Después de 14 años, dos grandes maestros, uno de la música y el otro de la escena, vuelven a reunirse en Santiago para comandar la interpretación de una de las óperas más complejas y enigmáticas del repertorio wagneriano.
Poco antes de que fuera estrenada el jueves pasado la ópera Parsifal en el Teatro Municipal de Santiago, el maestro húngaro Gabor Ötvös concentraba su interpretación en la emotividad del compositor de esta pieza épica. Su propósito no era transmitir una concepción personal de la obra, sino evocar la intencionalidad original de Richard Wagner. En el escenario, Roberto Oswald plantea la teatrología wagneriana de manera subliminal. En su mente habita la idea de la búsqueda de la redención, la misma que supone tuvo que haber sentido en sus últimos años el genio alemán tras una vida escandalosa y hasta hoy no exenta de polémica.
Ambos maestros no se declaran wagnerianos fanáticos. Están conscientes de que Wagner no fue una gran persona. “Era misógino, nacionalista, antisemita y egocéntrico”, acota Ötvös. “Tuvo una vida escandalosa, todo el mundo lo sabe. Discutida y censurada”, agrega Oswald. “¡Pero eso no tiene nada de importancia!”, recalcan.
“Estando casado se enamoró y tuvo un romance con la esposa de uno de sus mecenas, quien incluso le había cedido una casa a Wagner, en su propia villa, para que viviera con su mujer. De esa traición a su mecenas nació la opera ‘Tristán e Isolda’, en donde no hay nada de sus malos sentimientos, sino pura genialidad,” sostiene el director húngaro en el foso del teatro Municipal.
Compartiendo la misma idea, el director de escena, quien dirigió un Parsifal en Washington con Plácido Domingo como tenor, añade que “cerca ya de los 70 años, Wagner comenzó a sentir la necesidad de transmitir un mensaje de bondad, de alto nivel moral y una estética depurada. Al punto tal, y en esto está basado mi concepto del Parsifal actual, que cuando una señora adinerada, locamente wagneriana, le preguntó a Wagner cómo sería la orquestación de Parsifal, el maestro le respondió que sería como distintos estratos de nubes a distintos niveles y que van en distintas direcciones”.
Por estos días, en varias partes del mundo se celebra la obra de Wagner, con simposios, óperas y conciertos. En Chile, en el Teatro Municipal hizo lo propio juntando a estos grandes maestros, para representar la última obra de Wagner para la escena, estrenada un año antes de su muerte.
Se basa en el poema épico medieval Parzival (siglo Xlll) de Wolfram von Eschenbach, que alude a la búsqueda del Santo Grial y a la corte del Rey Arturo. Suma además elementos de otras leyendas medievales, así como conceptos propios de algunas religiones orientales como el budismo.
A Ötvös, quien fue director titular de la Filarmónica del Teatro Municipal de Santiago, le tocó, para su primer Parsifal, ser el asistente del afamado director alemán Hans Knappertsbusch.
“Quien me invitó a colaborar esa vez fue el nieto de Wagner, Weiland Wagner. Pero cada vez que se dirige una obra es distinto. Parsifal es una leyenda muy antigua, que existe en Francia, España y en Alemania también. En ella, Wagner narra una visión muy privada de la religión católica, donde la compasión, como elemento de principio, es muy importante como valor humano”, dice el director musical, afirmando que “Wagner escribía la música del mañana, la de hoy”.
Esa representación fue realizada en Bayreuth, el teatro construido por el propio Wagner para dar forma a un concepto revolucionario en esa época, el de la “Obra de Arte Total”, una síntesis de las artes poéticas, escénicas y musicales que, de cierto modo, según sostiene el maestro Oswald, vendría siendo la antesala del cine.
“Él busca el espectáculo total, en el que la música es el apoyo subliminal para llegar al público, la orquesta no tiene que ser algo material, la orquesta no existe, hay sólo música que sale del escenario. Cuando una admiradora de Wagner fue a ver un ensayo de El Oro del Rin en el Bayreuth nuevo, se puso los binoculares y miraba todo. Quería entender cómo estaba hecha cada cosa y de golpe se encontró con dos manos que le taparon la visión y le dijeron al oído “no mire tanto señora, ¡escuche!”; era el propio Wagner. Lo que buscaba el compositor era crear subliminalmente una imagen sostenida, por la música y el espectador. El cine actual”, señala con erudición el director escénico.
Parsifal se mantendrá en cartelera del Teatro Municipal de Santiago este 22, 25 y 28 de mayo, en un año en que además se celebrará el bicentenario del nacimiento de otra de las principales figuras de la composición mundial, Giuseppe Verdi.