Sistema penitenciario chileno: Un modelo desigual para ellas
Más allá de las polémicas mediáticas que han surgido tras la prisión preventiva de Cathy Barriga o Leonarda Villalobos, y que son solo una arista de un asunto mucho más profundo, ambos casos reflejan loas diferencias estructurales que existen entre hombres y mujeres en el sistema penitenciario.
Seis dormitorios colectivos diseñados originalmente para 32 internas cada uno, con celdas orientadas hacia el patio común donde las reclusas pueden interactuar durante el día y deben aislarse en la noche. En el primer piso, una planta libre con un lugar para talleres y una sala de actividades. Así es el espacio en el que Cathy Barriga debe cumplir su prisión preventiva.
Una reclusión muy distinta a la que tiene Luis Hermosilla en Capitán Yáber, recinto en el que hay cuatro dormitorios, dos camarotes por celda, una sala de visitas, una de estar en la que tienen televisión y pueden compartir entre reclusos y que además, es el único anexo del recinto penitenciario de Alta Seguridad que tiene calefacción. El centro de reclusión en el que se encuentra Hermosilla y los demás imputados por el Caso Audios no recibe mujeres.
Estas diferencias generaron cuestionamientos sobre el trato que las mujeres reciben en estas situaciones, impulsando un debate sobre la urgencia de implementar una política penitenciaria con perspectiva de género. Algo que no solo se arregla con la idea de construir un Capitán Yáber para ellas. Expertos se muestran contrarios a esa iniciativa y aseguran que más allá del sesgo de género, la desigualdad en las cárceles responde principalmente a uno de clase social.
Alejandra Castillo, académica y directora del departamento de derecho penal de la Universidad Diego Portales, plantea que los recintos penitenciarios reflejan divisiones de clase. “La cárcel especial para delitos económicos perpetúa una discriminación brutal. No solo envía un mensaje de privilegio hacia el delincuente de cuello y corbata, sino que también excluye a las mujeres, reforzando la idea de que su lugar es invisible en todos los niveles del sistema”, afirma.
Castillo sostiene que abolir cárceles exclusivas para delitos económicos sería un paso necesario, ya que estas instalaciones no solo refuerzan las desigualdades de clase, sino que también excluyen a las mujeres. “La solución no es replicar un Capitán Yáber para mujeres, sino garantizar condiciones igualitarias y justas para todos, sin importar el delito”, asegura.
El modelo masculino en las cárceles chilenas
En Chile existen solo seis centros penitenciarios para mujeres y el resto, en su mayoría, son penales mixtos con secciones femeninas. Hasta agosto de 2024, 4.957 mujeres estaban privadas de libertad en el país. Para algunos expertos el diseño y la política penitenciaria también reflejan una discriminación de género.
Según Catalina Droppelmann, psicóloga y directora ejecutiva del centro Justicia y Sociedad, “las cárceles de mujeres están basadas en un modelo arquitectónico que está pensado para hombres. Y eso es importante porque las mujeres y los hombres habitan las cárceles de una manera distinta”. Para la psicóloga este diseño no considera las necesidades específicas de las mujeres, como la presencia de hijos en las cárceles, las visitas familiares o el uso de espacios comunes como baños y áreas de recreación.
Respecto a eso, el defensor público Raúl Palma concuerda con que “hay una mirada androcéntrica en las cárceles ya que están construidas fundamentalmente para hombres y no para mujeres”. Para el abogado es importante implementar una perspectiva de género en la gestión penitenciaria para evitar que las mujeres sufran un “doble castigo” en su condena.
“Nosotros no podemos seguir administrando las cárceles con una mirada masculina, exclusiva y excluyente porque efectivamente, si vamos a privar de libertad a las mujeres, tenemos también que tener, una mirada, una perspectiva, un enfoque de género que permita que las mujeres no tengan un doble sufrimiento en la privación de libertad”, afirma.
Recintos penitenciarios con un enfoque interseccional
Según la Defensoría Penal Pública, el 48,29% de las mujeres recluidas lo están por delitos relacionados con el tráfico de drogas, frente al 16,12% de los hombres. Este dato evidencia una sobrerrepresentación de mujeres en delitos específicos. Palma menciona que últimamente ha aumentado el uso de la prisión preventiva y que la mayoría de las que terminan recluidas son mujeres.”De la ley de tráfico más de la mitad de las personas privadas de libertad, ya sea en prisión preventiva o en condena, son mujeres”.
En ese sentido, el abogado destaca además la necesidad de adoptar enfoques interseccionales que consideren factores como ser mujer indígena, migrante o de mayor edad. “Es importante adoptar, en este criterio de perspectiva de género, un criterio de interseccionalidad. Es decir, tener presente todas las distintas formas de discriminación que confluyen en una misma persona”, menciona.
“Me parece que lo que nos debería alertar de estas situaciones, como la de Leonarda Villalobos o la de Cathy Barriga, tiene que ver con poner de manifiesto las necesidades específicas de las mujeres que están privadas de libertad. Necesidades que han sido pasadas por alto, sin diferenciar por tipo de delito, porque eso finalmente termina generando ciertas desigualdades vinculadas al nivel socioeconómico o la notoriedad pública que puedan tener las personas que están cumpliendo condena o están en prisión preventiva por ese tipo de delitos”, plantea.
Para Droppelman es mucho más urgente que haya una diferencia en las condiciones de los recintos penitenciarios antes que hacer una diferencia por el tipo de delito. “A mí me parece que no debieran existir diferencias en las condiciones de encarcelamiento por tipos de delitos, sino que las diferencias en tipos de condiciones carcelarias. Deberían estar dadas por ejemplo, por la peligrosidad o por la necesidad de segregación o por ciertas vulnerabilidades que presenten las personas que están privadas de libertad”.
Hacia un cambio estructural
Existen avances en el país, como la apertura del Centro Penitenciario de Arica que incorpora un enfoque de género en su arquitectura y diseño con sectores especializados para mujeres, zonas para embarazadas y madres lactantes.
Droppelmann espera que este enfoque trascienda en la construcción de recintos y explica que la arquitectura de una cárcel permite manejar una serie de elementos, como por ejemplo la violencia, la participación en actividades, la cohesión de las personas privadas de libertad, las interacciones y que pueden facilitar procesos de reinserción y al mismo tiempo disminuir los niveles de violencia.
“Espero que en el proceso de licitación y posteriormente el proceso de construcción no se vayan perdiendo estas particularidades, porque finalmente lo que termina pasando muchas veces es que los sistemas penitenciarios y en la construcción de las cárceles, se prioriza, obviamente, la mantención de la seguridad por sobre la habitabilidad y los procesos de reinserción”. afirma.