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“La otra carga”: mujeres al límite entre el cuidado, el cansancio y el poco reconocimiento BRAGA

“La otra carga”: mujeres al límite entre el cuidado, el cansancio y el poco reconocimiento

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Loreto Santibáñez
Por : Loreto Santibáñez Editora de Agenda País, Revista Jengibre y Braga.
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Desde la infancia, se enseña a las niñas a ser serviciales, mientras que a los niños se les fomenta el liderazgo y la competitividad. Esa educación perpetúa la idea de que las mujeres deben hacer las tareas domesticas y ser cuidadoras “por amor”, mientras que los hombres “ayudan” en lo posible.


“Estoy agotada, pero si no lo hago yo, nadie más lo hace”. Esa frase, repetida en muchos de hogares, resume una realidad que miles de mujeres enfrentan cada día sin aplausos, sin sueldo y sin descanso. Se llama carga mental y emocional no remunerada, y aunque no aparece en los contratos ni en las estadísticas del PIB, sostiene la vida cotidiana de millones de personas. Hoy, con hashtags como #LaOtraCarga y #YoTambiénEstoyCansada, este fenómeno invisible empieza a debatirse.

Desde recordar las vacunas o reuniones de los hijos hasta saber qué falta en la despensa, pasando por calmar crisis familiares, organizar cumpleaños o simplemente “estar para los demás”, muchas mujeres cargan con el peso de ser el centro emocional y logístico del hogar. Un rol históricamente impuesto que muchas veces ni siquiera se agradece, y donde la mente nunca descansa.

“Una va pensando en mil cosas al mismo tiempo: si alcanzará el gas, si el niño hizo la tarea, si mi mamá fue a su cita médica. Es algo que no para, y al otro día, todo vuelve a empezar”, dice Claudia (39), madre de dos hijos y trabajadora a tiempo completo. Su historia podría ser la de Marcela, Carolin, Ximena, muchas mujeres más.

Según datos de la Cepal, en América Latina las mujeres destinan el triple de horas que los hombres al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado. En Chile, un estudio de ComunidadMujer reveló que el 81% de las mujeres siente que carga con la mayor parte de la organización del hogar, incluso cuando trabajan fuera de él.

Esta carga mental y emocional no es solo agotadora, también es desigual. Se origina en una socialización de género que aún hoy asocia el cuidado con el género femino, perpetuando estereotipos donde la mujer “nace para cuidar”, y el hombre “colabora si quiere”.

Desde niñas, muchas mujeres aprenden a priorizar las necesidades ajenas antes que las propias. Mientras tanto, los hombres siguen siendo -en muchos casos, no en todos- espectadores pasivos.

Las consecuencias son profundas: agotamiento crónico, ansiedad, pérdida de identidad, frustración, falta de tiempo para sí mismas. Por eso, el llamado a un derecho al tiempo libre y al autocuidado ha ganado fuerza en redes sociales con etiquetas como #YoTambiénEstoyCansada. Detrás de cada publicación hay mujeres que no se permiten estar enfermas, que sienten culpa por descansar, que viven en un estado de alerta permanente.

La pandemia del Covid-19, lejos de repartir mejor estas tareas, intensificó la carga. La virtualidad escolar, el teletrabajo y la ausencia de redes de apoyo empujaron a muchas mujeres al borde del colapso., aunque también hizo que muchas alzaran la voz para pedir que  el cuidado sea un tema público y compartido, no una tarea privada y de mujeres.

Esto implica avanzar en políticas públicas que promuevan la corresponsabilidad, horarios laborales compatibles con la vida. Y sobre todo, una transformación cultural que no romantice el sacrificio femenino como sinónimo de amor.

“Yo no quiero flores en mi día. Quiero poder dormir ocho horas sin culpa”, escribió una usuaria en X el pasado 8 de marzo. Su tuit fue compartido más de 30 mil veces.

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