Es hora de decir basta. Basta de excusas, de risas, de silencios y de inacción. Superar la masculinidad cómplice es un compromiso con la igualdad y la justicia. Para asi, todas y todos juntos poder crear una cultura de respeto sin violencia.
El pasado 25 de noviembre conmemoramos el Día Mundial de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. En Chile, las cifras son alarmantes: un 23,3% de mujeres entre 15 y 65 años ha sufrido violencia intrafamiliar en los últimos 12 meses (ENVIF), y ocurre una agresión sexual cada 28 minutos.
Estos números evidencian no solo un problema de seguridad, sino una cultura que es cómplice de las violencias y que exige reflexionar sobre el rol de los hombres en estos crímenes. ¿Qué sucede con las masculinidades que perpetúan y normalizan estas agresiones?
La masculinidad cómplice: más que un silencio, una perpetuación activa
La violencia sexual ha aumentado en Chile un 38% en los últimos años. Más del 97% de quienes la ejercen son hombres. Esto no es un fenómeno aislado, sino parte de una problemática global. Si bien se ha avanzado en la reparación hacia las víctimas, es urgente abordar el trasfondo cultural que normaliza y permite estas agresiones: la masculinidad cómplice.
Esta complicidad se manifiesta en comportamientos cotidianos: reírse de bromas machistas, guardar silencio frente a desigualdades o agresiones, o mantener prácticas tradicionales para encajar en su círculo social. Muchos hombres, conscientes de los privilegios que les otorga el patriarcado, permanecen inactivos frente a brechas salariales, la falta de representación femenina o la violencia de género.
Aunque algunos rechacen los actos más flagrantes de la masculinidad hegemónica, como la violencia explícita, su inacción refuerza las estructuras que perpetúan la desigualdad.
De la inacción al silencio cómplice
Casos recientes evidencian esta complicidad. En Chile, un taxista ignoró las súplicas de una mujer que pedía ayuda mientras era perseguida por su agresor (Caso Monsalve). El taxista optó por el silencio, convirtiéndose en cómplice del abuso y sosteniendo, aunque de forma pasiva, las bases del patriarcado.
Otro ejemplo estremecedor es el caso de Gisele Pericot: más de 51 hombres participaron en su agresión sexual, justificándose con argumentos que revelan una desconexión total con la noción de consentimiento. Alegaron que “el permiso del marido era suficiente”, ignorando que ella estaba dormida y drogada. Incluso frente a pruebas contundentes, como videos de la agresión, la mayoría insistió en no considerarse violadores.
Este caso no solo pone en evidencia a los perpetradores directos, sino también a los 100 hombres que, aunque sabían de los hechos y sólo se negaron a participar al ser invitados, eligieron no denunciar. La complicidad masculina no siempre se manifiesta en actos; a veces, el silencio es suficiente para perpetuar el sistema.
Romper la complicidad: un llamado urgente a los hombres
Para construir una sociedad basada en el respeto, es indispensable que los hombres abandonen la inacción y enfrenten las violencias de género. Romper la masculinidad cómplice requiere más que reconocer desigualdades: implica actuar.
Los hombres tienen un papel crucial, no solo como aliados de las mujeres, sino como agentes de cambio que cuestionen y desmantelen las estructuras patriarcales. Esto exige reflexionar sobre sus privilegios, confrontar actitudes sexistas y, sobre todo, intervenir ante situaciones de violencia o discriminación.
Es hora de decir basta. Basta de excusas, de risas, de silencios y de inacción. Superar la masculinidad cómplice es un compromiso con la igualdad y la justicia. Para asi, todas y todos juntos poder crear una cultura de respeto sin violencia.