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El apocalipsis de los Derechos Humanos Opinión

El apocalipsis de los Derechos Humanos

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Leslie Rauld Olave
Por : Leslie Rauld Olave Socióloga, especialista en género, diversidades y políticas públicas.
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Una vez más los Derechos Humanos se han puesto en duda a partir de un discurso apocalíptico en donde se señala que el virus mental es la ideología woke, aquella que se ha propagado a nivel mundial y en donde el socialismo, feminismo, diversidad, ecologismo, ideología de género, por mencionar algunos, son consideradas causas que apuntan a derechos que fueron construidos artificialmente, exacerbados por la colectividad, que ha destruido desde una distorsión extrema a los países de Occidente que fueron subsumidos a causas sin sentido.

Pero más allá de discutir la naturaleza woke de esta apropiación cultural, lo que resulta preocupante es cómo se van sumando y sintonizando a nivel mundial los países que rechazan la idea de los derechos humanos como intransables, como si el devenir de las personas dependiera de las valoraciones sobre la vida que posea un gobierno de turno.

Cuando analizamos el discurso de Milei el 23 de enero en el Foro de Davos, Suiza, las alarmas se encienden y los movimientos sociales lejos de replegarse ante la amenaza, levantan las pancartas a nivel global, queriendo denunciar la hostilidad y violencia que ya no queda oculta en discursos políticamente correctos donde antes se podía leer entre líneas, sino más bien en enunciados groseramente destructivos.

Estas declaraciones obligan no solo a Argentina, sino a todos los países de la región a posicionarse en estado de alerta, reconociendo, que los discursos de odio se acrecientan a nivel global y peor aún, se entrelazan con los nobles valores del progreso económico al que se le rinden tributos. Resulta doblemente complejo enarbolar las banderas de lucha por el respecto irrestricto a los derechos humanos ya consagrados y ratificados en todas las convenciones internacionales, cuando se extrapolan el progreso económico con una sociedad que abiertamente busca la justicia social.

La trampa justamente se encuentra en convencernos del fin del mundo, donde la única salida para el crecimiento económico está en superar la fase de intervencionismo estatal, y por, sobre todo, terminar con las demandas del wokismo o como le llamó Milei, el plan sistémico del partido del Estado.

Desde su perspectiva, “las funciones del Estado deben limitarse nuevamente a la defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad”. Y nos preguntamos entonces, ¿a qué vida se refiere?, ¿dónde reside el poder que nos pueda dar y quitar el derecho a vivir en un determinado momento de la historia?, ¿hay cuerpos más legítimos que otros?, ¿cuerpos que importan?

Nos preguntamos por las vidas, por las luchas de los movimientos de mujeres y de las comunidades LGBTIQA+ marcadas por crímenes de odio y violencia en todas sus formas, nos preguntamos por el estado de derecho y la posibilidad concreta de extirparnos como un cáncer.

El resurgimiento de estos discursos que ponen en peligro las bases fundamentales de los derechos humanos solo es posible por el avance de la ultraderecha a nivel mundial. De aquí, se desprenden una serie de narrativas que amenazan con normalizar crímenes de odio y discriminación, y a su vez se refuerzan ideas que demonizan el feminismo, la diversidad y otros movimientos sociales que han luchado por la equidad y la justicia social. Son aquellos líderes de ultraderecha ganan prominencia, usando una retórica que apela al sentido común, ensalza la violencia y polariza las problemáticas sociales a fin de captar la atención de sectores descontentos.

Lejos de mantener un diálogo conciliador que involucre la inclusión y la aceptación, el lenguaje del odio se entrelaza con promesas de progreso económico. Instalando en la mira al enemigo común: el wokismo, en contraposición al crecimiento y la libertad, señalando a los derechos humanos como obstáculo para el desarrollo de Occidente. Lo peligroso de esta retórica es el sentido que genera en una parte de la sociedad que adhiere a estas posiciones y usa como catalizador para la violencia y la segregación.

El llamado a los líderes del mundo a volver atrás, pujando ideas de libertad, progreso y destrucción de un paradigma para la construcción de otro, es el medio y el fin, no hay más. Mientras tanto, con y sin miedo, el llamado a reconocer y garantizar los derechos humanos podría convertirse en la piedra angular de este wokismo, sin embargo, lo que realmente importa es no permitir su erosión, porque sería nada menos que el preludio de un sombrío retroceso ante la amenaza de apocalipsis moral y social.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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