
Mujeres en agro: crecimiento sin barreras
Desde siempre, la mujer ha sido una pieza clave en la agricultura, resguardando el conocimiento del cultivo y la producción de alimentos. Sin embargo, su contribución va mucho más allá del campo: las mujeres son las principales responsables del trabajo de cuidado, un pilar fundamental para el bienestar de sus familias y comunidades. Este doble rol, productivo y reproductivo, nos habla de una enorme capacidad de liderazgo y resiliencia, pero a la vez nos plantea grandes desafíos para alcanzar una mayor autonomía económica y una participación equitativa en el sector agrícola.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), a nivel global las mujeres dedican el doble de tiempo que los hombres a estas responsabilidades no remuneradas. Específicamente en América Latina y el Caribe, este trabajo equivale hasta el 27,6% del PIB regional, y el 74% de este esfuerzo es realizado por mujeres, de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
En el mundo rural, esta carga es aún mayor debido a la superposición de los espacios de trabajo, consumo y producción. Las mujeres rurales no sólo cultivan la tierra y comercializan productos agrícolas, sino que también garantizan la seguridad alimentaria y el bienestar de sus familias. La sobrecarga de tareas limita su acceso a la tierra, al financiamiento y a la capacitación, reforzando desigualdades estructurales que dificultan su desarrollo profesional y económico.
A pesar de estos desafíos, la participación femenina en la agricultura sigue creciendo. En Chile, la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa) señala que las mujeres representan el 26,4% de la ocupación agrícola en Chile, y en regiones como Biobío, el 53% de las personas beneficiarias del Instituto de Desarrollo Agropecuario (Indap) son mujeres.
Este avance ha sido impulsado por políticas públicas como el Programa Mujeres Rurales de Indap y la Fundación de Promoción y Desarrollo de la Mujer (Prodemu), que facilitan capacitación, financiamiento y acceso a mercados. Sin embargo, el desafío sigue siendo equilibrar las responsabilidades de cuidado para que estas oportunidades no queden fuera de su alcance.
El avance de la mujer en el agro no sólo es una cuestión de equidad, sino también una oportunidad para fortalecer la eficiencia y sustentabilidad del sector. Estudios del Banco Mundial indican que cerrar la brecha de género en la agricultura aumentaría la productividad agrícola y el PIB global en un 20%. Avanzar en esta dirección es clave.
Garantizar que las futuras generaciones encuentren un agro más inclusivo requiere un esfuerzo colectivo, donde el cuidado sea una responsabilidad compartida y no una barrera para el desarrollo de las mujeres. Solo así podremos construir un sector agrícola más justo, productivo y sostenible.
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