
Baja natalidad en Chile: ¿Qué consecuencias trae la caída histórica de la fecundidad?
El panorama demográfico de Chile es preocupante para garantizar el futuro social y económico de las nuevas generaciones. La realidad es que las mujeres todavía enfrentan desigualdades que influyen directamente en su decisión de tener hijos, con escasas políticas públicas que promuevan la maternidad.
En las últimas décadas, Chile ha sido testigo de una caída alarmante en sus tasas de natalidad, un fenómeno que ha transformado el panorama demográfico del país. Según las últimas estadísticas del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), la Tasa Global de Fecundidad (TGF) en 2023 llegó a 1,16 hijos por mujer, una cifra que no solo es inferior al nivel de reemplazo de 2,1 hijos, sino que también coloca a Chile entre los países con las tasas de fecundidad más bajas del mundo.
Este descenso no es un fenómeno aislado, sino parte de una tendencia global que afecta especialmente a los países desarrollados. Sin embargo, lo que distingue al caso chileno es cómo la baja natalidad se interrelaciona con las condiciones de vida de las mujeres, especialmente en un contexto donde los roles de género tradicionales siguen influyendo de manera significativa en la decisión de tener hijos.
El impacto en el envejecimiento de la población chilena
Una de las consecuencias más evidentes de la baja natalidad es el envejecimiento acelerado de la población. En términos simples, si no nacen suficientes hijos, las generaciones adultas empiezan a disminuir y las generaciones mayores a aumentar, lo que genera una estructura poblacional más envejecida.
Según la sociologa Martina Yopo, investigadora del Instituto de Sociología de la Pontificia Universidad Católica de Chile, este fenómeno presenta un desafío estructural muy grande para el país. Las sociedades modernas, y en particular sus sistemas de salud, educación y pensiones, están organizadas bajo la premisa de que las nuevas generaciones reemplacen a las que envejecen.
En Chile, la esperanza de vida promedio ha aumentado en las últimas décadas, superando los 79 años. Sin embargo, esto ha generado un desajuste demográfico: el número de adultos mayores crece, mientras que la base de jóvenes que podrían reemplazarlos en la fuerza laboral se reduce de manera drástica. Esta situación exige una transformación profunda en las políticas públicas, enfocadas en la adaptación a una población envejecida y en el diseño de estrategias de apoyo a los adultos mayores.
Condiciones laborales y económicas de las mujeres
El rol de las mujeres en la baja natalidad chilena no puede entenderse sin considerar las presiones económicas y sociales que enfrentan. La maternidad en Chile, como en muchas partes del mundo, está vinculada estrechamente con las condiciones laborales y la disponibilidad de apoyo social, que en gran medida afectan a las mujeres.
Si bien la participación femenina en el mercado laboral ha aumentado en las últimas décadas, muchas mujeres aún enfrentan dificultades económicas y brechas salariales, lo que dificulta la posibilidad de formar una familia.
Uno de los factores que más influye en la baja natalidad es la inequidad de género en el entorno laboral. A pesar de los avances hacia la igualdad, las mujeres continúan siendo las principales responsables de las labores domésticas y del cuidado de los hijos, lo que se traduce en una doble jornada para ellas.
Según el sociólogo Matías Gómez, muchas mujeres postergan o renuncian a la maternidad porque no pueden compaginar sus responsabilidades laborales con las exigencias familiares. El empleo precario, la falta de flexibilidad laboral y las condiciones de trabajo que no consideran el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado son barreras que enfrentan muchas mujeres al momento de decidir tener hijos.
La situación es aún más compleja cuando consideramos que las mujeres jóvenes tienen mayores expectativas de realización personal y profesional. En una sociedad donde las expectativas de éxito profesional están muy marcadas, las mujeres prefieren aplazar la maternidad hasta alcanzar estabilidad económica, lo que se ve reflejado en el retraso de la edad materna. Según los datos del INE, la Tasa Específica de Fecundidad (TEF) más alta en 2022 correspondió al grupo de mujeres de 30 a 34 años, lo que subraya este fenómeno de postergación.
