En Chile, uno de los esfuerzos más significativos para promover un parto respetado y poner fin a la violencia obstétrica es la ”Ley Adriana”.
En Chile, el contexto del parto respetado y la violencia obstétrica está marcado por una serie de desafíos y avances en la atención perinatal. A pesar de los esfuerzos por promover un enfoque centrado en la mujer y respetuoso de sus derechos durante el parto y el posparto, la violencia obstétrica sigue siendo una preocupación significativa en el país.
El concepto de parto respetado se refiere a un modelo de atención perinatal que prioriza el respeto a los derechos de las mujeres, su autonomía y sus preferencias durante el proceso de parto y nacimiento. Esto implica un enfoque centrado en la mujer, donde se le brinda información clara y comprensible, se respeta su capacidad para tomar decisiones informadas y se promueve su participación activa en todas las etapas del proceso de parto. En un parto respetado, se evitan prácticas médicas innecesarias o invasivas, y se fomenta el respeto por la intimidad y la dignidad de la mujer.
Sin embargo, a pesar de los avances en la promoción del parto respetado en Chile, la violencia obstétrica sigue siendo una realidad para muchas mujeres. Esto puede incluir episiotomías innecesarias, partos instrumentados sin consentimiento, falta de información adecuada sobre opciones de atención, entre otras prácticas que pueden causar daño físico y emocional a las mujeres.
En respuesta a estos desafíos, diversas organizaciones y profesionales de la salud en Chile han estado trabajando para promover una cultura de respeto en la atención perinatal y abogar por cambios en las políticas y prácticas de atención obstétrica. Se han realizado esfuerzos para sensibilizar a la comunidad sobre la violencia obstétrica, capacitar al personal de salud en enfoques centrados en la mujer y promover la participación activa de las mujeres en sus cuidados durante el parto y el posparto.
En Chile, uno de los esfuerzos más significativos para promover un parto respetado y poner fin a la violencia obstétrica es la ”Ley Adriana”. Su nombre deriva del caso de Adriana Palacios, una joven que en el 2017 sufrió malos tratos y negligencias durante su consulta en un centro de salud, tras lo cual y a causa de ello, su hija Trinidad falleció. Esta legislación representa un paso crucial hacia la mejora de la atención perinatal en Chile, promoviendo una cultura de respeto y empoderamiento para todas las mujeres. Pero esta ley puede ser letra muerta si no generamos cambios más profundos.
Hace unos días conmemoramos la Semana del Parto Respetado, fecha que permite reflexionar, entre otras materias, sobre cómo la formación universitaria puede ser un catalizador para el cambio en una sociedad donde la violencia obstétrica sigue siendo una triste realidad. En particular, en la Universidad Diego Portales (UDP), la formación de matronas y matrones no solo se centra en la adquisición de habilidades clínicas, sino también en nutrir una cultura de respeto y dignidad en el parto y el posparto, con un enfoque de derechos humanos y perspectiva de género.
Desde el pregrado se enfatiza la importancia de una comunicación empática y respetuosa con las mujeres embarazadas y sus familias. Las y los estudiantes aprenden a escuchar activamente, a brindar información clara y comprensible y a trabajar en colaboración con las mujeres para tomar decisiones informadas sobre su atención perinatal. Lo anterior debe ser transversal a todas las áreas de atención de la mujer embarazada, desde la atención primaria en salud, preparto, parto y puerperio.
Esto implica educar y concientizar a la comunidad sobre la violencia obstétrica y cómo prevenirla, promoviendo así una mayor conciencia sobre este tema crucial. Además, dedicarse a brindar un apoyo integral a las mujeres embarazadas y puérperas, ofreciendo tanto apoyo emocional como práctico para ayudarlas a navegar por el complejo sistema de atención perinatal y a tomar decisiones informadas sobre su salud. Asimismo, no tolerar la violencia obstétrica en la medida de lo posible en el contexto de formación, y comprometerse a visibilizar cualquier caso que presencien o del que tengan conocimiento, abogando firmemente por una atención perinatal más respetuosa y segura para todas las mujeres. También, a buscar constantemente oportunidades de formación continua en ética y derechos humanos y mantenerse al día sobre las mejores prácticas en atención perinatal, y abogar activamente por cambios en el sistema de salud cuando sea necesario para garantizar un trato digno y respetuoso para todas las mujeres durante el embarazo,
parto y posparto.
Pero la formación universitaria es solo el comienzo. Las futuras matronas y matrones se deben comprometer a promover una cultura de respeto en la atención perinatal, centrada en la mujer y fundamentada en el respeto a sus derechos humanos y preferencias.
En última instancia, la Semana del Parto Respetado nos recuerda que el parto es un momento de profundo significado y trascendencia en la vida de una mujer y su familia. Es responsabilidad de todas y todos trabajar para garantizar que cada mujer pueda experimentar un parto respetado, empoderado y digno de la solemnidad que merece al ser un acto único e irrepetible.