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Luis Vera: «El cine chileno ha hecho muy poco por el pasado»

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Realizador de »Viola Chilensis» y »Gabriela de Elqui» habla de su nueva producción: »Fiestapatria», un despiadado enfoque sobre la historia reciente que podría reabrir más de una herida, y en el que no existen los buenos y los malos. El cineasta plantea la necesidad de revisar el pasado, y asume que, en ese sentido, tiene vocación de kamikaze.


Desde el comienzo, tiene algo de la tensión que se siente en el legendario filme La Celebración, de Thomas Vinterberg, una de las más importantes cintas de Dogma. También la estructura, la dosificación de los silencios, las revelaciones que se van ahondando como una herida infectada. "Fiestapatria", la última cinta de Luis Vera -que se presentó como work in progress en Valdivia y fue seleccionada en esa categoría en San Sebastián-, todavía no se estrena, y ya amenaza con polémicas.



No se trata de polémicas faranduleras ni que exalten el morbo -a pesar del variopinto panorama de escenas sexuales protagonizadas por Adela Secall y Thiago Correa, Katty Kowaleczko y Patricio Contreras, y Sergio Hernández con Maricarmen Arrigorriaga-; Sin recursos truculentos, y en torno a las celebraciones de las Fiestas Patrias, el realizador de "Bastardos en el Paraíso", hace una cruda lectura del Chile actual, y del modo en que los entramados políticos del pasado han desarticulado el presente.



En ella, Isabel -una soberbia Marcela Osorio, que se roba la pantalla-, es la que lleva el peso dramático: madre de Macarena (Adela Secall), ha callado una situación dolorosa por más de treinta años, que desmitifica y explica, al mismo tiempo, los raros mecanismos de la reconciliación nacional.



El andamiaje que tiembla



Con una extensa galería de personajes – encarnados por Patricio Contreras, Maricarmen Arrigorriaga, Sergio Hernández, Adela Secall, Marés González, Katty Kowaleczko, Daniel Muñoz, Viviana Herrera, Thiago Correa, Jorge Gajardo, Mónica Carrasco, Fernando Larraín y Rosa González, entre otros-, la película reflexiona sobre la historia reciente, en un filme que no parece hacer concesiones a ningún bando.



El director, autor también de los documentales "Viola Chilensis" y "Gabriela de Elqui", ha encontrado en la violencia política y los hechos de la dictadura el principal eje de sus relatos. Tanto su largometraje "Bastardos en el Paraíso" como su próximo proyecto "La Vía Chilena" -un duro recuento de los crímenes más emblemáticos del régimen militar-, se basan en este tópico. Un tema que para muchos cineastas de la nueva generación ya está superado, pero que para él, sigue teniendo plena vigencia. "Creo el andamiaje de este gran acuerdo nacional para construir el país del futuro puede derrumbarse en la medida en que no exista una solidez moral para poder construir realmente ese futuro. Esta película apunta a eso, y por eso es tan drástica", dice.



-La crítica es igual de cruda para todos. La impresión que uno tiene es que ninguno de los personajes es capaz de dar cuenta de lo que realmente ha ocurrido con el país y con su vida. Salvo las empleadas de la casa, por ejemplo.
-Y los jóvenes. Al final, cuando los jóvenes van llegando a la pelea de los adultos, a estas intrigas de los silencios de lo que había que aguantar, las explicaciones no les bastan. No alcanzan, y por eso en la vida real ellos se manifiestan y piden reivindicaciones que van mucho más allá del pase escolar o de que les techen las escuelas; van al fondo del asunto, y eso es lo que no entendió el sistema. Esa situación, como artista y como ciudadano, me afecta, y por eso reacciono de este modo.



-Son muchos los personajes en "Fiestapatria". Incluir a tanta gente es un riesgo. ¿Por qué tomarlo?
-Es un reto importante trabajar con tantos personajes y mantener todas las pelotas en el aire. Es un acto de malabarismo, tienes que tener muy claro lo que vas a hacer con cada uno de ellos, porque si ellos no se constituyen como figuras humanas, terminan siendo clichés simbólicos que no aportan. Además tengo referentes muy concretos, como el neorrealismo italiano de la posguerra, donde hay galerías de personajes muy amplias, o como Emir Kusturica. También lo hice en "Bastardos en el Paraíso"; además se suma la cantidad de gente talentosa con la que trabajé.



