La erradicación de la violencia también implica garantizar los derechos sexuales y reproductivos. Es hora de que el Congreso chileno le dé prioridad y se responsabilice del bienestar de la mitad de la población que sigue esperando justicia.
En el marco del Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres, es urgente reflexionar sobre cómo las deudas legislativas en derechos sexuales y reproductivos perpetúan formas de violencia estructural que afectan profundamente la vida de mujeres y personas gestantes en Chile.
Estos derechos son reconocidos globalmente como un pilar fundamental para la igualdad de género y la dignidad de las mujeres y personas gestantes. Sin embargo, en nuestro país los avances en esta materia se encuentran en una preocupante parálisis legislativa, con proyectos clave estancados en el Congreso. El impacto de este retraso es profundo, afectando directamente la salud, integridad y calidad de vida de quienes más dependen de estos derechos.
Uno de los ejemplos más alarmantes es la Ley Adriana, que busca proteger a mujeres y niñas de la violencia gineco-obstétrica, un problema que afecta la dignidad en momentos cruciales de la vida como el parto, pre y post parto, entre otros. Con más de 600 días sin avances concretos desde que llegó a la Comisión de Salud del Senado, este proyecto sigue sin aprobarse, dejando a miles de personas vulnerables a un tipo de violencia que ya fue reconocida en la Ley Integral contra la Violencia hacia las Mujeres.
La Ley de Endometriosis, que afecta a un 15% de la población femenina, también está estancada. Con más de 300 días sin avances en la misma Comisión, este retraso perpetúa el sufrimiento de mujeres que siguen sin recibir atención adecuada para una enfermedad que afecta su vida diaria.
A estos se suma el proyecto de presunción de responsabilidad por anticonceptivos defectuosos, que lleva más de 300 días en la Comisión de Salud del Senado. Mientras tanto, se siguen reportando nuevos casos de anticonceptivos defectuosos como las pastillas Zinnia, sin que existan garantías suficientes para quienes confían en estos métodos para su planificación familiar, ni mecanismos que hagan expedita la pesquisa de estos hechos y la reparación cuando estos ocurran.
El permiso laboral por menstruación dolorosa es otro proyecto de importancia para la salud laboral. Es de esperar que, luego de haber ingresado hace tres meses a tramitación en la Comisión de Trabajo, este proyecto no corra la misma suerte que los anteriores, pues es crucial para la vida de muchas mujeres que padecen esta patología y continúan enfrentando barreras para trabajar en condiciones dignas.
Es evidente que estos proyectos, que afectan desproporcionadamente a mujeres y personas gestantes, se ven sistemáticamente desplazados por temas que dominan la agenda mediática, como la seguridad. La Comisión de Salud del Senado, bajo la presidencia del senador conservador Javier Macaya (UDI), ha mostrado una preocupante falta de interés en avanzar en estas materias de derechos reproductivos.
La inacción prolonga desigualdades estructurales y envía un mensaje claro: los derechos de las mujeres y personas gestantes no son prioridad. Esta desidia legislativa tiene consecuencias graves en la vida cotidiana, donde la falta de acceso a servicios de salud sexual y reproductiva sigue afectando a millones de personas en el país.
Estos proyectos no deberían ser controversiales. No son más que respuestas a problemas urgentes y concretos que necesitan atención inmediata. Instamos a la ciudadanía a exigir avances y a hacer uso de herramientas, como el recién lanzado Observatorio de Corporación Miles, que proporciona información clave para entender y presionar por estos cambios.
La erradicación de la violencia también implica garantizar los derechos sexuales y reproductivos. Es hora de que el Congreso chileno le dé prioridad y se responsabilice del bienestar de la mitad de la población que sigue esperando justicia. No podemos seguir postergando estos derechos fundamentales. Chile no puede avanzar hacia la igualdad de género mientras los cuerpos y las vidas de tantas personas sigan en pausa.