Más de 14 hombres abusaron durante casi una década de una menor de edad y se sabe que hay otras personas a las que no lograron identificar, aún y cuándo se podía ver su rostro en algunas imágenes, ¿realmente la justicia está dejando que hayan pederastas sueltos en el país?
Más de 14 hombres abusaron de una niña durante casi una década en Chillán. Como si fuera el caso de Gisèle Pelicot, pero esta vez en Chile con una menor de edad, quien comenzó a sufrir estas vejaciones desde los 7 años, llegando al punto cúlmine a los 10, cuando más de un hombre comenzó a violarla. En sus palabras, mientras era época de estudios uno cada una o dos semanas; en vacaciones, hasta dos veces por semana.
La primera denuncia fue en 2020, pero la Fiscalía consideró que era despecho por ser la ex-nuera del victimario quien realizaba la denuncia. En ese momento, ella encontró fotos de su hija, quien cursaba segundo básico, en un perfil de Facebook. Posteriormente, en 2022, un hombre no relacionado a la familia, que le arregló el computador al victimario denunció nuevamente. Esta vez sí le creyeron.
La pregunta en este caso, más allá de lo espeluznante y profundamente cruel de la historia, es ¿qué pasa con la prensa y la justicia en Chile? Este caso se publicó hace dos semanas en Biobío y no tuvo repercusión alguna. Esta semana se publicó una versión más profunda, con una entrevista a la víctima (cuya identidad queda protegida) y anunciando una segunda parte del reportaje. La investigación existe hace 2 años y es necesario que estos casos se hagan públicos, para recordar que los abusos no quedan impunes y se debe denunciar.
Según indica el artículo, se ofrecieron juicios abreviados a abusadores sexuales de menores de edad. No sabemos si cometieron estupro o son pederastas, ¿tiene real importancia? Las violaciones ocurrieron entre los 10 y 19 años de esta joven. Estos juicios abreviados les permiten cumplir penas remitidas; situación que también está viviendo la madre de la víctima, quien fue cómplice de los hechos. Por otro lado, hay cientos de pruebas que “no pudieron” analizar, por ejemplo, los celulares de todos los imputados que pudieron arrojar pistas de otros violadores ¡Estamos hablando de una red de pederastía!
Más de 14 hombres abusaron durante casi una década de una menor de edad y se sabe que hay otras personas a las que no lograron identificar, aún y cuándo se podía ver su rostro en algunas imágenes, ¿realmente la justicia está dejando que hayan pederastas sueltos en el país?, ¿no deberían ser cómplices de abusos a futuras víctimas?
Más aún, un tal “Daniel”, que según la víctima es el peor de todos, sigue libre. La justicia sencillamente no lo investigó, aún y cuando abusó de la víctima, contactó a otros pederastas y miraba los actos, ¿qué duda cabe de su culpa y de lo ilícito?, ¿qué posibilidad hay de que no siga cometiendo estos delitos?
Para recordar, algo que se hace latente cada vez que pensamos en Pelicot y en estos casos de violaciones con múltiples autores. Estos abusadores no son todos los hombres, pero sí cualquiera. Y este es un grave problema que se demuestra nuevamente con el caso acá presentado: un teólogo adventista, padre de 3 hijos, profesional con varios postítulos, estudios en psicología, hacía clases en colegios y en la cárcel. Lacto-vegetariano, no consumía alcohol y sus reflexiones estaban cargadas de versículos bíblicos. Pasó años trabajando la mentalidad de su víctima, quien no tuvo forma de rechazar los abusos. Judicialmente se comprobó que ella estaba “impedida para oponerse a las violaciones”, dada la “sexualización traumática desde muy temprana edad”, junto a la gran manipulación psicológica y emocional que ejercía su victimario.
Los otros victimarios también eran “cualquiera”, un estudiante de liceo, un auxiliar de la misma institución, un colectivero, un vendedor de leña. Simplemente, cualquiera, violando a una menor de edad. 8 de ellos, cuyos nombres quedaron resguardados a solicitud del tribunal, cumplen penas en libertad, lo que probablemente les dé una sensación de “castigo”, pero de todas maneras les permite seguir cometiendo los mismos delitos con cualquier otra víctima porque el sistema judicial, en Chile, así lo permite.