El bien de todos



-Hay una frase que dice Isabel, la protagonista: "por pensar en el bien de todos estamos como estamos". Esa reflexión es casi el centro de la película, en términos de cómo la construcción de consensos forzados nos pasa la cuenta en algún momento.
-Es uno de los tópicos fundamentales. Isabel es un personaje que decantó por años, que está basado en un caso real de una persona que convive con su victimario y que sin embargo consigue coexistir con él en beneficio de los hijos. Me imagino que es una vida de mierda, como la de Isabel, pero hay vidas así. Eso es una referencia esencial a un país que ha logrado hacer cómplice a toda la ciudadanía de un modelo de vida.



-El tema de la violencia política está presente en todas las cintas que ha hecho, y que también va a estar presente en su próximo proyecto, "La vía chilena". Hay un grupo de cineastas más jóvenes que se sienten completamente ajenos a esa temática, y critican su persistencia. ¿Le parece que esto reivindica la idea de que el pasado no pasa, realmente?
-No sólo eso: el cine chileno ha hecho muy poco por el pasado; me da vergüenza que hayamos hecho tan poco. Cuando preguntan hasta cuándo seguimos con estos temas, es una mentira establecida por los mismos que tratan de mantener el sistema como está. A la derecha política, cómplice de los crímenes establecidos en Chile no le conviene para nada que revisemos el pasado, porque van a cagar de punta a cabo: ellos han obligado a la Concertación a asumir esta postura de "seguir hacia adelante" y construir el futuro". Se comprometen con el proceso -con sueldos de mierda, con desigualdad- a cambio del gran acuerdo nacional en el que se establece que ya se ha hablado demasiado; que ya se revisaron los cuerpos, que se entregaron las osamentas. Esa actitud es muy fuerte, es una falta de respeto horrible al país y a su integridad, es pasar por encima de la historia. Y eso yo no lo permito, así se me considere un kamikaze como cineasta. Lo mío no es un cine empecinado, obsesivo. Es simplemente la necesidad de encontrar elementos de nuestra identidad cultural que nos permitan saber quiénes somos.



-Uno se pregunta si la gran metáfora de Fiestapatria, de la coexistencia un poco amnésica entre los dos bandos, se podría hacer extensiva a lo que pasa en el espectro político. ¿Es la Concertación la "Isabel", que ha hecho concesiones y se ha callado por el bien común?
-Hay una gran parte de eso. Pero también soy consciente de que hay un momento en que una madre tiene que velar por lo más básico para sus hijos: comida, seguridad, educación. Y una de las cosas que una madre Concertación tiene que hacer por sus hijos que han sufrido -a los que les han sacado la mierda, los han torturado, los han perseguido, exiliado-, es darles certezas. Ese rol se cumplió. Lo que pasa es que ese rol no puede disfrazarse, ni insistir en que no hubo más que lo que se ha dicho.



-En la película hay un personaje -el hermano de Isabel- que es exiliado, y al que su mujer, gringa, le pregunta ¿Y a este país quieres volver? Are you stupid?. ¿Es una pregunta que se ha hecho usted como exiliado? ¿Y qué se ha respondido?
-Qué fuerte eso que me dices. Yo me hice esa pregunta en un momento dado; en realidad me la hizo mi mujer, que es paraguaya. Ella se siente dolida cuando se me margina de ciertas cosas por lo molestoso que yo puedo ser. Eso a mí no me mortifica, pero a ella sí: me ha visto trabajando intensamente, con dolor porque no tenía los recursos para hacer la mejor Violeta o la mejor Gabriela, porque no me dieron ningún Fondart. Claro, los canales después me las compraron, pero cuando yo ya me había sacado la mierda y había dormido en hoteles de ninguna estrella persiguiendo a algún personaje que tenía relación con la Violeta. Y sin embargo, yo me siento a mis anchas como un disidente potencial de un estado de cosas en el que debe haber voces capaces de hablar.

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