Se supone que el personaje Guaripolo se tomó el segundo disco de «31 minutos», pero su presencia no pasa de un gesto superficial con el objetivo de renovar una idea que quizá ya vendió todo lo que tenía vender. Pese a que las canciones mantienen la calidad y humor del noticiario infantil, probablemente la fórmula comience a agotarse.
A estas alturas, el fenómeno mediático de "31 Minutos" está superado. Si bien la segunda temporada del noticiario de marionetas y muñecos se mantuvo en calidad e incluso se renovó, el impacto que generó fue modesto. Nada extraño, en todo caso, que después de la verdadera explosión generada por la dupla Álvaro Díaz-Pedro Peirano en el área de la programación infantil, se instale el respeto e incluso, el culto. Probablemente con el segundo disco del programa pase lo mismo.
Al igual que el primer disco, "31 canciones de amor y una canción de Guaripolo" -en obvia alusión al centenario del natalicio de Pablo Neruda- cumple con registrar el ranking musical top top top que presenta Policarpo Avendaño y ser una especie de síntesis de la segunda temporada del programa. Y también como su antecesor, la música está casi íntegramente compuesta por el guitarrista de Chancho en Piedra, Pablo Ilabaca.
La novedad de este disco, es que se supone que Guaripolo se lo tomó. El personaje más ansioso de fama de "31 Minutos", un especie de rockero de poca monta en estas circunstancias, es aparentemente el protagonista del disco. Aunque en realidad no es más que un gesto. Si bien el muñeco naranjo está en la portada del disco -que además viene con una calcomanía y un póster de él- y se ocupa de abrirlo, anunciando que supera la "barrera musical", y cerrarlo con la canción "Mala", la placa está obviamente centrada en el programa. Aunque claro, el gesto puede eventualmente convertirse en una veta que Aplaplac explore con profundidad (ya hizo algo con un libro dedicado enteramente a Juan Carlos Bodoque).
En ese sentido, no es de extrañar que la tercera temporada de "31 Minutos" también culmine con un disco. Sería lo lógico, no sólo teniendo en cuenta "31 canciones de amor y una canción de Guaripolo", sino que también El Libro Verde de Juan Carlos Bodoque, el juego que se proyecta sobre los derechos del niño de Calcetín con Rombos Man y la película del programa que se viene preparando desde principios de este año. Es decir, en el universo propio y paralelo que ha venido desarrollando Aplaplac, es necesario que continúen apareciendo discos y productos derivados del noticiario para darle una consistencia aun mayor al mundo de muñecos.
Dentro de esa pretensión -quizá nunca pensada por Aplaplac, pero ya aparentemente asumida-, "31 canciones de amor y una canción de Guaripolo" básicamente termina por redondear la idea original del programa en el aspecto musical: un soundtrack apropiado a los personajes y a ese humor absurdo, no siempre tan infantil, que los domina. Al igual que la segunda temporada, este segundo disco mantiene la calidad e incluso se renueva.
Si bien las 14 nuevas canciones que incluye el disco están obviamente dominadas por la historia que cuentan, musicalmente vale la pena destacar las pretensiones rockeras de "Doggy style" -con un nombre especialmente sugerente-; el tono indie-alternativo de "La señora interesante"; la momentos break-beat de «Boing boing boing», y "Exterminadores de ratones" y "Maguito explosivo", canciones en que Pablo Ilabaca le debe algo más que las gracias a Pánico, especialmente al disco Rayo al Ojo. El resto de los cortes en realidad no son un gran aporte musical, aunque tampoco habría que ponerse serio. Por el contrario, uno de los valores de las canciones de «31 Minutos» justamente es reírse de formas musicales existentes al utilizarlas en contextos evidentemente no serios.
Pese a que no habría que ponerse tan serio, "31 Minutos" está peligrosamente acercándose a la repetición. Aunque parezca bastar con buenas y graciosas canciones -que las hay de sobra-, lo que falta es una nueva manera de aproximarse al disco. El formato canción/diálogo/canción eventualmente puede terminar aburriendo. O bien, todo el concepto del noticiario arrinconarse en un grupo pequeño de fanáticos que conviertan al programa en un producto de culto o simplemente clásico. Quizá la versión en clave big band de la canción principal no esté más que adelantando tal posibilidad.
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