Yo opino
En este aniversario del Día Nacional de la Diversidad, el llamado es a la acción concreta. Cada uno(a) de nosotros(as) tiene la responsabilidad de cuestionar sus propios sesgos, desafiar las prácticas discriminatorias en su entorno y contribuir activamente a la creación de espacios inclusivos.
La tolerancia y la inclusión van mucho más allá de la mera aceptación pasiva de las diferencias. Implican un compromiso activo por derribar las barreras que impiden la participación plena de todas las personas en la vida social, económica y cultural de nuestro país. Estas murallas, a menudo invisibles para quienes no las enfrentan directamente, son obstáculos tangibles que limitan las oportunidades y el desarrollo de diversos grupos en nuestra sociedad.
En Chile, la discriminación y la exclusión siguen siendo problemas alarmantes. De acuerdo a cifras de la 2° Consulta Nacional de Discriminación elaborada por el Centro de Políticas Públicas UC, el 48% de las personas participante se han sentido discriminadas arbitrariamente, esto es una de cada dos personas.
La normalización de actos discriminatorios en nuestra sociedad es particularmente preocupante. Lo que para algunos son “simples bromas” o “comentarios sin importancia”, para otros representan formas de violencia cotidiana que erosionan su dignidad y sentido de pertenencia. Esta banalización de la discriminación refleja la profundidad del problema y la urgencia de abordarlo de manera integral.
Es imperativo reconocer que la promoción de la inclusión y la tolerancia no es responsabilidad exclusiva de ciertos grupos o instituciones. Es una tarea que nos compete a todos como sociedad. Requiere un cambio de paradigma en la forma en que concebimos la convivencia y las relaciones humanas, empezando por una educación que fomente la empatía y el respeto desde la primera infancia.
En este contexto, la esperada modificación de la Ley Antidiscriminación por parte de la Comisión Mixta, representa una oportunidad crucial para fortalecer nuestro marco legal contra la discriminación. Sin embargo, es fundamental entender que los cambios normativos, aunque son necesarios, no son suficientes por sí solos. Se requiere un esfuerzo sostenido y multidimensional para transformar patrones culturales profundamente arraigados.
Los medios de comunicación y las redes sociales juegan un papel fundamental en la construcción de imaginarios sociales. Es imperativo que asuman su responsabilidad en la promoción de narrativas inclusivas y en el cuestionamiento de estereotipos dañinos que perpetúan la desigualdad, discrimiminación e incluso en muchos casos, hasta la violencia. Según estudios recientes, la representación positiva y diversa en los medios puede reducir significativamente los prejuicios sociales.
El desafío que enfrentamos como sociedad es monumental, pero también lo es la oportunidad de construir un Chile más justo y cohesionado. La verdadera inclusión no se trata sólo de “tolerar” al otro, sino de reconocer y valorar activamente la diversidad como una fuente de riqueza colectiva.
En este segundo aniversario del Día Nacional de la Diversidad, el llamado es a la acción concreta y sostenida. Cada uno(a) de nosotros(as) tiene la responsabilidad de cuestionar sus propios sesgos, desafiar las prácticas discriminatorias en su entorno y contribuir activamente a la creación de espacios verdaderamente inclusivos. Solo así podremos aspirar a una sociedad donde la diversidad no sea sólo un eslogan, sino una realidad vivida y celebrada realmente por todas las personas, sin excepción.
