“Los cuidados son transversales a la vida, sostienen la vida y no son patrimonio de las mujeres”, dice la reconocida abogada argentina Laura Pautassi.
El Sistema Nacional de Apoyos y Cuidados, Chile Cuida, es una iniciativa del Gobierno que busca mejorar la calidad de vida de las personas que necesitan cuidados y de quienes cuidan, reconociendo las labores de cuidado como un derecho social y humano. Sus objetivos incluyen promover la autonomía, prevenir la dependencia y apoyar a los cuidadores, en su mayoría mujeres jefas de hogar, mejorando sus condiciones laborales. ¿Cómo pensamos los cuidados culturalmente? ¿Cómo incorporar en políticas públicas el derecho a ser cuidado y de los cuidadores?
“Los cuidados son transversales a la vida, sostienen la vida y no son patrimonio de las mujeres”, dice la reconocida abogada argentina Laura Pautassi.
La experta visitó la Universidad Alberto Hurtado, invitada por el Programa Derecho y Cuidados de la Facultad de Derecho, para participar de un seminario y dictar una clase abierta para reflexionar en torno a los desafíos que plantea el reconocimiento del cuidado como un derecho en América Latina y cómo incorporarlo en las políticas públicas de nuestro país.
Laura Pautassi es abogada egresada de la Universidad de Córdoba, es Especialista en Planificación y Gestión de Políticas Sociales y Doctora de la Universidad Nacional de Buenos Aires en el área de Derecho Social. Actualmente se desempeña como investigadora independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y del Instituto de Investigaciones Jurídicas y Sociales, A,. Gioja, Facultad de Derecho, Universidad de Buenos Aires.
—¿Cómo se relacionan los cuidados con los derechos humanos y cómo esta relación ha influido en las discusiones actuales sobre el tema?
—La vinculación es clarísima, porque desde la Declaración Universal de Derechos Humanos, el primer instrumento donde surge el sistema de derechos humanos después del holocausto, habla de los cuidados. A partir de allí, de 1948 en adelante, todos los instrumentos internacionales lo han considerado. Claro, ¿Cómo lo consideraban inicialmente? No decía cuidados, derecho a cuidar, hacer cuidado, autocuidado. Esa es la interpretación que hacemos de aplicar un enfoque de derechos humanos a los cuidados. Lo manifestaban o estaba explícito en distintos instrumentos. El concepto de vida digna, el concepto de protección de las personas, tanto la protección a la maternidad, la protección a las personas mayores, a las personas con discapacidad, la obligación de los padres de cuidar a sus hijos e hijas en igualdad de condiciones, como la Convención contra la Discriminación de la Mujer. Entonces, desde el inicio del sistema hay una vinculación directa. La diferencia, y de ahí fue la importancia del abordaje académico, es que la Academia saca a la luz los cuidados y los saca a la luz como un derecho humano desde este siglo, particularmente del año 2007 en adelante, donde identificamos que hay un derecho a cuidar, hacer cuidado, autocuidado. Pero ahí fue muy importante también conocer qué eran los cuidados. Entonces, primero hubo toda una elaboración de la Academia Feminista, donde trabaja en una mirada interdisciplinaria respecto a que los cuidados son trabajo. Y esto fue muy importante, porque se sacó del ámbito de las familias al trabajo, para que salga a la luz al trabajo de cuidados y que no se vea como un acto de amor, como una obligación de las mujeres, como una ética de cuidado, sino como un trabajo.
—¿Cómo han influido los movimientos feministas en la visibilidad de los cuidados? ¿Se pueden separar los cuidados de las luchas de género?