La maternidad en la agenda de políticas públicas
Si bien los factores económicos son clave, es imprescindible que las políticas públicas incorporen un enfoque de género para abordar la baja natalidad en Chile. Las políticas que no consideran las necesidades específicas de las mujeres en cuanto a su capacidad para equilibrar la vida laboral y familiar tienden a reforzar las desigualdades de género.
Para revertir esta tendencia, es necesario que las políticas estatales prioricen la creación de condiciones laborales que favorezcan la conciliación de la vida familiar y laboral, no solo para las mujeres, sino también para los hombres, fomentando así una paternidad compartida.
Una posible solución, según los expertos, es ofrecer incentivos fiscales y beneficios tributarios a las familias, además de implementar transferencias monetarias directas para aquellos que decidan tener hijos. Matías Gómez propone que las políticas deben incluir igualdad salarial, maternidad y paternidad compartida a través de un sistema de permisos laborales equitativos, y la creación de una infraestructura de cuidado que permita a las mujeres equilibrar su vida familiar y laboral sin sacrificar su bienestar.
La maternidad y la paternidad compartida son claves en este cambio. Si bien las mujeres han sido las principales responsables del cuidado infantil en Chile, promover licencias parentales igualitarias, donde ambos padres tengan el mismo tiempo para cuidar a sus hijos, podría contribuir significativamente a la redistribución de las responsabilidades de crianza y, a su vez, incentivar a las parejas a tener más hijos. Esto también aliviaría la presión sobre las mujeres, quienes a menudo ven limitadas sus opciones profesionales y de desarrollo personal debido a la falta de apoyo institucional.
La crisis de la igualdad de género en la natalidad
La desigualdad estructural en la sociedad chilena se refleja en la falta de políticas que apoyen a las mujeres que deciden ser madres. Si bien la maternidad es una opción cada vez más postergada por razones económicas y laborales, también hay una fuerte presión cultural sobre las mujeres para que, a pesar de las dificultades, asuman la maternidad como parte de su rol tradicional. La culpabilización social de las mujeres que optan por no ser madres sigue siendo una barrera cultural significativa que influye en las decisiones reproductivas.
El coste de la maternidad es otro factor determinante en la baja natalidad. En un país donde el costo de vida ha aumentado y los sistemas de cuidado infantil son limitados, las mujeres se ven obligadas a tomar decisiones difíciles sobre la posibilidad de tener hijos.
Las mujeres enfrentan una dicotomía: por un lado, la presión social y cultural para ser madres, y por el otro, la realidad económica que hace casi inviable mantener a una familia en condiciones de dignidad. Esto se ve reflejado en el hecho de que la maternidad en Chile ya no es solo una opción biológica, sino una decisión política relacionada con la igualdad de derechos.
Políticas públicas para revertir la baja natalidad
Si Chile quiere revertir la tendencia de baja natalidad, debe dar un paso crucial: reformar sus políticas públicas con un enfoque de género. Las políticas de apoyo a la maternidad, como la extensión de los permisos de paternidad y maternidad, la creación de una infraestructura de cuidado infantil pública y el fortalecimiento de los servicios de salud reproductiva, son fundamentales para lograr un cambio.
Asimismo, para los expertos es crucial implementar incentivos económicos, como subsidios familiares o exenciones fiscales, dirigidos a las familias que decidan tener hijos. Estos incentivos deben estar diseñados para apoyar a las mujeres, no solo económicamente, sino también en términos de reconocimiento social y apoyo institucional.
Así, el futuro demográfico de Chile está íntimamente ligado a las decisiones reproductivas de las mujeres, y estas decisiones son, en gran medida, condicionadas por la igualdad de género en todos los aspectos de la vida. Pero la baja natalidad es un fenómeno que no solo afecta a las mujeres sino a la sociedad en su conjunto, por lo que hay enfocarse en garantizar igualdad de oportunidades para que las mujeres puedan elegir ser madres sin tener que sacrificar sus proyectos personales o profesionales.