La maternidad es penalizada en el mercado laboral con menores salarios y menos oportunidades. En Chile, las mujeres con hijos pequeños reducen en un 14% su participación laboral.
A propósito del Mes de la Madre, la disminución de la natalidad y las brechas de género en torno a la participación laboral femenina en nuestro país, es conveniente hacer algunas reflexiones.
Como bien se ha documentado, la maternidad es castigada en el mercado laboral con bajos salarios, menor permanencia en el empleo, más informalidad, lagunas previsionales, dificultades para ascender y alcanzar puestos directivos, entre otras consecuencias que deterioran las oportunidades laborales de las mujeres que son madres, y de paso de las que no lo son. Si bien, la última Encuesta Bicentenario muestra que ha disminuido el apoyo a la idea que la mujer debe permanecer con sus hijos en casa mientras son pequeños (49% en 2023, versus 54% en 2022), es evidente que la asignación social de roles de género también excluye a la maternidad del trabajo remunerado.
Desde el Centro de Políticas Públicas UC hemos levantado diferente evidencia en esta línea: un estudio realizado en 2022, demostró que en Chile las mujeres con hijos menores de 3 años reducen en un 14% su probabilidad de participar en el mercado laboral, relación que no se observa en el caso de los hombres. Por otro lado, el mismo estudio muestra que las mujeres casadas, tienen un 32% menos opciones de participar en el mercado laboral y que a nivel de los países OCDE, las políticas más efectivas en aumentar el empleo femenino han sido el gasto en postnatal, en primera infancia y en asignaciones familiares.
La menor participación laboral de las mujeres, y de muchas que por ser madres, retrasan o descartan su inserción laboral por responsabilidades familiares permanentes – asociadas principalmente a labores de cuidado y primera fuente de inactividad laboral femenina-, trae también otros efectos no necesariamente cuantificados en el mundo del trabajo. Estas consecuencias pueden asociarse al déficit de capital humano y habilidades altamente requeridas en el mercado laboral actual, y que ostentan en mayor medida las mujeres y las madres.
De acuerdo a la Encuesta Nacional de Demanda Laboral, Enadel, aproximadamente un tercio de las empresas tienen dificultades para contratar personal por no encontrar candidatos con las habilidades socioemocionales necesarias para desenvolverse en los distintos puestos de trabajo. Dentro de las carencias, destaca la escasez de habilidades como trabajo en equipo, dar instrucciones o entrenar, manejo del tiempo, manejo de sentimientos, capacidad de persuadir o influir a otros, todas las cuales, se ejercitan en el día a día de cualquier mujer y cualquier mamá. Ser madre,- y por cierto, también padre-, entrena y desarrolla habilidades relevantes y requeridas por los empleadores en el cambiante mercado laboral de hoy.
Por nombrar algunas, la resiliencia y capacidad de adaptarse a diferentes situaciones, de guiar a otros, de resolver problemas y tomar decisiones complejas, gestionar el tiempo y planificar los recursos, y realizar múltiples tareas en forma simultánea, entre muchas otras, son habilidades características de mujeres que son madres y/o tienen a cargo de su cuidado a otras personas, y coinciden con capacidades fundamentales para desempeñar los trabajos tanto del presente como del futuro.
Para detener esta fuga de habilidades blandas en el mercado laboral, son cruciales las políticas que incentiven la permanencia de mujeres y madres en el empleo, continuar con el camino de mayor flexibilidad y adaptabilidad en el trabajo, en complemento con medidas que apoyen los cuidados y que fomenten la corresponsabilidad necesaria para emparejar de una vez la cancha y permitir que el empleo femenino despegue en esta carrera, compatibilizando la maternidad con el trabajo.