A partir de un relato coral, el libro desarrolla cuatro historias entrelazadas, cuyo punto de partida es la disputa entre dos mujeres por la propiedad de una viña. Entrega relatos históricos de la visión de los campesinos tras la reforma agraria. Cuenta, también, sobre el cambio que generó en las empresas vinícolas y en el campo chileno el hecho de que el vino se volviera un producto de corte internacional, transformándose en marca país. Así, la novela se vuelve una obra única en la reflexión novelada sobre la industria del vino en su período de mayor expansión y sobre la sociedad chilena.
Presentar una historia con el vino chileno como telón de fondo, puede ser interpretado como el intento de escribir una obra recreativa, casi turística, para satisafacer a un público extranjero o nacional interesado en el tema. Se sospecha de su improbable arraigo en el imaginario colectivo que esta actividad conlleva. Sin embargo, el autor Sergio Allard fue capaz de rescatar parte de nuestra historia, documentarla y plasmarla en una novela única.
“Uvas de esperanza recoge la voz de los campesinos y pequeños agricultores casi sin intervención por mi parte. Es su voz, no la mía”, explica el escritor, quien ambienta la historia en los viñedos de Curicó y Europa, en pleno boom exportador de la industria vitivinícola nacional durante la década de los noventa.
A partir de un relato simple y coral, Allard va desarrollando cuatro historias que se entrelazan, cuyo punto de partida es la disputa entre dos mujeres por la propiedad de una viña. La novela entrega relatos históricos de la visión de los campesinos tras la reforma agraria, pero con la mesura y compresión que da el tiempo. Cuenta, además, sobre el cambio que generó en las empresas vinícolas y en el campo chileno el hecho de que el vino nacional se volviera un producto de corte internacional, transformándose en marca país.
El contexto económico en el que se inscribe la narración, resulta inseparable de un repaso y comentario analítico de las transformaciones económicas que ha vivido el país en los últimos 50 años. De este modo, el libro se vuelve una obra única en la reflexión novelada sobre la industria del vino en su período de mayor expansión y sobre la sociedad chilena.
El autor de esta novela desde 1975 ha dedicado su vida profesional a la comercialización internacional del vino, pasando largas temporadas en las zonas vinícolas de Jerez-Sherry y Rioja, en España, y visitando profesionalmente más de 80 países en los cinco continentes. De ahí que la temática del libro le es muy propia. “Es la actividad profesional que he desarrollado durante toda mi vida, viviendo en España, en los Estados Unidos y en Chile. He comercializando, probado y recomendado vinos durante casi cuarenta años”, comenta Allard.
Para que la novela llegara a ver la luz tuvieron que pasar dos años de intensas ediciones: “Recurrí al magnífico editor, traductor y amigo Óscar Luis Molina; con él mantuve frecuentes conversaciones en el Café Melba de la calle Don Carlos, así la novela adquirió estructura, forma y consistencia”.
La Editorial Fondo de Cultura Económica apostó por este libro, el que forma parte de la colección “Biblioteca Chilena”, colección que pretende entregar un tema propio de nuestro país, y éste es uno (el vino chileno), aunque no tan recurrente en las letras nacionales.
“La realidad siempre será más rica que la ficción. Lo que una persona con talento puede hacer es percibir y sintetizar las esencias de esa realidad a través de su prisma. «Los campesinos descansando en la era», de Van Gogh, en el Quai d’Orsay, no son los campesinos reales. En una pequeña tela, el autor plasmó una obra maestra, única, diferente, inspirada en los campesinos reales” señala el autor.
¿Por qué una novela y no otro género literario? «La novela es el único género que puede dar cabida a otros géneros y expresiones literarias naturalmente, siempre que sea pertinente y oportuno. La novela es hospitalaria. Cabe el diario de vida, la epístola, el diálogo breve, el coro, la expresión coral de un colectivo, la crónica, la poesía, el drama, indicios del ensayo, los diálogos que yo llamo andrómacos o hécubos, de larga extensión», explica Allard.
«Puede, además, ser síntesis virtuosa acogiendo a otros géneros sin perder ni su naturaleza ni su estructura. Si todos admitimos que el diálogo es parte integrante de la narrativa, ¿por qué no podría serlo el coro? No pongamos cortapisas a la novela. Permitámosle florecer en el relato.»
¿Su novela refleja acaso un desencuentro entre las políticas de la reforma agraria y la visión del campesino en torno a la tierra?
