El escritor y artista visual que a fines de los 80 formó junto al también escritor Pedro Lemebel «Las Yeguas del Apocalipsis», repara en esta entrevista, escrita en primera persona, sobre la homofobia de la Concertación y sobre la constante omisión que ha sufrido el trabajo de este colectivo que innovó en el uso del cuerpo como texto político en momentos en que el militarismo se seguía sintiendo muy fuerte en Chile.
Nosotros cuando comenzamos a trabajar en esto no teníamos idea de lo que estábamos haciendo, no sabíamos que estábamos haciendo performance, ni siquiera sabíamos qué significaba esa palabra. Era por lo que estaba pasando en el país que decidimos hacer estas acciones de arte, fueron muchas, sin un centavo; se hablaba de que nos daban dinero, de la derecha, de la izquierda, nada, nunca un peso.
Esta historia de las Yeguas partió en la época que estudiaba literatura en Arcis y Pedro participaba en la Sociedad Chilena de Escritores y él era alumno y amigo de Pía Barros en su taller literario, y en este lugar nos empezamos a juntar, porque el mundo de los poetas y escritores en esa época era muy pequeño: Sergio Parra, Nadia Prado, etc. Un grupo de escritores que iba de aquí para allá. Tomaba, tomaba, tomaba, y en una de estas tomateras estábamos con Pedro sentados en el parque Forestal haciendo estas reflexiones tremendas que teníamos sobre hacer política en Chile, sobre lo que ocurría. Pedro era muy militante, siempre fue muy aguerrido, lo recuerdo una vez con pintura roja pintando el suelo frente al Teatro Municipal, donde balearon a la pianista, y estábamos tomándonos una botella de vino ahí en la calle, hablando sobre la moralina que se hablaba de que el sida era un castigo bíblico para los homosexuales, porque estaban en pecado, y Pedro menciona algo en relación a los Jinetes del Apocalipsis y yo le digo: “No, no jinetes son yeguas…. Nosotros somos Yeguas del Apocalipsis”, y desde ahí nació el nombre.
Las dos Fridas me parece que es del 91. Es muy curioso, porque es una época en que se apelaba mucho al apagón cultural acá en Chile, un apagón que no era tal, o sea, la gente se había quedado pegada en las antiguas lecturas. Los artistas de la época de “Las dos Fridas” nos odiaban por supuesto, no lo entendían; o sea, primero no entendían qué era la performance, lo que era utilizar el cuerpo como cuerpo político en movimiento, el cuerpo como discurso. La performance que hicimos era una transfusión que nos hacemos con Pedro, lo que corre por mi vestido es mi sangre, era una transfusión en plena época en que había llegado la pandemia del SIDA a Chile, que nadie sabía exactamente de qué se trataba, toda la gente pensaba que se pegaba con estornudos, por légrimas y en el fondo era también un gesto dadaísta… Bueno dadá, ¡qué tanto!, o sea ¡qué tanto!, si sobrevivimos o estamos sobreviviendo a esta dictadura, cruel sangrienta a duras penas, un fracaso más que importa, también la vida pende de un hilo o de un corte.
Nos miraban muchos artistas con menosprecio este trabajo. Además ellos tenían mucho problema porque nuestro trabajo era sexuado, hablábamos desde nuestros cuerpos homosexuales proleta. Nosotros no pertenecíamos a la casta pituca del arte chileno, a lo Gonzalo Díaz. No pertenecíamos a ese cuiquerío que se juntaba en la Plaza Mulato Gil de Castro, mientras nosotros estábamos en la calle. Era una casta académica, pero académico de familias y de apellidos, o sea Dittborn, Bororo, de nombre y apellido cuico y además con un silencio sospechoso frente a la masacre y el exterminio en Chile. Un silencio que todavía me sigue pareciendo sospechoso. Si bien hacían pequeños gestos, pequeñas cosas, nunca los vi en una marcha. Los veía en la Plaza Mulato Gil de Castro donde se tomaban whiskies. Nosotros tomábamos vino en botella primero y después vino en caja en un antro de mala muerte. Entonces no eran sólo las diferencias de lo que estábamos pensando y viviendo, sino también eran las diferencias sexuales. En esa época Pedro y yo teníamos un cuento travesti: yo usaba vestido 24 horas del día, usábamos maquillaje discreto de niña proletaria. La Juana Rosa se pinta sólo los labios: “Arréglate Juana Rosa que llegó una invitación”, como decía Violeta Parra. Éramos unas especies de Juanas Rosas-Carmelas que venían de San Rosendo a la ciudad; en este caso, de la periferia a colonizar los centros culturales de las artes.
