La falta de inclusión del teletrabajo en el sector público y las dificultades en el privado reflejan la brecha de género en la conciliación laboral. El gobierno, a pesar de su discurso feminista, deja a muchas mujeres en desamparo en sus lugares de trabajo.
La creciente participación laboral de las mujeres no significa que hayamos solucionado un tema crucial para la igualdad de género: el dilema trabajo y cuidados.
Aunque la ley de conciliación de vida familiar y laboral es un avance considerable, muchas mujeres del sector privado ven cómo sus empleadores ponen resquicios para no facilitar el teletrabajo.
Más grave aún es la deuda que va a dejar este gobierno tras haber excluido de esta ley al sector público. La inclusión, a última hora, del teletrabajo en la Ley de Reajuste del Sector Público, estableciendo un régimen de 3 por 2, agrava la falta.
Según ha trascendido en medios de prensa, el mismo presidente practica el teletrabajo. Así, resulta contradictorio que cientos de funcionarias públicas, que son madres y cuidadoras de niños y adultos mayores, hoy dependan del arbitrio mañoso de sus jefaturas para teletrabajar. Otras sufren acoso psicológico durante los 3 días que van a la oficina para generar un sentimiento de culpa o simple incomodidad.
Considerando que este gobierno se declara feminista, llama la atención la falta de influencia que tuvo la ministra de la Mujer, Antonia Orellana, en la discusión de esta ley. Participar en el Comité Político no basta para equiparar el peso de Jeanette Jara, quien se opone a la idea de implementar el teletrabajo en el Estado.
Más que una política, parece que la igualdad de género es una consigna para las redes sociales. Sin ir más lejos, en la Presidencia de la República, donde hay Departamentos compuestos por más del 90% de mujeres, se acosa y maltrata laboralmente a quienes han planteado la necesidad de retomar al teletrabajo, tal como se hacía en el gobierno de Sebastián Piñera.
Si esto ocurre en la Presidencia, ¿qué se puede esperar para las mujeres de otros servicios públicos, muchas de las cuales tenían puestas las esperanzas en este gobierno? No es exagerado sostener que hay prácticas que generan un ambiente laboral hostil y agotador para las mujeres.
Vemos con desazón cómo el gobierno ha securitizado el tema de la violencia de género, reduciéndolo al espacio doméstico, mientras que una gran cantidad de mujeres afirma ser víctima de violencia y discriminación en sus lugares de trabajo.