—El feminismo ha sido el gran movimiento por la igualdad, por lo tanto tenemos un problema de desigualdad estructural. Los cuidados son transversales a la vida, sostienen la vida y no son patrimonio de las mujeres. El hecho de que mayoritariamente las mujeres tengamos la capacidad de reproducir las especies no significa que se nos asigne las labores de cuidado. Esa fue la otra asignación patriarcal, claramente. Entonces, ¿por qué está tan imbricado con el feminismo? Porque el feminismo claramente saca a la luz y dice: “lo personal es político, lo privado es público”, y esto es un bien público: los cuidados. Lo hacemos nosotras porque lo hicieron nuestras madres, nuestras abuelas, nuestras bisabuelas, pero esto no significa que sea un patrimonio de las mujeres. Entonces, el feminismo lo toma como una lucha, la academia feminista lo elabora, pero el movimiento feminista también lo articula con los gobiernos para decir: ustedes tienen obligaciones que cumplir y, por lo tanto, tienen que transformarlas en políticas públicas. Entonces, a partir de allí, hay un proceso en el cual, otra vez, no solo salen a la luz, sino que se lucha precisamente por este concepto que se ha hablado en los últimos años de la corresponsabilidad sobre los cuidados. Pero, si ves, los códigos civiles siempre establecieron responsabilidades de cuidados. Lo que pasa es que, a la forma de distribuir esos cuidados dentro de los hogares, se les asignó a las mujeres, y los varones se desvincularon de los cuidados porque las leyes civiles establecen que ambos progenitores tienen responsabilidades. La CEDAW establece a ambos progenitores, la Convención sobre los Derechos del Niño establece a ambos progenitores. Las leyes civiles y de familia también establecen que tenemos que cuidar a nuestros progenitores nosotros como adultos, nosotras como adultas. Sin embargo, las que cuidan son solamente las mujeres. Entonces, no es un tema de género, por supuesto, no es un tema de mujeres, por supuesto, es un tema de la sociedad que debe ser distribuido. Desde la academia, hemos identificado cuatro organizaciones o cuatro de lo que se llama el diamante del cuidado, cuatro esferas donde se distribuye el cuidado: el Estado, las organizaciones sociales y comunitarias, las familias y el mercado. Bueno, todos somos corresponsables de esa forma de organización, y ahí el Estado tiene un rol central en la distribución de estos cuidados.
—¿Qué rol juega el Estado en la promoción de los cuidados colectivos?
—Los cambios culturales no se dan en el aire, hay que dar las condiciones materiales. Entonces ahí el Estado tiene que intervenir fuertemente en una redistribución, en realidad no se distribuye el cuidado, en realidad promueve una distribución justa del cuidado. Pero fíjate que también acá hay un trabajo en la lógica cotidiana. Las mujeres tienen que entender que hay otros espacios de poder para disputar, no solamente el espacio de poder, porque es un espacio de poder disputado por las mujeres, es el único que nos dejaron a lo largo de la división público-privado y entonces es difícil que las mujeres larguen este espacio y lo que hay que convencerlas de que hay otros espacios interesantes para ejercer el poder. Pero a los varones no tenemos que ir a decirles, che, ustedes tienen que cuidar, si no son ellos los que tienen que empezar a asumir sus obligaciones. No es voluntario, no es si quieren ayudar o no, tienen que asumir esas obligaciones. Entonces ese cambio cultural tiene que ser un cambio permanente, un cambio que vaya de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba. O sea, el Estado tiene que intervenir para promover, para dar esas bases materiales. Por supuesto, no es lo mismo una mujer de altos recursos, porque el cuidado en América Latina se distribuye estratificadamente. Ahora, no quiere decir que esa mujer millonaria de altos recursos no termine gestionando el cuidado. Puede no cuidar ella directamente porque tenga resuelto, pero sí lo gestiona. Y esto lo vemos muy claro, por ejemplo, en los datos de uso del tiempo de las personas mayores. En las personas mayores, los varones han avanzado más en cuidar a sus hijos, han avanzado más en cuidar, en cocinar, en algunas tareas, pero en lo que no han avanzado es en cuidar a las personas mayores. Claro, es más gratificante cuidar a mi niño, cambiarle los pañales a mi niño, jugar con mi niño, pero es menos gratificante una persona mayor. Ahí sigue la nuera cuidando. Entonces, la nuera en el sentido de que sigue siendo una mujer. Si hay varias hermanas y dos hermanos varones, van a ser las hermanas mujeres las que lo cuiden. Los varones lo llevarán el domingo a pasear. Entonces, ahí también tenemos un núcleo crítico que debemos transformar. Y ese cambio cultural tiene que ser, por eso digo en todos los sentidos, tenemos que pensar atrás de una persona con discapacidad, ¿cuánto cuidado hay? ¿Quién asume ese cuidado? ¿Quién lo lleva al sector salud? Está todo el campo el trabajo no remunerado en salud.
