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De las ciudades hermanas de Lesbos y Sodoma BRAGA

De las ciudades hermanas de Lesbos y Sodoma

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Daniela Capona
Por : Daniela Capona Académica e investigadora Teatral de la Universidad de Chile.
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La sodomía no era realmente sinónimo de penetrarse por el ano, sino de desobedecer a la heterosexualidad como sistema político. Y así fue como Lesbos y Sodoma se aliaron el 98 y perdieron la batalla.


Se conmemora en estos días la despenalización de la sodomía en Chile. Por supuesto viene al caso un razonable ánimo celebratorio y de paso, y lo más importante a mi juicio, cierta disposición a la reflexión. Y es que el Artículo 365 del Código Penal chileno da mucho que pensar, no por excepcional o raro, sino por elocuente en tanto echa luz sobre un buen manojo de aberraciones patriarcales muy nuestras.

Partamos por el hecho de que la sodomía como palabra proviene de aquel episodio bíblico en el que los varones habitantes de Sodoma manifestaron su disposición hacia el sexo anal, con tan mala suerte que su propuesta fue dirigida hacia dos ángeles. Y todos sabemos que los ángeles no practican el sexo ni mucho menos tienen ano.

Con ese referente, la sodomía refiere a la práctica del sexo entre hombres en tanto pecado. Es de común conocimiento que los Sodomitas fueron severamente castigados por su desfachatez y por su mal ojo a la hora de hacer proposiciones. Pero como las palabras evolucionan si han de permanecer, la sodomía pasó a referir simplemente a la “práctica del sexo anal”, sentido que hasta hoy consigna la RAE.

Ahora bien, ¿qué es lo que estuvo prohibido en Chile desde 1875 hasta 1999?, ¿la práctica del sexo anal?, ¿la práctica del sexo entre hombres?, ¿la homosexualidad en general? La respuesta no es simple y aunque parezca de sentido común, cuando se trata del patriarcado y sus usos y costumbres, de sentido común hay poco y de racionalidad hay menos.

En rigor, en Chile la sodomía referida en el código penal era sinónimo de sexo (no consta que sea anal) entre hombres. El uso del ano en el coito heterosexual no ha estado jamás sujeto a fiscalización del Estado y el sexo entre mujeres no se menciona en ningún pasaje de la legislación nacional.

En 1998 los grupos que componían el movimiento homosexual chileno declaran que ese será el año de la despenalización de la sodomía. Se trató de una campaña que pretendía hacer presión sobre legisladores y población general para crear conciencia sobre lo anacrónica de una ley que pretendía regular las actividades amatorias de las personas, aunque en realidad se trataba de una ley que castigaba la homosexualidad. Y ¿qué cosa puede haber más chilena que una ley que señale vagamente una cosa y se use en la práctica para otra?

En esa campaña de despenalización había mujeres lesbianas, no demasiadas, pero desde luego estábamos allí trabajando para que la ley chilena dejara de castigar a los hombres que tenían sexo con hombres. ¿Pero por qué la ciudad de Lesbos se alía con los vecinos de Sodoma y hace suya la lucha por la legalización de sus prácticas amatorias?

Es que este país es complicado, porque mientras la ley no condenaba el cunnilingus entre mujeres, esto no nos dejaba a nosotras en una mejor circunstancia que los compañeros sodomitas. ¿Por qué? Pues porque de todos modos el ser lesbiana era causa para que a una mujer le fuera retirada la custodia de sus hijos, para que le fuera negado el derecho a la educación o para ser despedida de su trabajo. Todas estas situaciones avaladas por un sistema judicial que no encontraba en ellas irregularidad alguna. Mención aparte merecen otras prácticas ya más propias de la cultura en las que la ley se mantenía al margen como pueden serlo las palizas, la extorsión, el acoso callejero, el acoso laboral y las violaciones correctivas.

Entonces las lesbianas salíamos a marchar por nuestro derecho a la sodomía, asumiendo con prestancia esa chilenidad que nos hacía entender que no se trataba de hábitos sexuales, sino de formas de vivir. El Estado no estaba preocupado por las costumbres eróticas de la población, tanto como estaba preocupado por otras costumbres mucho más transformadoras, mucho más políticas.

El problema no era lo que hacíamos en la cama, era que nos negábamos a la maternidad obligatoria, que dejamos de ser serviciales, que dejamos de depender de los hombres y sobre todo que nos negábamos a ser invisibles. La sodomía no era realmente sinónimo de penetrarse por el ano, sino de desobedecer a la heterosexualidad como sistema político. Y así fue como Lesbos y Sodoma se aliaron el 98 y perdieron la batalla.

La despenalización se logró en 1999 cuando por fin el mítico artículo 365 del código penal fue derogado. Durante ese par de años todes nos declaramos sodomitas, también las mujeres y hombres trans, las locas, las camioneras fuertes y todes les rares que aún no tenían nombre. Así es que a 25 años de la despenalización de la sodomía, tenemos que felicitarnos todes -conmemorando, celebrando, recordando, como lo hace el Primer Festival de Artes Escénicas y Disidencia Sexual “DESVIACIONES”-, porque en este país al menos, ser sodomita fue una condición política, una manera de desobedecer que muchas veces no tenía nada que ver con el poto.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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