La doctora en Economía que expondrá en el Congreso de Economía Social y Solidaria en Santiago se refiere a un modelo extractivista global en crisis, a la importancia de los cuidados del hogar como importante aporte a la economía del PIB y el futuro de una economía feminista emancipatoria.
De acuerdo al “Primer Estudio Nacional de Valoración Económica del Trabajo Doméstico y de Cuidado No Remunerado en Chile”, realizado por los ministerios de la Mujer y Desarrollo Social en 2023, se logró determinar que el aporte el aporte del trabajo doméstico al PIB es cercano a los $44 billones al año. Es decir, un 21,8% del Producto Interno Bruto que en un 67% correspondería específicamente a labores no remuneradas de mujeres. Como una de las principales premisas de la Economía Feminista, los cuidados son un ámbito de especial atención. Dentro de ella, se considera esta variable del trabajo como una constante que recorre el ciclo vital de todas las personas, explica la dra. en Economía Internacional y Desarrollo en la Universidad Complutense de Madrid, Amaia Pérez Orozco.
“Todas las personas necesitamos cuidados siempre. No solo en la infancia o el envejecimiento. Cuidar es reconstruir la vida día a día, es como lo que vimos durante la pandemia que no se podía parar. La responsabilidad de los cuidados de todas las personas y a lo largo de toda la vida se ha metido sobre todo en nuestras casas y especialmente en manos de las mujeres”, agrega la autora del libro “Subversión feminista de la economía”, referente de la corriente global de la Economía Feminista.
La economía feminista se preocupa de visibilizar las dimensiones de género de la dinámica económica y sus implicancias para la vida de las mujeres. Desde ahí, evidenciar el impacto de este aporte a la riqueza de las naciones o su falta de ella. En ese aspecto, la noción de economía del cuidado es una de las miradas alternativas que Pérez Orozco expondrá en el “Congreso de Economía Social y Solidaria” que tendrá lugar en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano los días 23 y 24 de octubre bajo el llamado de “Respuestas frente a la crisis”.
La economía feminista es dos cosas al mismo tiempo: una propuesta analítica para entender un sistema económico que no es en absoluto feminista y una propuesta analítica es también política, aclara la economista. “La economía feminista entiende que la economía no son solo los mercados y el trabajo pagado, sino que la economía son todos los procesos que sostienen la vida, sucedan o no dentro de los mercados. A partir de ello, intenta comprender las dimensiones heteropatriarcales del sistema y cómo el funcionamiento de la economía reconstruye las desigualdades de género, entendiendo, al mismo tiempo, que el género se cruza con otros ejes como clase, racialización, estatus migratorio, etc. Es decir, es una mirada profundamente política que no cree que exista una forma objetiva de ver la economía, sino una permanente carga política”, sintetiza la investigadora que es parte del colectivo Re-vuelta Economía Feminista Emancipatoria.
El Congreso de Economía Social y Solidaria -CECOSS 2024- se inaugurará con la conferencia del filósofo francés Pierre Dardot y la participación de diversos autores y referentes del tema en paneles internacionales como la doctora chilena en Ciencias Sociales Nelly Cubillos y la activista ecuatoriana de economía feminista, Enith Flores y la propia Amaia Pérez Orozco.
-¿En qué aspectos cree usted que el actual modelo global está fallando para que otras corrientes alternativas de organización economica -como las que plantea la Economía Feminista Emancipatoria- responda a problemáticas sociales, educativas o culturales, por ejemplo?
El problema estructural es que se va imponiendo globalmente es un sistema construido sobre lo que llamamos el conflicto capital-vida. Entendemos que el conflicto entre el capital y el trabajo asalariado es realmente un conflicto con todos los trabajos, también los que no se pagan o que, por otros motivos, pasan ocultos para el sistema. Más allá, el conflicto es con la vida del planeta y la vida de las personas porque nuestras vidas no podemos entenderlas solo desde la dimensión de la mano de obra. En este sistema, la vida del planeta y la vida colectiva se ponen al servicio de unas pocas vidas que tienen en sus manos el poder corporativo global. Por eso decimos que es un sistema biocida, que gira en torno a la lógica de acumulación de capital. En él, la responsabilidad de sostener la vida atacada no es colectiva, sino que se mete en las casas -es decir, se privatiza-, se pone en manos de las mujeres -se feminiza- y se invisibiliza. Decimos que es invisible en un sentido profundo: porque no hablamos ni hacemos conflicto político desde los lugares en los que se asume la responsabilidad de cuidar y sostener la vida dañada. Así, perdemos la oportunidad de cuestionar la raíz del problema que afrontamos.
-¿Las políticas de bienestar europeas consideran actualmente proyectos más amplios de convivencia basadas en la economía social y solidaria que sean destacables?
-En Europa no conozco ningún caso de escala grande al que podría llamar exitoso. Hay lugares en los que la economía social ha crecido, por ejemplo, podemos hablar del grupo Mondragón que agrupa a un centenar de cooperativas. Pero la economía feminista emancipatoria apuesta siempre por la escala pequeña, porque es lo único que permite garantizar la democracia y el compromiso con el territorio. Por eso, para nosotras, cuando estas iniciativas crecen, van poco a poco perdiendo su carácter solidario y se quedan en poco más que un nombre. Los casos que conozco más interesantes son locales y son los que intentan reconstruir todo el tejido socioeconómico local desde una perspectiva del bien común. Son las iniciativas que se vinculan más a las apuestas por la soberanía alimentaria y la agroecología, la soberanía energética, etc. Y son también aquellos que intentan construir iniciativas colectivas en los cuidados, por ejemplo, cooperativas de cuidadoras. Al mismo tiempo entienden que las personas que trabajan en la economía social y solidaria no son solo “trabajadoras”, sino personas y que, por tanto, su participación tiene que ser compatible con otras dimensiones de su vida, sus responsabilidades y necesidades de cuidados.
-Tanto instituciones como la ONU y CEPAL, proponen entre sus objetivos de desarrollo global, adoptar prácticas y políticas de la Economía Social y Solidaria. Esta instrucción vinculante en muchos casos, choca con intereses industriales y económicos que dificultan su implementación. ¿Dónde cree usted que están esos nudos en la región?
-Dado que estoy situada en el estado español, me resulta complejo responder a esta pregunta. Pero sí creo que es importante decir que la economía social y solidaria no puede impulsarse “desde arriba”. Debe construirse “desde abajo”, vinculada a la economía popular avanzando en la construcción de economía popular solidaria y a la economía campesina. Es importante también entender que la economía social y solidaria, si de verdad queremos que sea una alternativa, por supuesto va a ser molesta. Porque “un poquito de economía social y solidaria” es soportable para el sistema actual, puede ser incluso una forma de propaganda para el poder corporativo. Pero, si crece, entonces se vuelve molesta, porque significa usar los recursos colectivos para el bien común y no para el beneficio particular. Por último, señalaría que versión de los tratados de comercio e inversión vigentes, etc.
Convocan al congreso la Red Universitaria de Economía Social y Solidaria de Chile (RUESS Chile) en organización con la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, la Universidad Central, la Universidad de O´Higgins y la Universidad Católica del Maule con el patrocinio de la Confederación General de Cooperativas de Chile.
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