—¿Cuál es la importancia de contar con un sistema de cuidados estatal?
—Es muy importante establecer las competencias de cada una de las áreas estatales para que el engranaje de este sistema funcione efectivamente como un sistema. No es, insisto, un rejunte o un montón de políticas aisladas que yo digo, ah, este es el sistema chileno de cuidados. No, lo que tengo que hacer es un conjunto articulado donde esté reconocido un financiamiento, donde haya un órgano y rector, donde haya líneas para trabajar. Entonces, a eso apunta esta idea de sistemas de cuidado.
—¿Qué desafíos enfrentan los países de América Latina en la implementación de políticas de cuidado?
—América Latina es un continente sumamente heterogéneo con una injusta división sexual del trabajo y de los cuidados que lo caracteriza, además de ser el más desigual de la Tierra por la acumulación de ingresos de patrimonio. Entonces, hay múltiples experiencias. Hay experiencias algunas un poco más virtuosas, hay experiencias en los ámbitos locales de resolución del cuidado que han promovido gobiernos locales o municipales, hay experiencias a nivel de conformación de sistemas y hay la nada misma. Particularmente, salvo Costa Rica, pero muchos de los países de Centroamérica también han quedado o el Caribe, como muy fuera de esta agenda. Entonces, en esas experiencias dispersas que tenemos en las regiones hay modelos más rematernalizantes del cuidado porque también hay que tener en claro que un sistema de cuidado si no tiene enfoque de género, es decir, un enfoque distributivo de las responsabilidades va a ser maternalizante, como son en la mayoría de los programas sociales de transferencias de ingresos en nuestra región. Son claramente maternalizantes. Entonces, necesariamente se requiere un enfoque de género y de derechos humanos en ese proceso.
—¿Cómo impacta el avance de las derechas y las extremas derechas en América Latina y el mundo en los derechos de las mujeres y en las políticas de cuidado, especialmente en el contexto de la lucha feminista y la repartición del trabajo?
—Bueno, es un escenario de alta complejidad porque además estos gobiernos conservadores niegan la agenda de género. No solamente están yendo en contra, sino que la niegan y están buscando incidir en un cambio cultural. Entonces, también hay un cambio cultural que ha empezado en distintos movimientos, de distintas formas. Entonces, es un escenario complejo que no tenemos que dejar de lado y claramente también activamente hacer una denuncia contra las medidas regresivas, que son medidas que están expresamente prohibidas en el marco del derecho internacional de los derechos humanos. Entonces, todos tienen que garantizar una progresividad en la garantía de derechos y no medidas regresivas, es decir, que retrotraigan sobre derechos adquiridos de la población. Entonces, es un escenario muy complejo, pero allí es importante la institucionalidad que se alcance. Es decir, lograr el ejemplo que poníamos en la mañana, el Sistema Nacional de Cuidados en Uruguay. Si bien sufrió mucho en estos cuatro años de gobierno de corte conservador, no se desmanteló, pero eso fue porque fue una reacción también ciudadana, una reacción de los y las usuarios del sistema. Entonces, ahí es importante también lograr ese consenso en términos de apropiación de las instituciones, apropiación de los espacios y ahí se resguardaría ante esta amenaza ultraconservadora. Amenazas no, ciertamente, parte de muchas coaliciones gobernantes.