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Ella reina; ellos violadores Yo opino Créditos Imagen: BBC News Mundo

Ella reina; ellos violadores

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Elisa Massardo Parancán
Por : Elisa Massardo Parancán Licenciada en Historia y Estética y diplomada en Periodismo Cultural, Crítica y Edición
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Gisèle Pelicot debería ser homenajeada en todo el mundo. A sus 72 años, fue capaz de dar una gran lección: quien debe esconderse son los abusadores. Porque así ella puede apropiarse de su narrativa, contar su historia y dejar de yacer inconsciente en una cama. Apropiarse y decir: sí, es mi historia,


“Nunca fingí estar dormida. En esas imágenes, me degradan. Me tratan como una bolsa de basura, como una muñeca de trapo. Ninguna mujer merece esto”, Gisèle Pelicot. 

Es inevitable admirar a GisèlePelicot, quien sufrió terribles vejaciones y es una sobreviviente a la violencia sexual. Igualmente admirables son las víctimas de abuso y violación, quienes con valentía han enfrentado denuncias, interrogatorios y a sus abusadores; también, aquellas que guardan silencio, porque el respeto a las víctimas siempre es lo primero. 

Pocas veces en la historia se han conocido casos tan brutales como el de Pelicot. Pocas veces, quiero reiterar, se han conocido, porque existen en todas partes; todo el tiempo. Y poco hemos hecho como humanidad para dedicar millones de dólares a las investigaciones sobre el tema: ¿por qué alguien se siente con la potestad de usar el cuerpo de otra persona?  

Como víctima de sumisión química, Gisèle pidió un juicio abierto: “Lo hago por todas las mujeres no reconocidas como víctimas de sumisión química. Lo hago por aquellas que despertarán con amnesia o dolores ginecológicos y recordarán mi testimonio”, pero esto no fue suficiente para sus verdugos. A pesar de la existencia de videos y conversaciones en un chat llamado “Sin su consentimiento”, fue cuestionada en sus valores, en su moralidad y en su sexualidad.  

Fue interrogada por las posiciones sexuales que acostumbraba tener con su esposo, se puso en duda si tenía inclinaciones voyeuristas y fue cuestionada por aceptar ir a un club de intercambio de parejas con quien en ese momento era su esposo, ¿qué estaban buscando esos abogados?, ¿demostrar que Gisèle es una “mala” mujer?, ¿que su juicio es de cuestionar o de temer como se hacía antes del siglo XXI?, ¿que no “controlaba” sus pasiones? Su esposo la drogaba y violaba, casi 80 hombres la violaron en estado inconsciente, se ponían de acuerdo por chat. Dominique Pelicot se declaró violador.  

Gisèle Pelicot debería ser homenajeada en todo el mundo. A sus 72 años, fue capaz de dar una gran lección: quien debe esconderse son los abusadores. Porque así ella puede apropiarse de su narrativa, contar su historia y dejar de yacer inconsciente en una cama. Apropiarse y decir: sí, es mi historia, pero elijo cambiarla y así también el juicio. Ella reina; ellos criminales de violencia sexual.  

“Que la vergüenza cambie de bando” 

Jamás se le pedirá a las víctimas de abuso que adquieran está actitud, se debe tener muchísima entereza (y se entiende la fragmentación que sufren las víctimas), para apropiarse de su narrativa; para decir sí, soy yo, víctima de abuso. Sí, soy yo, y nadie más dará la cara por mí. Mostrar que las víctimas tienen rostro es lo que han hecho los museos y estudios sobre la memoria en todo el mundo para demostrar que el genocidio fue y es hacia personas con nombre y apellido, no a números.   

Y así hizo Gisele, en un acto absolutamente performático y de un activismo brutal, logró  invertir la lógica de la victimización y se empoderó. Tomó fuerzas de la exposición, que la apunten en la calle, que todo el mundo (literal) se entere qué le ocurrió. Es capaz de mirar a las personas a la cara y decir sí, esto me pasó, pero yo no soy responsable, no pido disculpas y no me escondo. Y ha tenido gran recepción, porque no está sola.  

Esta vez son los agresores quienes deben ocultarse, porque sí, deben parecer invisibles ante la sociedad, podemos eliminar sus voces aunque sus rostros deban ser expuestos para identificarlos, así como sus acciones y los apremios que deben ser públicos, para que esto no vuelva a ocurrir, para que no victimicen a más personas. Así podemos educar y reeducar, para prevenir el abuso y la violencia sexual. Porque son criminales, abusadores y violadores, y los abusos no tienen perdón, ni olvido.  

No existen test que determinen quién es abusador o violador; perfilar a un psicópata ya es complejo y no todos los psicópatas son violadores; tampoco todos los violadores son psicópatas. Mientras tanto, seguimos en un mundo donde violan y matan solo porque somos mujeres. Pero hay diversos tipos de criminales de violencia sexual, es importante y necesario destacar que en el caso de Dominique Pelicot hay violencia patriarcal, cultura de violación, deshumanización del ser mujer, de objetivación o cosificación del cuerpo y de anulación de la consciencia. 

Cerca de 80 hombres distintos, más de 50 identificados, asumieron que una mujer puede dar su consentimiento a través de otro hombre, siendo que ella yacía inconsciente, drogada por un evidente psicópata con el que estuvo casada durante décadas. Es más, casi 80 hombres fantasearon con tener relaciones sexuales con un cuerpo inconsciente y, sí, tal como dicen incontables noticias: era “cualquier” hombre; no todos, pero sí cualquiera. De cualquier profesión, con cualquier historia de vida, con o sin trastornos psicológicos, con o sin pareja, de diferente edad (26 a 74 años), con o sin hijos, que fomentaron la cultura de la violación al normalizar el abuso de una mujer inconsciente, al usar su cuerpo sin conocer su voluntad, al no denunciar que esta situación existía.  

Tenemos que hablar de abuso, desde las familias hasta el colegio, las universidades y el trabajo. Tenemos que hablar de los riesgos y no solo del cuidado; hablar sobre la confianza; sobre el consentimiento; sobre la sumisión química, la necrofilia y el femicidio, porque es imposible cuidarse de “cualquiera”. 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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