Yo creo que “Uvas de esperanza” recoge con fidelidad histórica el apoyo de los campesinos al proceso de reforma agraria de fines de los años 60 y comienzos de los 70, proceso que no surgió de su organización y acción revolucionaria sino que fue impulsado por los gobiernos de turno. Recordemos que la ley de sindicalización campesina, la 16.625, no se promulgó hasta el 29 de abril de 1967. Sin embargo, la novela también recoge las dudas que surgieron entre los campesinos durante el gobierno de la Unidad Popular cuando su acceso a la propiedad de la tierra quedó difuso o poco claro.
¿Cómo llevó a cabo el proceso de recopilar los testimonios de las personas que viven en torno a las viñas?
Cuando me incorporé a trabajar en Vinos Los Robles, nombre comercial de la ex Cooperativa de Curicó, en el año 1999, ésta pertenecía al movimiento del comercio justo que yo, a pesar de haber vivido trece años en Europa, desconocía totalmente. Los importadores europeos del comercio justo privilegiaban trabajar con pequeños propietarios socios de la Cooperativa, por lo cual establecí contacto inmediato con ellos agrupados en una cooperativa.
Cada vez que me reunía con campesinos y pequeños propietarios agrícolas, finalizadas las conversaciones, completaba las notas manuscritas que había tomado durante las reuniones. Todo el material de las conversaciones durante diez años estaba recogido en unas carpetas blancas ordenadas cronológicamente en mi biblioteca. Es decir, el material estaba ahí listo para darle vida en la ficción, que fue lo que hice.
¿Qué sintió al darse cuenta que le estaba dando voz a las personas que no tenían la oportunidad de expresarse?
Sí. Tenía perfecta conciencia de que estaba recogiendo la voz de un sector olvidado por nuestra sociedad, lo que me motivó aun más para continuar mi trabajo. Sin embargo, la voz de ese sector no está intervenida ni idealizada. Por el contrario, el realismo es esencial en su tratamiento por lo que afloran todas sus grandes virtudes, como su gran amor por la tierra y el conocimiento de cada árbol de sus plantaciones, pero también serios defectos, como la antiasociatividad, la falta de apoyo a sus propios dirigentes e instituciones, etcétera.
El papel de la mujer en las novelas, escritos y textos que hablan de las viñas suele estar en un segundo plano. ¿Cómo fue que les dio un papel protagónico? ¿Cree que esto da la oportunidad de comenzar a reescribir ese paradigma en el que vive la mujer campesina, la mujer que está vinculada a la industria de las viñas?
El mundo actual adolece de un grave mal, que es no haber permitido el desarrollo de las mujeres en la misma medida que los hombres en los planos intelectual, profesional y ejecutivo. La sociedad ha desaprovechado por generaciones y generaciones un capital gigantesco. Perfectamente, el carro de la sociedad pudo haber sido impulsado por el doble de las fuerzas y energías que lo han hecho hasta ahora.
Yo soy un feminista convencido. Cada vez que trabajo con mujeres me convenzo más de su enorme capacidad y habilidades. Discriminarlas es el peor daño que una sociedad se puede autoinfligir.
Mi novela recoge una realidad en que las mujeres juegan roles esenciales al igual que los hombres. Ni más ni menos. Con sus virtudes y defectos, como todo hijo de vecino. En todas las esferas sociales: tanto en la propiedad de las viñas como entre los trabajadores campesinos.
¿Cuáles son sus referentes literarios que lo guiaron para escribir su primera novela?
Es difícil señalar los referentes literarios que me guiaron a escribir esta, mi primera novela. En primer lugar, no puedo dejar de nombrar a un autor que me ha influenciado desde niño: el noruego Knut Hamsun. He buscado sus libros en castellano e inglés durante toda mi vida.
También son referentes literarios León Tolstoi, Fedor Dostoyewski, Alexander Pushkin, Anton Chejov, William Faulkner y Ernest Hemingway y muchos otros a quienes he releído sin que jamás sintiera cansancio. Tampoco puedo dejar de nombrar a Thomas Mann, Joseph Conrad y Heinrich Boll.
Sin embargo, cuando estuve decidido a escribir sobre los campesinos y pequeños agricultores, una referencia literaria obligada la constituyó John Steinbeck, con sus «Uvas de la ira». A pesar de que nuestras novelas no tienen nada en común, releí «Uvas de la ira» varias veces.
La novela está disponible en librerías desde el 24 de septiembre.