
Más mujeres en STEM: Riesgos y oportunidades de un discurso de éxito
Cada 8 de marzo es una oportunidad para reflexionar sobre los avances y desafíos en el largo y complejo camino hacia la igualdad de género. La Agenda de Desarrollo Sostenible plantea alcanzar este objetivo y empoderar a todas las mujeres y niñas para 2030; objetivo que parece lejano tal como están las cosas.
Una de las tendencias más visibles en los últimos años ha sido la promoción de mujeres en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por su sigla en inglés). Para ello se han implementado programas de acceso especial en distintas universidades chilenas, becas y políticas de equidad orientadas a corregir la histórica exclusión femenina en un sector altamente competitivo, con elevada demanda de profesionales y con los mejores niveles salariales.
Sin duda, esto es una tarea necesaria porque la socialización de género y los estereotipos sexistas han operado como una fuerza centrífuga que aleja a las mujeres de estas áreas. Al mismo tiempo, surge una pregunta que puede resultar incómoda, pero que me parece necesario, al menos, enunciar: ¿No corremos el riesgo de reforzar la histórica devaluación de las profesiones tradicionalmente femeninas?
Las principales características de la pedagogía, el trabajo social, la enfermería, las humanidades y otras profesiones feminizadas son precisamente su desvalorización y precarización. No es casual que los sectores de la economía donde predominan las mujeres sean también los que ofrecen remuneraciones más bajas y menor reconocimiento social. Si el mensaje que transmitimos es que la equidad se logra cuando las mujeres ingresan a los espacios dominados por hombres, estamos dejando fuera del análisis un problema estructural: la injusticia de que ciertos trabajos sean considerados “de segunda categoría” sólo porque han sido tradicionalmente desarrollados por mujeres.
Sin lugar a dudas, la presencia femenina en STEM es clave para aportar nuevas miradas y equilibrar el acceso a mejores ingresos y estabilidad laboral. Sin embargo, la insistencia en que el éxito y las mejores oportunidades se logran en esos espacios, sugiere que las demás áreas son de menor valor. El desafío debe ser, por cierto, seguir abriendo puertas en STEM para las mujeres (desde la infancia) y en paralelo dignificar y valorar los sectores que se han concebido como una “extensión del trabajo doméstico”.
La igualdad de género no puede medirse únicamente por cuántas mujeres llegan a las ingenierías y otras áreas afines, sino también por las condiciones laborales de aquellas que optan por educación, salud, ciencias sociales o artes. No se trata de que menos mujeres elijan estas carreras, sino de que el mundo reconozca su valor y aporte a la sociedad.
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