
Baja tasa de natalidad en Chile, ¿de verdad no lo vieron venir?
Si vamos a hacer un análisis sobre la caída en la tasa de natalidad en nuestro país es necesario, más bien imprescindible, hacerlo con perspectiva de género. Y si queremos emprender el camino para corregir esta tasa de natalidad no puede ser de otra forma que a través de la justicia de género.
Positivo es que la baja de la natalidad en Chile sea, a lo menos en parte, por la casi erradicación del embarazo adolescente, y sobre todo por el acceso amplio a métodos de control de la fecundidad. Pero dejando de lado esa mirada optimista el resto del panorama es desolador.
Seamos claras, ¿A qué se enfrenta una mujer que elige o se ve obligada a gestar? Desde el comienzo de este proceso y al enfrentar una gestación, parto y puerperio, las estadísticas en Chile son tristes y muestran que un 80% de las mujeres verán de una u otra manera, vulnerado su derecho a vivir una experiencia positiva de nacimiento. Violencia obstétrica se llama y la ley la tipifica como violencia de género.
Luego del nacimiento, la mujer tiene acceso a un postnatal de casi 6 meses que, esperemos que no sea rechazado por su aseguradora de salud, y el hombre apenas a 5 días de permiso. No ha pasado ni una semana y la mujer está sola en casa con un recién nacido enfrentando el tiempo más difícil de la crianza, el puerperio. Nadie cuida de esta madre.
Pasado el postnatal es momento de regresar al trabajo y arremete el estrés más grande; ¿Quién va a cuidar a nuestros hij@s?, sala cuna universal? No existe! Y si enferman, ni hablar de flexibilidad laboral para ambos progenitores para así poder repartir las tareas de cuidado, finalmente quién termina pidiendo permisos una y otra vez o buscando licencias médicas, es la mujer. Esta práctica nos perjudica de tal manera, que paradójicamente, nos “volvemos más caras” para los empleadores y obviamente menos atractivas de contratar.
En el día a día, sabemos que históricamente el cuidado tiene rostro femenino y la llegada de un hij@ aumentará en 4,57 las horas de trabajo doméstico y de cuidado que ya recaen sobre nosotras, esa pobreza de tiempo que es más dramática en el 46% de hogares monoparentales, donde la posibilidad de compartir las labores de cuidado simplemente no existe, cerrará la opción a múltiples oportunidades de desarrollo profesional y laboral que están puertas afuera.
Y si no fuera suficiente, el trabajo precario e informal y la brecha salarial que afecta a todas las mujeres, se agudiza aún más cuando se trata de una mujer en estado de gestación o crianza.
Podríamos seguir enumerando los múltiples escenarios en que la vida de las mujeres se ve perjudicada y precarizada por el solo hecho de gestar, por supuesto que a mayor pobreza mayor peligro.
Entonces parece ser que las mujeres han entendido o al menos vislumbrado, que en modelos de profunda desigualdad de oportunidades y de falta de políticas públicas que protejan la maternidad, fomenten la corresponsabilidad, promuevan el cuidado como una responsabilidad social, y permitan compatibilizar el trabajo con la crianza, el embarazo más parece ser una dificultad para el proyecto de cualquier vida que una bendición.
Ahora es necesario que la sociedad, el estado y los particulares lo entienda también, y que se tomen medidas colectivas al respecto, pero jamás a costa de un retroceso en nuestros derechos!
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