La última entrega de Daniel Hidalgo es un libro de cuentos de desamor, de perdedores, de corazones rotos y seres solitarios. Todo en un Valparaíso que hasta ahora no había sido tocado en la literatura: no el puerto de las portales y los cerros coloridos; si no que el oscuro, desgarrado y tóxico. La música inunda todos los relatos formando una unidad imposible de no leer de una vez.
Durante cuatro años Daniel Hidalgo-27 años, profesor de castellano, músico y editor de Paniko- trabajó en los relatos que conforman su segundo libro «Canciones punk para señoritas autodestructivas». Con el tiempo, notó que sus cuentos compartían una estética y un mundo propio y empezó a pulirlos como un todo. Cuando la editorial Das Kapital le pidió el texto, junto al editor Camilo Brodsky “lo sometieron a una cirugía estilística”. Hoy, la primera tirada de 500 ejemplares se ha vendido con una rapidez inesperada.
– ¿Cuánto tiempo te tomó escribir los cuentos que componen el libro?
Puedo decir que tomó cuatro años desde que se tipeó la primera letra, hasta que se concretó en un libro. Desde que empecé en un computador Compaq que me regaló una prima que se terminó quemando, hasta que me aventuré a ir a instalarme a Santiago, para que llegara a una editorial con el coraje suficiente como para publicarlo, y dar bote, y encontrarme con el libro ya físico, de vuelta en Valparaíso.
– ¿Cómo es tu proceso creativo? ¿Cuánto corriges tus cuentos?
Para mí la escritura es sólo una parte de un trabajo de reflexión y experimentación, de panorámica estética y estrujamiento de discursos, entonces no tengo un método. Hay relatos que me largo a escribir sin tener idea de a qué lugar llegarán, otros que se inspiran en alguna imagen concreta, que voy saturando de colores y movimientos. Se ha hablado de cierta naturaleza cinematográfica en la narración del libro, yo creo -más bien- que tiene con darle animación a una fotografía estática. No me complica, Valparaíso es una postal insoportable, y darle movimiento, profundizar en detalles, es algo que siempre quise hacer.
– ¿Cuál fue la banda sonora que te acompañó mientras dabas forma a este libro?
Recurrí a los casetes de infancia, a esos mixtapes en que se cruzaban los Clash, con los Pixies. Me empezó a interesar cierta tendencia de esas bandas punk que terminé citando en el libro como un modelo de producción: la rabia, el dolor, lo simple, lo crudo, el ritmo violento, la potencia. Sumémosle Misfits, Ramones, Buzzcocks. Más las bandas de barrio del tipo Krápula o Macha Muerta que cuando niños íbamos a ver a esos bares porteños, a los que podías entrar y embriagarte siendo menor de edad, y que terminaron siendo clausurados o arrasados por la supuesta llegada de la modernidad.
– ¿Cuáles son tus expectativas, para este, tu segundo libro?
Que las chicas que aún guardan sus discos punk los atesoren bajo la cama. ¡No sé! lo básico es que se lea, que se entienda de las más variadas formas. Que lo amen. Que lo odien. Que lo descascaren hasta que no quede influencia enfundada. Que les inspire a hacer canciones, libros y películas. Que se olvide, quizá, cuando ya no esté de acuerdo con el que escribió ese libro.
– Tus influencias…
The Clash por ser la única banda de rock and roll honesta. Manuel Rojas por ser el único que escribió sobre Valparaíso sin caer en clichés. Los escritores marginales tipo Gómez Morel o Méndez Carrasco por el trabajo que hicieron, las historias de sujeto popular, en medio de esta tradición literaria chilena tan pituca, siútica y aburguesada que tenemos. Foster Wallace por la acumulación de información en cada frase. Álvaro Bisama y Jorge Baradir por la esperanza de sus escrituras sobre obsesiones enfermizas. Rodrigo Lira como modelo narrativo de la biblioteca, la vida cotidiana y la enfermedad por las mujeres. Películas de cine lumpen latinoamericano como Rodrigo D No Futuro de Víctor Gaviria o El Bonaerense de Pablo Trapero. Más la narrativa profundamente argentina de Washington Cucurto y Sergio Bizzio.
– ¿En qué está tu banda Matilde Calavera?
Matilde Calavera es una banda de cumbia que trabaja con desechos. No tenemos percusionistas, pero tenemos un notebook que cuando quiere prender nos sirve de harto. En estos momentos con los muchachos estamos grabando un disco también con lo que pillamos en la casa, montamos un estudio distinto cada día y nos ponemos a grabar este álbum que posiblemente se llame Danza Macabra y que será, básicamente cumbia, pero tendrá de todo, porque lo que me gusta es proponer, mezclar, poner en tensión. Tocamos en bares, nos van a ver nuestros familiares y amigos. Pero a veces llegamos a tocar a otras cosas como encuentros que hacen colectivos anarquistas y aunque al principio les molesta, siempre terminan todos bailando.