Lo de nosotros, nuestra postura, era producto de que no teníamos plata. ¿Tú crees que la pobreza es una opción? No hubo forma de transar ni antes ni ahora. Hasta el día de hoy el trabajo de las Yeguas del Apocalipsis, dentro de esa academia, sigue siendo completamente desconocido, no les importa, no les interesa. Doy como ejemplo que hace algunos años en la primera Trienal de arte chilena a mí no me invitaron ni a la inauguración, y curiosamente Gerardo Mosquera arma la primera Bienal de arte en México y las invitadas de honor fueron las Yeguas del Apocalipsis con “Las dos Fridas”, y él nos puso entre Rivera y Orozco, es decir, el lugar donde debía estar la Frida original estábamos nosotros, y fue un escándalo en México. Él decía: “Me interesa más esta reinterpretación del arte latinoamericano que la Frida que ya estaba en todos los libros, en las poleras, hasta en las bolsas de los supermercados”,
En su libro «Copiar el Edén» nos dio como 12 páginas sólo para nuestro trabajo. Fue uno de los primeros reconocimientos oficiales, viniendo de un curador cubano y con una mirada bastante imparcial del arte latinoamericano. A mí me sorprendió mucho este gesto, yo no conocía a Gerardo, o sea, me acuerdo haber autorizado la publicación de nuestros trabajos con muchas sospechas y resquemores. Para considerarnos en este libro pesaron mucho nuestros trabajos políticos, como la cueca sobre vidrios, bailada como homenaje a las madres de los detenidos desaparecidos, bailando a pata pelada mientras sangraban los píes e iban quedando las huellas de sangre sobre el mapa de Latinoamérica… entonces eran como terroríficas las perfomances. Yo creo que a esta gente le dábamos asco, yo creo que a la Concertación le seguimos dando asco, por ejemplo ahora .
Nunca ningún gobierno de la Concertación nos consideró para algo, incluso cuando estaba (Ricardo) Lagos de presidente, yo estaba haciendo una película Sobre Gabriela Mistral que se llamaría The Woman Passenger, con fondos mexicanos y se movieron desde Cancillería, escandalizados por este tema que en la película se planteaba que Gabriela era lesbiana…. ¡Y era lesbiana! Tuve la razón, siempre tuve toda la razón. Y por esto hubo un escándalo tremendo, con marchas en las que participó el alcalde de Paigüano, etc., pero finalmente esto lo censuró el gobierno de la Concertación frente a la cancillería mexicana y de esto da fe la Patricia Verdugo que escribió un texto diciendo que manos se movieron a través de Cancillería y me quitaron los fondos.
Siempre ha existido homofobia tanto desde el Partido Socialista como desde los gobiernos de la Concertación. Me acuerdo que una vez asistí a un cóctel en la Moneda, a una de las pocas cosas que he sido invitado, y ahí estaba también la Presidenta Bachelet y yo le pregunto: “Oiga presidenta, ¿qué pasó con su promesa de campaña de la Ley de convivencia civil voluntaria?”, y ella me responde: “Dile a tu partido que ellos no quisieron hacer nada, se hicieron los tontos, no les interesa”. Y le pregunto: “¿Y qué hago con el vestido de novia entonces?”. “Guárdalo en el closet” fue la respuesta de la mandataria, adorable en todo caso, pero uno puede leer de este comentario de cóctel cómo funcionan en realidad las cosas.
