En el día del cine chileno, la destacada montajista Soledad Salfate cuenta cómo es el trabajo de edición de una película. En ese sentido, dice que su trabajo “Nunca deja de ser creativo porque dependiendo de cada una de las películas o narraciones a las que te enfrentas son únicas en su forma”.
¿Qué relación existe entre escritura y montaje? La montajista Soledad Salfate lleva 25 años de carrera y más de treinta películas editadas, dice que es el “trabajo menos farandulero” de los equipos, pero, igual que otros oficios son un pilar fundamental de la creación de las películas. El paso de las imágenes a una narrativa no es aleatorio, el montaje le da la continuidad narrativa que la fragmentación de imágenes no logra.
“Yo siempre supe que quería contar historias, siempre supe que era lo mío pero no sabía muy bien desde qué lugar y cuando me enfrenté a la sala de montaje me voló la cabeza”, cuenta a El Mostrador.
Inicialmente, en su carrera trabajó con Alicia Scherson y Rodrigo Sepúlveda, y se convirtió en una frecuente colaboradora de Sebastián Lelio, de quien editó Navidad, Gloria y Una mujer fantástica, ganadora del Oscar a Mejor Película Extranjera. Además de trabajar con otros reconocidos directores como Fernando Guzzoni, Cristián Jiménez y Alejandro Fernández Almendras, también ha trabajado en series y películas de Panamá, Costa Rica, México y Colombia como: Plaza Catedral, de Abner Benaim; Delirio, de Alexandra Latishev; entre sus obras más recientes están la adaptación de la novela de Juan Rulfo, Pedro Páramo, de Rodrigo Prieto, y Horizonte, de César Augusto Acevedo, estas dos últimas estrenadas en el Festival de Toronto.
La montajista explica cómo es el proceso de edición de una película, dice que va paso a paso con el rodaje, antes, lee varias veces el guion y conversa con el o la directora de la película, para saber qué quiere contar y empieza la colaboración.
“Por lo general intento trabajar o elegir las películas en donde puedo participar más creativamente en el proceso, eso significa que leo muchas versiones de guion, si son directores o directoras nuevas, los conozco y quedamos en trabajar juntos, empieza una colaboración inmediata. Ahora, con los directores o directoras que ya he trabajado antes, desde la primera idea ya vamos pimponeando y colaborando en género, formas, cómo se ven los personajes, cuáles serían las historias, y así empiezo a leer guiones, a conversar, porque es
súper importante no solo la colaboración o lo que uno pueda opinar sino que entender en profundidad lo que se va a hacer”, explica.
En ese sentido, explica que su trabajo está relacionada a la reescritura de una historia pero desde las imágenes, esa misma idea, la aborda en el podcast Encuentros de Mubi, donde Salfate conversa con la directora mexicana Alejandra Márquez Abella.
“Lo que pasa es que el proceso de esta reescritura de la que hablamos tiene que ver con la palabra escrita o como la palabra hablada se transforma en imagen”, dice y luego agrega que “ese plano o ese bloque de sentido o pedacito de sentido son tus palabras ahora y son ellas las que hay que conjugar. Y son ellas a las que hay que encontrarle una gramática que es propia de cada película”.
Además, explica que “hay películas que son súper en continuidad, donde el montaje o la escritura de esa película tiene que desaparecer para que tú como espectador entres en un flujo de realidad aparente. Y hay otras en donde el corte habla y es otra gramática totalmente distinta”.
La montajista explica que cada experiencia de edición es única, “eso es lo lindo que tiene este trabajo”, manifiesta.
“Nunca deja de ser creativo porque dependiendo de cada una de las películas o narraciones a las que te enfrentas son únicas en su forma. Y eso siempre hay que buscarlo no importa cuántas hayas hecho”, dice.
“Si tú te fijas en películas como generalmente las que hacemos con Sebastián Lelio nunca hay algo en continuidad con otra cosa, siempre hay saltitos pequeños de tiempo que son imperceptibles que hacen que la película avance de otra forma y genera una extrañeza que te hace meterte dentro de los personajes. Ahora que trabajé con Rodrigo Prieto en Pedro Páramo que se acaba de estrenar fue mucho más formal el ejercicio. Él viene del cine más hollywoodense y que tiene que ver con tratar de que
el montaje desaparezca y solo aparezca cuando es necesario”, agrega.
En relación a la invisibilización que se le ha dado a la labor de montajistas respecto a otras funciones indica que primero, la industria del cine le entregó la labor de edición a las mujeres porque tenía que ver con un trabajo artesanal.
Además, “pasas muchísimas horas sola frente a un computador, nunca te ve nadie”, aunque recalca que es un trabajo “que debería estar sí en el rango de los guionistas en términos de derechos, porque hay un aporte en la escritura que sí es importante y creo que sí, esa es una lucha que han dado varios países y que todavía sigue ahí en pie”.
El currículum de Salfate es extenso, además trabajar como montajista, es docente en la Facultad de Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile.
“Hago clases porque necesito hacerlo porque siento que como el montaje sigue siendo un oficio dentro del cine es algo que se tiene que enseñar, tienes que dejar algo de todo lo que has ido aprendiendo con cada una de las experiencias”, sostiene.
Tras años trabajando en la industria, la montajista cuenta que ahora trabaja trabaja con un equipo de varios montajistas en Chile y en México, lo que le ha permitido trabajar más proyectos.
“Eso me ha ayudado en el último tiempo a tener más proyectos, poder cerrar uno y empezar otro. Antes de eso cuando el cine chileno empezó como a florecer el año 2005 era pura amor, energía y ganas hacer cine con mis amigos, que para mí era lo más importante del
planeta y me las arreglaba para ganar plata en publicidad”, afirma.
Su experiencia le ha permitido ver cómo ha ido cambiando la industria cinematográfica en el cine, en esa línea, opina que las plataformas de streaming “cambió todo en la medida que la necesidad de contenidos para las pantallas se agigantó o sea creció en un
mil por ciento”
“Estas plataformas ya no solo hacen películas o productos para la pantalla chiquitita sino que también se han metido mucho en el cine y eso transformó todo en la medida que se hace mucho más”, agrega. En ese sentido, dice que eso genera aprendizaje para los equipos en Chile.
“Chile también es un lugar muy bueno para filmar en términos de locaciones y con costos y profesionales con muy buenos, eso hizo que esto creciera bastante, no lo suficiente pero bastante. Tienes que pensar que en los años 2000 no habíamos casi generaciones o éramos muy poquitos los que habíamos salido de una escuela de cine porque hasta los años 90 y algo post dictadura no existían escuelas de cine solo existían las escuelas de periodismo”, explica.
En relación a la masificación de las redes sociales y el manejo de la imagen dice que “ha universalizado no solo los discursos sino que la
posibilidad de comunicarse a través de la imagen. Yo siento que lo más importante que han hecho es que ha comunicado distintas culturas y personas que no podían comunicarse a través del lenguaje hablado. Hoy día se hablan a través de la imagen que es como lo más lindo que puede hacer el cine, la imagen en sí misma y esa democratización del lenguaje de la imagen a mi me parece que es increíble y que ojalá
se haga más, no creo que sea un peligro”.