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Ozempic y Wegovy: Los nuevos fármacos de la tiranía delgada Yo opino

Ozempic y Wegovy: Los nuevos fármacos de la tiranía delgada

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Antonia Jiddu Berrios
Por : Antonia Jiddu Berrios Cientista política, directora de una organización llamada Red Cuerpos en Resistencia (RedCeR).
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Es fundamental resistir contra la tiranía de la delgadez para abogar por una cultura en la que todas las personas sean valoradas por quienes son, y no por cómo lucen.


El resurgimiento de la obsesión por la delgadez ha vuelto a tomar protagonismo, con el mundo siendo testigo del cambio físico de celebridades como Lana del Rey, Christina Aguilera, Elon Musk, entre otros. Pareciera que el patrón se repite: personas olvidadas a celebridades exitosas, sobre todo, por su creciente popularidad en redes sociales. Lo que se admira de estas figuras públicas es el tránsito de un cuerpo gordo a uno delgado, no así el talento y arduo trabajo. De este fenómeno surgen dos preguntas: ¿Cuál es el secreto de esas celebridades para habitar su peso actual?¿Por qué existen tantas impresiones positivas hacia los cuerpos delgados?.

La respuesta a la primera pregunta se relaciona con el uso de medicamentos: Ozempic y Wegovy, populares en redes sociales por su capacidad de inhibir el apetito y provocar pérdida de peso sin necesidad de ejercicio o alteraciones en la comida.

Inicialmente diseñados para tratar la diabetes tipo 2 y la obesidad clínica, estos fármacos ahora son utilizados por personas que desean adelgazar con fines estéticos.

Celebridades como Kelly Osbourne han admitido públicamente su uso, lo que ha generado una alta demanda, provocando escasez y afectando a quienes realmente los necesitan para controlar el nivel de azúcar en la sangre.

Según La Tercera, el éxito en ventas ha beneficiado a la empresa Novo Nordisk, impulsando a la farmacéutica a ser una de las más valoradas de Europa. Estos medicamentos son famosos, porque prometen solucionar un supuesto defecto cultural: la gordura. Sin embargo, su uso sin control médico tiene efectos secundarios negativos a largo plazo, como trastornos gastrointestinales, nódulos en la tiroides, vómitos y pancreatitis, según National Library of Medicine. A pesar de estos riesgos, muchas personas prefieren someterse a estos tratamientos en lugar de cuestionar por qué la sociedad rechaza otros tamaños corporales.

Con todo, ya es pertinente profundizar en la segunda pregunta planteada. La popularidad de fármacos como Ozempic y Wegovy revela un problema profundo: la estigmatización de los cuerpos gordos y la glorificación de la delgadez, problemática conocida como gordofobia. Este concepto asocia la gordura con enfermedad, mientras que la delgadez se percibe como sinónimo de éxito, salud y belleza, ignorando que ser delgado no implica necesariamente buena salud ni ser gordo indica mala salud.

La cultura impone la delgadez como un estándar para ser aceptado socialmente, marginando a los cuerpos gordos y promoviendo una tiranía corporal donde solo los cuerpos delgados son valorados. Esta mentalidad peligrosa es evidente en casos como el de Lottie Moss (hermana de la modelo Kate Moss), quien casi pierde la vida usando Ozempic para adelgazar, demostrando los altos costos de seguir ciegamente estos ideales de belleza. A pesar de los riesgos, la gordofobia persiste, obligando a las personas a vigilar su propia apariencia y la de los demás, perpetuando una cultura de control que impone la delgadez como requisito esencial para obtener reconocimiento en la sociedad.

El uso de medicamentos como Ozempic y Wegovy se ha convertido en una inversión, donde se gastan grandes cantidades de dinero para adelgazar y luego exhibir esos cuerpos al mundo. El cuerpo humano se convierte en un signo de estatus que refleja la capacidad de cumplir con los estándares sociales de belleza, sin importar las consecuencias para la salud o el bienestar de quienes los persiguen. La sociedad ha llegado al punto en que el reconocimiento y el éxito dependen más de la apariencia física que del talento o el esfuerzo, lo que perpetúa una cultura de autoexigencia. No importa si no estás saludable, si casi mueres o si dejas sin el acceso de un medicamento a personas dependientes, la solución que se transmite entre millones es que para ser reconocido no debes ser gordo.

Ahora bien, lejos de toda ironía, el precio de no cumplir con estos estándares es alto. Las personas que no alcanzan el ideal de delgadez experimentan ansiedad, estrés, trastornos alimentarios y, en casos extremos, la muerte. Esta cultura, que promueve la delgadez como sinónimo de felicidad, tiene efectos devastadores en la salud psicológica y física de millones de personas. Ante esta realidad, es crucial recordar que el valor personal no depende del peso corporal. El peso no debe ser un criterio de moralidad ni de valía, y es fundamental abrazar una perspectiva en la que todos los cuerpos sean respetados y aceptados, independiente de su tamaño. Los cambios físicos pueden ser necesarios en algunos casos, pero deben hacerse de manera consciente y saludable, sin dejarse influenciar por los prejuicios y presiones culturales que promueven la delgadez como el único camino hacia la felicidad.

Es importante cuestionar los sesgos internalizados del peso y promover la diversidad corporal. Es fundamental resistir contra la tiranía de la delgadez para abogar por una cultura en la que todas las personas sean valoradas por quienes son, y no por cómo lucen. Mientras no se desafíen los estereotipos corporales, la inseguridad sobre el propio cuerpo y de los otros continuará y los medicamentos seguirán siendo utilizados, por la tiranía de la delgadez, para perpetuar discursos de odio y autodestrucción individual masiva.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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