Publicidad
Cuando se pone “cariñoso”… BRAGA Créditos Imagen: Agencia Uno

Cuando se pone “cariñoso”…

Publicidad
Elisa Massardo Parancán
Por : Elisa Massardo Parancán Licenciada en Historia y Estética y diplomada en Periodismo Cultural, Crítica y Edición
Ver Más

¿Seguimos fomentando en Chile un modelo conservador de familia donde no importan los actos sino sólo la unión familiar? ¿Dónde no importan los abusos, sino sólo mantener al patriarca intocable?¿Dónde se fomenta que las y los niños crezcan con traumas sin reparación ni sentido de justicia?


Me pregunto honestamente qué pasa por la mente de las personas que intentan justificar, esconder o normalizar el abuso sexual infantil. En pleno siglo XXI, cuando existen políticas públicas contra el abuso, después que el Me too diera vuelta el mundo, ¿puede alguien todavía justificarlo o normalizarlo? 

Varios testigos de Eduardo Macaya lo intentaron, señalando que se ponía “cariñoso” cuando estaba ebrio, estas personas, ¿se dan cuenta de lo que dicen?, ¿de lo que normalizan?, ¿del nivel de daño que ocultan?, ¿será que en Chile el abuso está tan normalizado que ya ni siquiera somos capaces de verlo? 

Uno de los fuertes problemas de un país que vivió un trauma como la dictadura y las violaciones a los derechos humanos, tiene que ver con la falta de reparación y con la impunidad que ostentan los perpetradores, que pueden descansar -irónicamente-, en sus casas en lugar de vivir la condena en la cárcel. Asumir el daño, pedir disculpas, reparar. Son elementos esenciales para sanar y tener una población con menos daño emocional. Pero en Chile la reparación no existe y las investigaciones e iniciativas sobre temas de memoria no tienen la fuerza necesaria para afectar e impactar en la vida de cada individuo de nuestra población. Si a nivel de las políticas públicas aún estamos carentes de medidas fuertes de reparación, ¿qué podemos esperar del interior de una familia?  

Sin lugar a dudas, una persona que abusa de niños y niñas es un abusador, y de ninguna forma esto debe normalizarse. No debe existir forma alguna que justifique el pago de 150 millones de pesos para que descanse en su casa. A la justicia se le debería poder decir públicamente que ese castigo no repara, ¡fue en su casa donde cometió los abusos!  

Mi frase favorita es, sin duda: “que la familia se dividiría y que era mejor evitar la denuncia”, frase que se publicó en varios medios sobre las respuestas inmediatas de la familia Macaya. Esa sentencia ha arruinado innumerables vidas en Chile, vidas de personas que aprendieron desde la infancia que la unión y el respaldo fraternal es más importante que la legítima defensa de las víctimas; en familias donde no está bajo cuestionamiento el concepto mismo sobre qué es la familia, cómo se conforma y qué se debe esperar de ellas. Si alguien de tu familia te daña, alguien de afuera siempre podrá hacerlo, porque la violencia se normaliza de esta forma.  

Así, muchas víctimas viven bajo la excusa de la “familia”, pero ahí habita un dolor enorme: hay una persona que es abusadora; hay una o más personas que son víctimas. Y lo que divide a la familia no es una denuncia ni la víctima; es y siempre será el abusador y quienes lo respaldan.  

¿Seguimos fomentando en Chile un modelo conservador de familia donde no importan los actos sino sólo la unión familiar? ¿Dónde no importan los abusos, sino sólo mantener al patriarca intocable?¿Dónde se fomenta que las y los niños crezcan con traumas sin reparación ni sentido de justicia? Creo realmente que sí, porque 12 años de condena no resuelven el daño de haber sido víctima de abuso sexual infantil.   

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias