Según el Foro Económico Mundial del 2022, Chile alcanza una graduación de mujeres de solo 18,8 % en STEM, muy distinto al 81,1% de los varones y se encuentra en el lugar 47 de 146 países para alcanzar la paridad de género.
De acuerdo al Foro Económico Mundial del 2022, la paridad de género se podría alcanzar en 132 años y Chile se encuentra en el lugar 47 de 146 países. Uno de los indicadores fundamentales para el análisis de brechas de género y paridad ha sido la participación de mujeres en áreas del conocimiento consideradas altamente masculinizadas como lo son las áreas STEM, ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés, donde las mujeres han sido históricamente subrepresentadas. Según el mismo informe, Chile alcanza una graduación de mujeres de solo 18,8 % en STEM, muy distinto al 81,1% de los varones.
Chile no ha escatimado en esfuerzos por revertir dichas cifras. Según la cuenta pública del Ministerio de Educación la semana pasada, el programa de incentivo al acceso de mujeres a carreras STEM aumentó en un 16,8% en el 2024, lo que significa que hoy en día el porcentaje de mujeres que estudian STEM asciende de 27,2% a 30,2%. Calificada como una iniciativa transformadora, se le relaciona directamente con la producción de conocimiento, la autonomía económica y la disminución de las brechas salariales. Sin embargo, en lo que parece un enroque muy corto, las necesarias transformaciones al sistema científico y productivo aparecen como automáticas consecuencias de una intervención acotada. En otras palabras, el acceso no implica cambio estructural en la institución.
Según advirtió hace ya 12 años un reporte de la Comisión Europea, acercarse a la excelencia y la igualdad de género en ciencia y educación superior requiere de cambios estructurales que instalen conciencia de género en la comunidad de práctica. En nuestro caso, se ofrece acceso a instituciones que no han problematizado sus sistemas de gobierno y la toma de decisiones (masculinizadas), tampoco las prácticas organizacionales (generizadas) que regulan las trayectorias estudiantiles y profesionales, ni las políticas (excluyentes) de acceso al reconocimiento; menos se han atendido adecuadamente las alarmas en la crisis de los cuidados. Ingenuamente (o tal vez no tanto), se espera que el mero abultamiento de mujeres en los escalafones iniciales de la trayectoria laboral modifique el anquilosado modo de organizar los cuerpos, los afectos y los deseos en la ciencia y el trabajo. No por mucho madrugar amanece más temprano, es otra forma de decirlo.