¿Por qué se asume, en las relaciones sexo-afectivas, que existe la voluntad sexual de tener relaciones de forma constante, o de transar en principios básicos de tú vida?
Parece que no debí dejar de escribir estás columnas ¡Lo siento! Pero el amor me tenía secuestrada. Así que confieso, erradamente, dejé la pasión de la escritura por la entretención de las citas, los mensajes, viajes y llamadas. Y, ¿a quién no le ha pasado? ¿Cuántas o qué cosas se dejan al comenzar una relación?
Más encima, justo cuando tomé un break, estás columnas se hacen más necesarias que nunca. Las relaciones han cambiado en gran parte del mundo. El abuso ya no se normaliza, ni se tolera; el consentimiento es crucial y explícito, sino es mejor asumir que la otra persona no lo está entregando y de esto, tenemos que hablar siempre.
Pero el consentimiento es mucho más complejo cuando se vive el mundo de las parejas, porque no se debe solamente al ámbito de lo sexual, abarca todo aquello que modificamos para entrar en esa relación. Porque no podemos decir que la vida sigue exactamente igual en pareja, y debo confesar: a mí me cuesta modificar cosas. Además, lo asumo, me encanta mi vida, mis amistades (amores), e incluso mis dolores. Me dan vida y me ayudan a seguir, se convierten en luchas, en batallas que alimentan el sueño de un mundo mejor, pero, ¿qué pasa si tu pareja no comparte ese sueño?
“Si no eres comunista cuando eres joven, no tienes corazón; si no eres capitalista cuando eres mayor, no tienes cerebro“, la frase de Churchill que sólo recuerdo en Good Bye Lenin, pero nunca la he podido encontrar tal cuál es en la película. Me parece absolutamente cierta aunque, personalmente, siempre elegiré tener corazón, porque finalmente, ¿qué implican estas nociones?, ¿formas de vida?
Y lo pregunto, quizás desviándome del tema, pero están relacionados. Porque cuando entramos en una relación son las formas de vida las que entran en cuestión, las que se analizan o las que dialogan, las que entran en un juego constante, un tira y afloja de “hacia qué lado vamos”, en esta nueva etapa de crecer en conjunto; qué vamos a dejar y qué vamos a valorar, ¿son nuestros principios valorados?, ¿respetados?, ¿existen?, ¿crearemos unos nuevos o uno cederá? Así como el consentimiento, estas preguntas deberían ser constantes, dialogadas, claras y explícitas cada vez que sea necesario.
Porque el consentimiento es así, explícito. Y en una relación de pareja el consentimiento va más allá de lo sexual, porque también se vincula a las intimidades, a la familia, a los dolores de infancia y a la cotidianidad. Y puede ser mucho más complicado que en una relación netamente sexual donde no hay afectividad, porque los límites que se traspasan pueden ser diversos y complejos de enfrentar.
Es como si los temas se mezclaran, ¿por qué se asume, en las relaciones sexo-afectivas, que existe la voluntad sexual de tener relaciones de forma constante, o de transar en principios básicos de tú vida? Me ha asombrado la respuesta de personas de distintas edades que asumen que sí hay que tener sexualidad, o que explican lo difícil que puede ser decir que no, porque hay que justificarse. La verdad es que debería ser mucho más simple, solo debería bastar decir que no, en todo aquello en que debemos consentir.
Romina Pistolas, escritora y stripper, contaba en Tiktok, cómo le quitó la autorización a un mal pretendiente para que dejara de ver los nudes que le había enviado. La ex pareja de una amiga, también le quitó ese consentimiento al pedirle que borre las imágenes. Yo he pedido que guarden las intimidades familiares y no las difundan, porque ese consentimiento se acaba junto con la relación. Es así, consentimos cotidianamente: en la cama, en los secretos y en los valores. Y siempre, siempre, es suficiente decir que no.