Publicidad
Repensar las violencias de género desde una mirada feminista: la manosfera y auge del antifeminismo Yo opino www.freepik.es

Repensar las violencias de género desde una mirada feminista: la manosfera y auge del antifeminismo

Publicidad
Daniela Lagos Chávez
Por : Daniela Lagos Chávez Socióloga, activista feminista migrante Antirracista, Madrid. Vocera comisión 8M, Madrid.
Ver Más


No está de más recordar que el movimiento feminista se forja como una posición política que lucha para eliminar la discriminación y la violencia hacia las mujeres. Además, este sistema de dominación, el patriarcado, está sostenido por otras dos estructuras de poder subordinante: el racismo heredado desde el periodo de la conquista, y el capitalismo y su estratificación de clase.

Como observa Joan Scott, es habitual escuchar discursos que vinculan el género solo a las mujeres, haciendo del feminismo una lucha antagónica entre “ellas” y “ellos”. En contra de esta simplificación, la historia reciente del feminismo muestra una complejidad mucho mayor. La popular consigna feminista de los años 70’ (“lo personal es político”) ejemplifica que este movimiento se expande desde la autoconciencia de ser mujer y la comprensión de las desigualdades estructurales que el modelo patriarcal impone. El siglo XIX, al calor del contrato social, la expansión del capital y el afianzamiento de los Estados coloniales, no solo consolidó un modelo único de sociedad binaria y heterosexual, sino que dominó el deseo y la autopercepción. Asimismo, obligó a las mujeres a asumir estereotipos y roles desde una posición supeditada a la figura del hombre.

En lo largo del siglo XX, uno de los propósitos del movimiento feminista fue sacar a la luz conceptos como “género” y “roles de género”, precisamente para analizar y visibilizar las desigualdades entre hombres y mujeres. La lucha de los feminismos afros, decoloniales, latinoamericanos, lésbicos, entre otros, permitió la incorporación de otras categorías de análisis que no solo abordan el género binario sino otra serie de atributos personales como raza, orientación sexual, nacionalidad, etnia, clase social, que en su intersección generan múltiples discriminaciones y violencias.

Este imaginario colectivo permea a hombres y mujeres por igual: los comportamientos machistas se reproducen en todos los cuerpos. La falta de conciencia de género, así como el desconocimiento de los orígenes feministas, permiten al modelo patriarcal mantenernos en posiciones subordinadas, lógicamente apoyadas por un sistema capitalista y neoliberal cuyos estímulos empujan al individualismo, a las lógicas del éxito, a buscar el reconocimiento material y a defender la ética del statu quo que nos desdibuja como aliadas.

Esta incomprensión del movimiento feminista ha suscitado que múltiples discursos conciban la violencia de género como una “ideología”, limitando la capacidad social para repensar el origen de la violencia. Por lo mismo, se ha facilitado que procesos de discriminación hacia las mujeres se perpetúen.

Frente a esta problemática, las redes sociales han permitido dar carácter global a la organización de las mujeres. Son conocidos el movimiento “Ni Una Menos” que atravesó Argentina en 2015, el caso de La Manada en España durante el 2016, la popularización del movimiento “Mee Too” en Estados Unidos durante el 2017, o la perfomance “Un violador en tu camino” del colectivo LATESIS en Chile 2019. Es inevitable reconocer que las redes sociales han acercado las voces feministas, impulsando avances legislativos y políticos a nivel mundial.

Sin embargo, desde hace algunos años han ido surgiendo grupos de marcado carácter antifeminista en Europa y Estados Unidos. Su principal estandarte consiste en una contrarrespuesta a esta “idea” de violencia de género, ofreciendo una alternativa para aquellas personas que sienten que el feminismo representa un ataque contra los hombres.

A propósito de este fenómeno, se ha construido en Europa el concepto de Manosfera. Proviene de las palabras inglesas “man” y “sphere” o “esfera de hombres”, es decir, un conjunto de espacios virtuales que componen diversos movimientos masculinos basados en un discurso misógino y antifeminista promovido desde su malestar y resentimiento. Este término comienza a gestarse en 2009 por movimientos en defensa de los derechos de los hombres (MRA) y su propuesta consiste en ofrecer espacios de contención para las masculinidades “dañadas”. En estas redes sociales se viralizan contenidos de hombres que denuncian ser víctimas del feminismo, volcando expresiones sexistas, tránsfobas, racistas, colonialistas y clasistas. Este movimiento ha estado ligado a sectores conservadores, especialmente de extrema derecha, cuyos líderes más representativos son Trump, Milei, Musk, o mucho más cerca, Kast y Kaiser.

Estos espacios se han transformado en plataformas “del dolor”, según Elisa García–Mingo, instancias donde se construyen, a través de un lenguaje victimista, imaginarios colectivos que apelan a las emociones de los hombres y fundamentan la violencia de género como una ideología que condiciona a la sociedad. En su lugar, se presentan “otras” características masculinas que no se atribuyen a la masculinidad hegemónica, por ejemplo, tristeza, desolación, resentimiento, fomentadas, en gran medida, por experiencias de agresión por parte de mujeres.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias