mayor ingreso. En 1990, los jefes de hogar eran relativamente jóvenes, con los grupos de edad de 26-35 y 36-45 años, sumando conjuntamente el 54% del total. Un 6% de los jefes de hogar tenía entre 18 y 25 años.
Para 2022, la mayoría de los jefes de hogar se encuentran en grupos de mayor edad. Los grupos de 36-45 y 46-55 años son ahora los más comunes, representando el 46% del total. La proporción de jefes de hogar menores o iguales a 25 años ha disminuido notablemente, representando solo el 2% del total. Esta tendencia hacia un envejecimiento de los líderes familiares en los hogares nucleares sugiere un cambio demográfico significativo a lo largo de las décadas.
Por otra parte, en cuanto al género del jefe o jefa de hogar, ha mostrado una evolución relevante. Históricamente, el jefe de hogar era un hombre. Entre 1990 y 2000, la proporción de mujeres como jefas de hogar se mantuvo prácticamente constante alrededor del 13%. Este estancamiento puede explicarse en parte porque los ingresos de las mujeres durante este período fueron, en promedio, un 32% inferior al de los hombres. A partir de 2003, se observó un aumento gradual en la proporción de mujeres jefas de hogar, alcanzando el 37% en 2017.
Este cambio se relaciona con la reducción de la brecha salarial de género, ya que para 2017, las mujeres ganaban en promedio un 18% menos que los hombres. Durante la pandemia de COVID-19 en 2020, se evidenció un notable incremento en la proporción de mujeres jefas de hogar, alcanzando el 46%. Esta tendencia se ha estabilizado aún más en 2022, logrando casi la paridad de género, con un 48% del total de jefes de hogar siendo mujeres.