María Paz Rodríguez escribió “Arca” inspirada en el varamiento de ballenas en la Patagonia. La novela sigue a Lucas, Alia y Laura en su búsqueda de amor y redención. La autora aborda, entre otros temas, el deseo, los traumas y las relaciones familiares.
María Paz Rodríguez empezó a escribir Arca (2024, Tusquets) hace cinco años, cuando se enteró el varamiento de 337 ballenas en los fiordos del Golfo Tres Montes en la Patagonia chilena en 2015. La noticia la impulsó a investigar sobre el enigmático hecho y, durante el proceso de búsqueda, la escritora chilena se reunió con activistas de Greenpeace y científicos. Entre ellos conoció a la oceanógrafa inglesa Susannah Buchan, cuyas investigaciones y su relación con las ballenas la inspiraron a crear los personajes de su más reciente novela.
Si bien los cetáceos fueron el punto de partida, el libro no trata solo de las ballenas, los protagonistas son Lucas y Alia, hermanos que trabajan activamente en ARCA, una ONG dedicada a investigar este varamiento. En un evento para recaudar fondos conocen a Laura, una chica esquiva pero que los cautiva, quien es música y carga con el peso de un oscuro episodio ocurrido en su infancia, cuando Roberto, su padre alcohólico, formaba parte de una secta. El singular triángulo afectivo entre Laura, Lucas y Alia es el esqueleto de esta arca en la que los tres navegan en busca del amor, de sí mismos y de una salvación.
-Me llama mucho la atención todo el contexto que tiene Arca, la espiritualidad, las ballenas, la defensa de los animales, pero el libro no es solo sobre eso, sino que se trata más de los personajes, cómo se desenvuelven en este contexto. Entonces, ¿de dónde surge el libro? ¿Qué fue lo que vino primero: el contexto o los personajes?
-Este libro lo empecé a escribir hace cinco años. Partí haciendo una investigación por un artículo que leí sobre el varamiento de ballenas en 2015, en Guaitecas, Golfo de Penas. Fue muy misterioso, había alrededor de 300 ballenas varadas y otras especies. Hicieron un montón de exámenes, pero no llegaron a una determinación de por qué vararon. Siempre quise escribir un libro donde aparecieran ballenas. Es un animal muy simbólico para mí. A partir de esa investigación surgió la idea de crear una ONG con jóvenes, y así fue desarrollándose una de las tramas de la novela.
-El tema del deseo está muy presente en el libro, los personajes se enfrentan a él, pero no solo al lado positivo, sino también a las consecuencias y traumas que trae. ¿Cómo fuiste generando y triangulando estos personajes?
-Yo creo que el deseo es pura movilidad y a la vez es pura pantalla. Deseamos algo, pero siempre es otra cosa, algo más. Mientras escribía, me di cuenta de que quería demostrar que, más que un amor entre ellos, hay una reparación entre los personajes. El deseo mueve eso: la idea de amar algo y purgarlo al mismo tiempo. La relación de Laura con Alia es compleja y dolorosa, pero a la vez Alia sale fortalecida, mientras que Laura encuentra su lugar en la isla, un espacio apartado donde finalmente corresponde.
-También hay un tema con la relación de los hermanos, porque es una relación diferente, alguien que no eliges pero te conoce muy bien. ¿Por qué era importante que fueran hermanos en este triángulo?
-En la primera versión del libro lo escribí tres veces, y en la segunda versión defendí a Lucas, el personaje masculino. Me cuestan los personajes masculinos, pero este fue un desafío, porque Lucas es un personaje masculino sensible, deconstruido, que no sigue la lógica del poder. Quería que Alia lo maternara un poco, que se apoyaran mutuamente, ambos con historias fallidas respecto al vínculo paterno-materno. La idea era que recayeran en Laura, una chica huérfana, sin que hubiera rivalidad entre los hermanos.
-¿Por qué crees que es importante que existan personajes masculinos que salgan de la lógica patriarcal y que representen una masculinidad más sensible?
-El hombre heteronormado sufre, y no hablamos lo suficiente de eso. Todo lo que se pierde en la crianza y en la educación emocional masculina es muy fuerte. Soy feminista, claro, pero creo que hay un modelo de masculinidad más actual, sensible y conectado emocionalmente que está emergiendo. Me interesa explorar esa complejidad en los vínculos adultos, sobre todo para las mujeres y para el femenino, porque no todo es binario.
La escritora ya ha publicado otros títulos, como El gran hotel (2011), Mala madre (2015) y el libro de cuentos Niñas ricas (2018). Además es docente y editora del sello independiente Neón Ediciones. El catálogo es amplio, tienen traducciones de autores clásicos como Virginia Woolf, Horacio Quiroga, H.P. Lovecraft y otros más recientes como Catalina Infante, Pola Oloixarac, Ana Montes, entre otros.
-Como editora, ¿cómo trabajas un libro? ¿Hay una diferencia entre la autora y la editora?
-Cuando termino la parte escritural, me meto a editar, que es el proceso más importante para mí. No tengo ningún apego emocional con el texto, si una metáfora no funciona, la saco. Disfruto mucho la escritura, pero me parece fundamental leer lo que escribo y hacer que funcione. La editora que soy es una aliada para la autora que soy, porque el ojo crítico que he desarrollado con los años es lo mismo que les pido a mis textos.
-Hay muchas ferias y editoriales independientes que tienen catálogos increíbles, ¿cómo ves que ha evolucionado la industria del libro en los últimos años?, ¿crees que es por las personas que crean, o también porque hay un público que impulsa este desarrollo?
-Yo partí con la editorial hace unos diez años y al principio éramos solo cuatro pelagatos con dos libros cada uno en las ferias. Hoy, ver ferias llenas de gente joven me produce mucha satisfacción. Creo que existe un interés creciente por leer, lo que es la base de todo este desarrollo. También ha habido un fenómeno en la academia, con muchos magísteres y diplomados en edición, lo que ha hecho que más personas estén capacitadas para tener sus propias editoriales. Además, los libreros y libreras son clave en este sistema, porque guían a los lectores hacia libros que quizás no son tan conocidos, y eso es fundamental.
-Y en relación a la sostenibilidad de esta industria, ¿se puede vivir de las ediciones? ¿Qué se podría hacer para potenciar este sector?
-Yo tengo cuatro pegas para poder sostener mi tiempo de escritura y edición. No creo que haya muchos editores que puedan vivir solo de esto, especialmente en editoriales independientes. Los fondos del Gobierno ayudan, sobre todo en traducciones o en la impresión de libros, pero no cubren todo. Las ferias del libro son esenciales para nosotros; en las ferias yo pago mis imprentas y financio el año. Pero no sabría bien cómo generar más recursos para que sea una industria más sostenible a largo plazo.