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El polo opuesto del kitsch BRAGA

El polo opuesto del kitsch

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Elisa Massardo Parancán
Por : Elisa Massardo Parancán Licenciada en Historia y Estética y diplomada en Periodismo Cultural, Crítica y Edición
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Llevo un par de semanas en un luto figurativo, porque como dice Lemebel: No tengo amigos, tengo amores, y uno de ellos abandonó las rutinarias calles de la ciudad hace poco, dejando en mí la tristeza de la distancia y, junto a ello, una serie de dudas sobre las relaciones y la vida. La despedida, como siempre, es triste, pero más allá de ello, ¿qué genera esa tristeza? Probablemente la pérdida de la rutina, de la costumbre, de la existencia de un lugar tranquilo al que llegar física y emocionalmente.


“Te quiero porque eres el polo opuesto al kitsch. En el reino del kitsch serías un monstruo. No hay ninguna película rusa o americana en la que pudieras existir más que como ejemplo de maldad”, escribió Milan Kundera hace menos de 40 años y la frase sigue haciendo sentido en el mundo actual, frente a las relaciones inconclusas, falsamente acabadas o aquellas que, en realidad, nunca existieron.

Me demoré tanto en escribir esta columna. Llevo un par de semanas en un luto figurativo, porque como dice Lemebel: No tengo amigos, tengo amores, y uno de ellos abandonó las rutinarias calles de la ciudad hace poco, dejando en mí la tristeza de la distancia y, junto a ello, una serie de dudas sobre las relaciones y la vida. Menos mal existen estos autores que ayudan a apalancar o a comprender el sentir; a dar nombre a aquello que deambula dentro del cuerpo.

Fueron días absolutamente caóticos. Muchas reuniones sociales, salidas, despedidas, reencuentros y finales inesperados. La despedida, como siempre, es triste, pero más allá de ello, ¿qué genera esa tristeza? Probablemente la pérdida de la rutina, de la costumbre, de la existencia de un lugar tranquilo al que llegar física y emocionalmente. La seguridad de una conversación amena, de una relación sin violencia y en equidad. Todo aquello que se aleja con la distancia deja a quien sigue en el mismo lugar sin movimiento alguno, en medio de una nube donde se debe volver a empezar, donde el movimiento es forzado, donde el cambio no fue elegido, ¿o si? Es cierto, las tecnologías ayudan a fomentar la comunicación, pero la pandemia demostró que no hay nada como la presencialidad. Y sí, ya me cansé de que mis amores se alejen. Las despedidas, son cada vez más difíciles.

A parte de lo anterior, dado lo convulso de ese fin de semana, debo preguntar: ¿les ha pasado que se juntan con un ex amante a conversar, “ponerse al día”, sin intención de concretar algo sexual, pero de la nada esta persona les señala que ya no está disponible? (ojo, dije ex amante).

Fue así como ocurrió, de la nada, sin previo aviso, sin siquiera tener la intención de retomar la “relación”, esta persona deslizó entre medio de risas y otros comentarios que me estaba botando de una relación que jamás existió, ¿o si? ¿Existíamos como fantasmas encadenados a cierto tipo de vínculo? Y pensar que todo se dio como si aquél cierre fuera necesario, como si lo inconcluso, lo inacabado no tuviera posibilidades de existencia en este mundo, como si el peso tuviera que llegar de forma inevitable, como si se pudiese negar que no hay “nada más bello que ir a lo desconocido” (Kundera).

Que paradójico pensar que en solo un par de días aquello que tenías programado para escribir se nubla frente a la realidad. Justo cuando un querido amigo me comenta que debería personalizar aún más estas columnas, que ya son bastante transparentes, “hacerlas más cotidianas, más presenciales”, señaló. Y yo que estaba tan reacia a poder lograrlo, me veo una vez más escribiendo algo que jamás pensé iba a hacer. Como si fuera poco, uno de esos días caóticos, me encontré a un antiguo amor. Nada mejor para el ego que leer en los ojos del otro esa ternura y calidez de lo que alguna vez fue una linda relación.

Finalmente, dejo acá aquellas preguntas sobre las que aún no encuentro respuestas, a ver si alguien se anima a responder: ¿Qué buscamos cuando entramos a una relación? ¿Compañerismo? ¿Lealtad? ¿A qué tipo de relación entramos? ¿Qué códigos o contratos aceptamos? ¿Cuáles rechazamos, cuáles conocemos y cuáles negamos incansablemente? ¿Se puede habitar la levedad?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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