Durante tres turbulentas décadas, el lápiz del caricaturista chileno Guillo dibujó a Augusto Pinochet en todo tipo de situaciones. Ahora, buena parte de esas caricaturas aparecen en el libro «Pinochet Ilustrado».
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La recopilación de sus dibujos, que abarcan desde el golpe hasta la muerte de Augusto Pinochet, ha supuesto para Guillermo Bastías, «Guillo», repasar el trabajo de 30 años.
«Fue un acto que me emocionó mucho personalmente. Cuando fue el golpe de estado yo estaba en los 20 años, había entrado recién a la universidad, y la dictadura duró 17 años. Toda la juventud prácticamente la viví con este personaje de protagonista de mi vida», cuenta Guillo en conversación con BBC Mundo.
El «reyecito»
Para referirse a Pinochet en sus viñetas, el dibujante imaginó una figura peculiar. El «reyecito», como lo fue denominando la gente, nació inspirado por el cuento de Hans Christian Andersen El traje nuevo del emperador, en el que un niño advierte la impostura del tirano.
«De manera de hablar de las andanzas de Pinochet sin dibujarlo fisonómicamente, porque era muy peligroso dibujarlo tal cual, hice esta analogía con este emperador que creé con capa, lentes oscuros, y una corona. Porque de hacerlo a él no habría durado mucho el dibujo, ni yo, el dibujante», recuerda el autor.
Contra la represión, imaginación
Publicados semanalmente en la revista APSI, referente del periodismo independiente frente al régimen militar, los dibujos lograban escabullirse de la censura a fuerza de ingenio.
Pero también hubo represalias.
La más grave ocurrió a partir de la portada de un número especial, ilustrada por Guillo, que mostraba a Pinochet como Luis XIV, el Rey Sol, figura de la que el ex gobernante de facto se había declarado admirador.
«Yo lo dibujé con la peluca esa ensortijada y con la cara de Pinochet. Y ese número fue requisado, y el director y el editor estuvieron encarcelados un par de meses», relata el dibujante.
Sin embargo la revista siguió saliendo, y el «reyecito» haciendo de las suyas. Al recordar cómo sorteaban la censura, Guillo comparte con BBC Mundo una anécdota ejemplar de cómo se puede responder con humor.
«Como veían que la imagen denostaban mucho el poder del dictador, acuñaron la frase ‘atentado psico-político a su imagen’, y de repente nos prohibieron publicar fotos en la revista, nos autorizaban solo a poner textos.»
«Y se produjo una cosa muy cómica y es que nosotros poníamos el recuadro de una foto o donde iba el dibujo, y poníamos de pie de foto ‘manifestante perseguido por un perro policial’, y en el cuadro de al lado poníamos otro recuadro negro que decía ‘perro policial perseguido por el manifestante’. Y mis dibujos salían solamente con el globito.»
La sonrisa que libera
Para Guillo, estudiante de arquitectura y de cine antes de dedicarse profesionalmente al humor gráfico, dibujar sobre aquello que pretendía ocultarse y provocar una sonrisa ha sido la forma de conjurar los tiempos duros de la represión.
«Era mi manera no sólo de ganarme la vida, sino de espantar mi mal dibujando lo que me ocurría en ese tiempo y compartiéndolo con la gente. Hay un dicho popular que dice el que canta su mal espanta, en el caso mío yo dibujaba para espantar ese mal», afirma.
Pero, ¿qué podría temer el poder totalitario de una viñeta?
«Cuando se produce esa comunicación en la sonrisa cómplice entre el autor y el lector, el poder del poderoso es carcomido en sus bases, deja de ser temido, como ese niño que dice que el emperador está desnudo y en ese momento al emperador se le ve ridículo», reflexiona Guillo.
«Aquí hay un escritor (Jaime Hagel) que una vez dijo que mi trabajo se mete con las vacas sagradas y les saca lo sagrado y les deja lo vaca, y a mi me parece una definición muy buena. Esa es la fuerza del humor editorial en especial», concluye.
Humor y ética
La sátira propone a veces un punto de vista distinto del establecido, desacraliza, busca detrás de las bambalinas de la realidad, o incluso puede que trabaje para el poder de turno.
«Ha habido dibujantes chilenos que fueron colaboracionistas de la dictadura y que no tenían ningún límite para hacer mofa de la gente que sufría. Esa gente tenía su escala de valores, que es bastante torcida, y ese era su límite», dice Bastías.
«Ahora, todas las religiones y todas las cosas con un fanatismo fuerte nunca van a querer que se metan con ellos, como pasó con las caricaturas de Mahoma, pero con el mismo predicamento uno tendría que tener la propiedad de meterse con la iglesia católica, por ejemplo, y la pedofilia, que han sido escándalos millonarios en Estados Unidos, y que aquí en Chile, que tenemos nuestros propios casos en los tribunales, no se puede dibujar sobre eso porque los medios no te publican», apunta.
Y aclara su opinión sobre los márgenes del humor: «yo creo que el límite lo da el autor y su ética y no el nivel de poderío del sujeto que uno trata en la viñeta.»
Últimas noticias
Le preguntamos a Guillo por los acontecimientos o personalidades que hayan inspirado sus dibujos últimamente.
«He hecho algunas cosas con la Ingrid Betancourt, este mediático caso, que aquí en Chile ha sido muy especial. Hay un proceso como de beatificación, de hecho el gobierno de acá quería proponerla como premio Nobel de la Paz. A medida que se van viendo los antecedentes del rescate, saliendo nuevos datos que van enturbiando la claridad de todo el hecho.»
«Y la guerra en Irak, Bush es un personaje permanente de todos los humoristas por todo lo que hace y dice», opina el dibujante.
La actualidad sigue teniendo su agenda oculta, y el ojo avizor del humorista gráfico está atento a aquello que le sugieren las noticias de un mundo convulso en el que a veces no todo es lo que parece, o quiere parecer.