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¿Pagar por visibilidad? El negocio de la marca personal femenina Yo opino Créditos: Cedida

¿Pagar por visibilidad? El negocio de la marca personal femenina

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Ingrid Garcés Suazo
Por : Ingrid Garcés Suazo Periodista, especialista en Comunicación Estratégica y en Diversidad, Equidad e Inclusión en entornos laborales.
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En un mundo donde la visibilidad es un activo clave, especialmente en el entorno profesional, surge una pregunta incómoda: ¿Debemos pagar por aparecer? En medios, portadas, charlas, entrevistas… ¿Es legítimo invertir en visibilidad cuando los espacios no se abren de forma orgánica?

La pregunta incomoda aún más al hablar de mujeres en el mundo corporativo. Porque sí, seguimos enfrentando estructuras que subvaloran nuestra experiencia, somos minoría en paneles de expertos y el síndrome de la impostora sigue presente.

La marca personal, a menudo asociada a la autopromoción superficial, es en realidad una herramienta estratégica clave. Como señala Dorie Clark, autora de Reinventing You, construirla es “la única manera de asegurarse de que las oportunidades vengan a ti, en lugar de que tú debas perseguirlas constantemente”. Para las mujeres, esto es especialmente relevante.

La académica Sylvia Ann Hewlett, en Executive Presence: The Missing Link Between Merit and Success, plantea que las mujeres no son evaluadas solo por lo que hacen, sino también por cómo se proyectan. No basta con hacer bien el trabajo: también hay que visibilizarlo. Y ahí solemos fallar, no por falta de capacidad, sino por una mezcla de modestia aprendida y temor a parecer “demasiado ambiciosas”.

Mientras lidiamos con esas barreras, existe un mercado que ofrece otra vía: la visibilidad pagada. Plataformas que cobran por entrevistas, medios que venden portadas, eventos con cupos de oradora previo pago. ¿Es trampa? ¿Resta valor? ¿Es menos legítimo que una invitación espontánea?

Desde lo ético, el debate sigue abierto. Desde lo estratégico, muchas mujeres lo ven como una inversión: una forma de ocupar espacios que de otro modo seguirían cerrados. En un contexto donde el mérito no siempre basta, pagar por visibilidad puede parecer una respuesta a barreras estructurales.

Sin embargo, lo ideal es que la marca personal se construya sobre una base sólida. No se trata solo de aparecer, sino de tener algo que decir. Una marca personal auténtica se construye desde los valores y la trayectoria. La visibilidad debe ser consecuencia de ese camino, no su atajo.

¿Entonces debo pagar por visibilidad? No necesariamente. Pero tampoco todo debe pagarse. No podemos aceptar que el acceso a espacios públicos dependa del poder adquisitivo. Eso solo perpetúa un sistema que privilegia a quienes más tienen, no a quienes más aportan.

Está bien ser estratégica. Está bien invertir en formación, asesoría o herramientas que potencien tu mensaje. Pero no normalicemos que para hablar, ser escuchadas o reconocidas, haya que pagar.

La visibilidad femenina no debe convertirse en un privilegio. Debe ser parte de una cultura que valore el mérito, la experiencia y la diversidad de voces.

Por eso, defendamos el trabajo orgánico. Apoyemos plataformas que visibilizan sin costo. Nombrémonos, recomendémonos, armemos redes. Porque si no nos apoyamos entre mujeres, el sistema seguirá premiando a los mismos de siempre.

Y sí, aún debemos lidiar con esa voz que nos hace dudar. Pero también con la idea de que ser visible es un lujo. Ser visible es un derecho. Y un acto de transformación.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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