Antes cuando le preguntaron a Lagos, que es un homofóbico al igual que su hijo, por los derechos homosexuales, él responde con esa voz de patrón de fundo decadente (imitando tono de voz): “Chile no está preparado para eso todavía”. ¿Chile preparado para qué?, ¿Chile estaba preparado para una dictadura? Chile nunca va estar preparado absolutamente para nada, el país hay que prepararlo, hay que construirlo. Ahora ya no están prometiendo sólo matrimonio civil, sino que casi matrimonio en la catedral.
Ahora en lo personal yo estoy en desacuerdo con todo tipo de matrimonio, además a mi edad ya no estoy para eso, nadie va a querer casarse conmigo, es atroz… Bueno, finalmente yo creo que todos somos iguales ante la ley, eso es lo que se pide, igualdad… No, el movimiento Iguales, el movimiento de Simonetti; ésos son derechitos de apellidos de tradición.
Ahí tienes a Rolando Jiménez, con su cara de gásfiter pretendiendo hablar con las castas. Eso jamás va a pasar, ellos jamás van hablar de igual a igual con él, a lo más lo van a mandar a arreglar el calefont. Nadie lo tomó nunca en serio. Todas estas locas que gritaban en la Alameda: “¡Rispeto!, ¡ rispeto!, ¡quirimos rispeto!” ¡¡quién las va a respetar!». Dijo una vez el Pedro Lemebel: «¡Hablen como hombre! ¡Griten como hombres!”
Y aparece este movimiento de Iguales, o sea, no somos iguales ¡ni cagando! Yo no tengo nada que ver con Gonzalo Cáceres, ni con todos esos homosexuales cómplices de la dictadura en Chile, uno habla desde la diferencia. Pero Iguales tiene apellidos, tiene fundación, deberían haberle puesto Fundación Jaime Guzmán. Ellos están emparentados con gente de derecha, que los escucha, de ahí que logran hacer cosas rápidamente…, por ejemplo la Ley Zamudio, que en todo caso me parece extraordinario.
Creo que fuera de Chile nuestro trabajo ha sido muchísimo más valorado que acá. Por ejemplo el año pasado hubo una exposición en el Museo Reina Sofía, que se llamaba «Perder la forma humana», que es una recopilación de trabajos de los artistas más importantes latinoamericanos que desarrollaron sus temáticas en torno a las dictaduras, disidencia sexuales, etc. Es una de las muestras latinoamericanas más importantes que se hayan hecho, y esta muestra fue inaugurada con infantas, realeza, con todas esas cosas. En esta muestra casi tres salas estaban dedicadas a las Yeguas del Apocalipsis. Fue similar a la Violeta entrando al Louvre. Esta vez eran las Yeguas entrando al Reina Sofía. ¿Tú crees que salió alguna mención en los medios nacionales respecto a esto? Nunca se ha hecho ningún gesto con respecto a nuestro trabajo, nunca nos han invitado a exponer en ningún museo importante. Todo eso a mí me resulta sospechoso. Es más, cuando nosotros vamos a Cancillería a pedir ayuda con pasajes para asistir a estas inauguraciones…. nada. Nunca hay fondos ni posibilidad de ayudar. Pereciera que uno dijera el nombre de las Yeguas y todo se te niega, entonces es mucho para alguien que ha trabajado toda su vida en esto. Nosotros ayudamos a cambiar el sentido del arte en Chile. O sea nadie pude después de nuestros trabajos volver a mirar el arte sin un sentido político, sin un sentido corporal, sexual, con tu propia clase social.
Me parece impactante que no haya ningún trabajo de las Yeguas del Apocalipsis en el Museo de la Memoria. Eso es homofobia, homofobia de parte de los compañeros. A mí me llama mucho la atención que por ejemplo el acto que hizo Bachelet en el Museo de la Memoria en conmemoración de los cuarenta años del Golpe se invitaran a los mismos rostros pitucos de siempre. Esta niña Echeñique cantando; yo digo: ¿por qué no Pedro Lemebel leyendo un texto?